China está lidiando con los mayores brotes de la COVID-19 desde el comienzo de la pandemia, con cientos de contagios reportados diariamente.
China insiste en su política de ‘cero COVID’ al tiempo que trata de resolver uno de los puntos débiles de la estrategia: la baja tasa de inmunización entre los ancianos, uno de los grupos más vulnerables, pero también uno de los más reticentes a vacunarse.
El país asiático lidia en la actualidad con los mayores brotes de la COVID-19 desde el comienzo de la pandemia, contra los cuales ha aplicado la misma estrategia que en los dos años anteriores, campañas masivas de PCR, restricciones a la movilidad y confinamientos selectivos o generales que esta vez se han concentrado en la ciudad oriental de Shanghái y en la provincia de Jilin (noreste).
Millones de personas permanecen confinadas en sus hogares por temor en parte a que una ola todavía mayor de contagios colapse el sistema sanitario, situación que es más probable por las reservas de los mayores a vacunarse.
Rechazo a la vacuna
Alrededor del 40 % de los ancianos chinos -mayores de 80 años- no ha recibido ninguna dosis de una vacuna contra la COVID-19 y aproximadamente 50 millones de habitantes mayores de 60 no tienen una pauta completa de vacunación, según datos de marzo de la Comisión Nacional de Sanidad de China.
Estas cifras suponen un lunar en la aparentemente exitosa campaña de inmunización de China, que ha administrado 3 303 millones de dosis entre su población de 1 400 millones de habitantes.
Al contrario que en otros países, los mayores chinos, que no tenían una sensación de urgencia dados los bajos niveles de contagios en el país, no fueron los primeros en ponerse a la cola para recibir la inyección.
Al bajo riesgo percibido se les unió el temor a los efectos de la vacuna entre los mayores, muchos de ellos con dolencias crónicas, pese a las repetidas explicaciones de las autoridades sanitarias chinas, que se refirieron recientemente a esas enfermedades subyacentes para alertar a los ancianos.
"La mayoría de ancianos tienen enfermedades crónicas, por lo que, si se infectan de coronavirus, el riesgo de enfermedad grave y muerte es mayor que el de otros grupos de edad", advirtió recientemente Lei Zhenglong, experto de la Comisión de Sanidad.
Algunos gobiernos locales han ofrecido cupones de descuento, regalos o incluso dinero en efectivo para convencer a los ancianos de que se vacunen, una urgencia cada vez más apremiante a medida que ómicron se extiende por el territorio chino.
El caso de Hong Kong
Las autoridades de China continental tienen presente lo ocurrido en Hong Kong durante los últimos meses: la excolonia británica, que había mantenido a raya la pandemia, sufrió una ola de la COVID-19 a partir de mediados de febrero que provocó una media de más 100 muertes diarias el pasado marzo en la ciudad, de 7,4 millones de habitantes.
Al comienzo de dicha ola, solo el 43 % de los mayores hongkoneses de 80, uno de los grupos más vulnerables, habían recibido al menos una dosis de la vacuna, lo que se tradujo una repentina alta tasa de mortalidad.
Según datos de la cadena estatal CCTV facilitadas este martes, el 74 % de las muertes en Hong Kong por coronavirus se produjeron entre no vacunados.
La reticencia de los ancianos a vacunarse en Hong Kong, que ha permanecido semiaislada del exterior, causó estos últimos meses un conflicto generacional en la ciudad, con las generaciones más jóvenes achacando las restricciones al egoísmo de sus mayores. (EFE)
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