Donald Trump prometió "volver hacer grande a EE.UU.". Cien días luego de su llegada a la Casa Blanca, estos son los principales obstáculos para lograr su meta.
La creciente desigualdad, el declive del nivel de vida, la marginación de la clase trabajadora blanca, el colapso industrial y la xenofobia. Todo esto ha dado lugar a lo impensable: el arribo de Donald Trump al poder. El magnate inmobiliario de 70 años ha hecho tambalear la estructura de poder en Estados Unidos y la geopolítica mundial está perturbada.
El politólogo norteamericano Francis Fukuyama publicaba, poco después del desmoronamiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), ocurrido en diciembre de 1991, su obra más conocida, El fin de la historia y el último hombre (1992), donde concluye que la economía de mercado derrotó al comunismo y que el neoliberalismo de Occidente iba a resolver las injusticias sociales de las democracias avanzadas.
Más de dos décadas después, la globalización ha sido sacudida como nunca. Y no a causa de la lucha entre culturas o etnias, como predijo Samuel P. Huntington en su ensayo El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial (1996), sino por la explosión de la desigualdad a escala mundial. Y la llegada de Trump a la Presidencia pone de relieve ese agujero negro en la primera economía mundial.
1. DESIGUALDAS E HIPERCONCENTRACIÓN
Una investigación de los economistas Lawrence Mishel y Josh Biven publicada en Economic Policy Institute revela que, en 2007, los ingresos del 0,1% de los más ricos de EE.UU. eran 220 veces mayores que los del 90% más pobre. Y la Gran Recesión ha agravado la desigual distribución de la renta.
El economista Bruno Seminario, profesor principal de la Universidad del Pacífico (UP), señala que el alto grado de inequidad en la sociedad norteamericana se explica por el deterioro de la renta de los trabajadores. El autor del libro titulado El desarrollo de la economía peruana en la era moderna (2015) sostiene que la concentración del capital en pocas manos genera diferencias económicas insostenibles.
- Nadie sabe para quién trabaja. De acuerdo con un análisis de la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO, por sus siglas en inglés), en 2013 la diferencia entre los salarios de los superejecutivos de las principales empresas y los trabajadores era de 331 veces a favor de los primeros. El problema de la disparidad salarial se exacerbó desde los años setenta.
En su libro El capital en el siglo XXI, Thomas Piketty, la nueva estrella de la economía mundial, afirma que entre las décadas de 1980 y 2010 las remuneraciones más elevadas aumentaron más rápido que el salario medio. Según Mishel y Biven, entre1979 y 2006, el 0,1% de las personas que reciben los sueldos más altos vio cómo su renta se elevaba en un 324%. Mientras que el del 90% de la parte inferior creció apenas en un 15%.
2. EL FIN DE LA GLOBALIZACIÓN
Desde la década de 1960, los países más adelantados del orbe, como Estados Unidos, empezaron una etapa de desregulación y liberalización financiera. Una de las consecuencias de esta política fue que las inversiones se orientaban a actividades puramente especulativas, produciéndose una desconexión entre el sistema financiero y la economía productiva (industrial). En segundo lugar, las compañías iniciaron a deslocalizar sus centros industriales en países emergentes y subdesarrollados donde los salarios son mucho más bajos que en EE.UU. y donde se viola derechos laborales elementales.
Para el sociólogo Manuel Benza, la liberalización y la desreglamentación de la economía supuso la destrucción de miles de empleos y precariedad laboral a favor del capital. “El retiro del Estado y la imposición del libre mercado devienen en una competencia irracional, desde una perspectiva de la satisfacción de los derechos. El capitalismo neoliberal tiende a ser voraz y ello implica flexibilización laboral, así como servicios de educación y salud cada vez más enfocados al lucro y no al servicio de los ciudadanos, creciente imposición del capital financiero sobre el físico (producción) y tendencias a la concentración de la propiedad con el correlato de tendencia a la mayor pobreza relativa”.
- Más ricos y más pobres. Seminario de Marzi coincide en que la deslocalización de la producción es una de las causas de la desindustrialización norteamericana (ahora se centra en el sector financiero) y del crecimiento vertiginoso de la desigualdad. "En los países donde la manufactura no ha dejado de crecer, como en Alemania, no se registran pérdidas de empleo; pero en las naciones que han pasado a ser economías postindustriales es donde se observan un fuerte aumento de la desigualdad".
También comentó que el desempleo se agravará debido a las innovaciones tecnológicas (la revolución informática). "Esto ha tenido impacto en todos los sectores productivos", dice. Un estudio de 2013 de la Universidad de Oxford concluye que el 47% de los empleos en Estados Unidos puede desaparecer en las próximas dos décadas a causa de la automatización de la economía. "El progreso técnico que hubo entre 1896 y 1950 beneficiaba a los trabajadores. Pero ahora beneficia básicamente al capital", afirma Bruno Seminario.
