Luis Herlindo Mendieta sobrevivió a 12 años de cautiverio en la selva colombiana. El expolicía contó que sus captores lo mantenían con cadenas atadas al cuello, pies y manos sin casi poder moverse.
Como los campos de concentración nazis, pero en plena selva colombiana. Así es como el general retirado de la Policía Luis Herlindo Mendieta resume los doce años que pasó secuestrado por las FARC, una experiencia que comenzó hace 20 años, cuando la guerrilla ocupó la ciudad de Mitú.
"Las FARC, seguramente sus cabecillas y dirigentes, estudiaron muy bien qué pasó en los campos de concentración en Alemania y lo replicaron en la selva. Allí hicieron esas jaulas de concentración con las mismas características, las mismas tablas, los mismos alambrados, las mismas mallas y las mismas literas", recordó el general en una entrevista con EFE.
Por si eso fuera poco, alrededor de los secuestrados "las garitas donde se ubicaban los vigilantes eran también similares a los campos de concentración" nazis.
El tormento del general Mendieta comenzó el 1 de noviembre de 1998 cuando, todavía coronel, era comandante de la Policía en el selvático departamento del Vaupés.
Su capital, Mitú, fue tomada a sangre y fuego por unos 1.500 guerrilleros de las FARC en un ataque ante el que poco pudieron hacer los 120 policías que salvaguardaban la ciudad bajo el mando de Mendieta.
Tras resistir durante cerca de diez horas y quedar totalmente arrinconados, se vio obligado a rendirse junto a 60 de sus hombres, que comenzaron entonces a vivir el horror del secuestro.
"En las jaulas (...) teníamos que dormir amontonados", recuerda acerca de los años que pasó en la selva hasta que fue rescatado en una operación militar el 13 de junio de 2010.
La dureza de su relato se incrementa cuando recuerda las imágenes de él y sus compañeros que dieron la vuelta al mundo: con cadenas atadas al cuello, pies y manos sin casi poder moverse.
Mendieta recuerda el sarcasmo que suponía cuando los guerrilleros que les vigilaban les hablaban de "un principio de humanidad". Este consistía en "ceder un eslabón de la cadena para que no apretara tanto" y les dejara respirar.
"A veces, la cadena le quedaba a uno supremamente apretada y no le permitía comer o respirar. En las noches, para dormir era muy difícil. Muchas veces me dormía de lado y me quedaba sin oxígeno, me despertaba con pesadillas y sobresaltado, pero al despertar y tener la claridad de que estaba vivo sentía que medio cuerpo estaba paralizado", relató. (EFE)
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