En enero pasado, Trump firmó un decreto para retirar a Estados Unidos del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), una promesa de su campaña electoral. A su juicio, este pacto iba a perjudicar a la clase obrera por las deslocalizaciones industriales. Para algunos economistas, esto es el umbral de su proteccionismo comercial, ya que también ha anunciado que renegociará el tratado de libre comercio con México y Canadá (TLCAN), que entró en vigencia en 1994. "No sería la primera vez que EE.UU. se convierte en una potencia proteccionista. Ya lo ha sido en el siglo XIX y XX", comenta Seminario.
- Del dicho al hecho... La antropóloga Carmen Ilizarbe, en cambio, no cree en el nacionalismo económico del jefe del Estado norteamericano. "Donald Trump tiene empresas que producen cosas en China. Él casi no genera empleos en su país y cuando lo hace, lo realiza estafando a un montón de gente. Eso es conocido. El personaje es bastante cínico como para levantar la bandera de la defensa nacionalista de la producción estadounidense cuando él mismo siendo empresario no produce en su nación".
La globalización, que se traduce en la liberalización del comercio y las inversiones, no fue necesariamente la política macroeconómica que usaron las economías más avanzadas, como Alemania, Francia, Reino Unido o Japón, para industrializarse o alcanzar la prosperidad económica, tal como lo deja en claro Ha-Joon Chang, profesor de la Universidad de Cambridge, en 23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo.
3. EL RACISMO HISTÓRICO
Este problema se hace evidente en los resultados de una encuesta de Gallup, realizada en julio de 2016, que revela que el 61% de los estadounidenses considera que el racismo contra esa comunidad está muy extendido.
La desigualdad racial se refleja también en las tasas de encarcelamiento. De acuerdo con un informe de The Sentencing Project, los afroamericanos tienen seis veces más probabilidades de ir a la cárcel que los blancos. En el Informe Mundial 2015: Estados Unidos, Human Rights Watch denunció que los afrodescendientes representan el 41% de los presos estatales, a pesar de que solo son el 13% de la población del país. "Las disparidades raciales son muy habituales en el sistema de justicia penal de Estados Unidos desde hace mucho tiempo", se queja la organización no gubernamental dedicada a la protección de los derechos humanos. Esta desventaja social, muy extendida en las sociedades más desiguales, también es duramente cuestionada por American Civil Liberties Union (ACLU, por sus siglas en inglés), que condena que se gasten miles de millones de dólares en detenciones discriminatorias.
- Falla de origen. El racismo también se manifiesta en la alta política. Por ejemplo, George Washington, el primer presidente del país (1789-1797), calificaba de "animales salvajes" a los nativos americanos, mientras que uno de los padres fundadores de EE.UU., Thomas Jefferson, proclamaba que quería construir una nación sin “mancha ni mezcla”, según cuenta el lingüista y filósofo Noam Chomsky en Cómo mantener a raya a la plebe (2004). "En cierta forma, Estados Unidos nunca dejó de ser una sociedad racista", sostiene Ilizarbe Pizarro, profesora de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM).
En las elecciones presidenciales de 2016 se vio a todas luces la aversión del establishment hacia la población afroamericana y latina, a la cual atribuía la responsabilidad en la pérdida de empleos entre la clase trabajadora blanca. El discurso esgrimido por Trump movilizó a un sector de ese grupo social golpeado con fuerza por la mundialización económica, la desregulación de la economía y la Gran Recesión.
- Nación fragmentada. "Cuando las crisis económicas se agudizan suelen producirse correlatos socio-culturales y políticos", explica Manuel Benza. "Sectores de la sociedad buscan 'chivos expiatorios', grupos que perciben como 'externos' a su nación, que se convierten en 'culpables' de la crisis. Grupos de poder económico y/o decisiones de política económica antipopulares no son percibidos como responsables, lo que aviva el interés de ciertos políticos en aprovechar esa ola, generalmente xenófoba y/o adversaria de minorías étnicas, por explotar a su favor al 'chivo-expiatorio'",
Ilizarbe Pizarro criticó el gabinete de multimillonarios de Trump, la mayoría de sus integrantes son blancos, especuladores, inversores "buitres" y altos ejecutivos de la banca mundial ligados a Wall Street. Su victoria en las elecciones presidenciales fue, en parte, gracias al apoyo de la clase obrera, vilipendiada y despreciada por parte esa misma élite económica que hoy ocupa puestos clave en su gobierno. "Queda claro que él no va a gobernar para el bienestar de los latinos, los asiáticos o la población estadounidense de origen africano".
4. TERRORISMO INTERNACIONAL
Después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), EE.UU. se erigió como la primera potencia global del planeta y la élite gobernante diseño una arquitectura económica subordinada a las necesidades de sus finanzas. Pero desde inicios de este siglo, la hegemonía norteamericana se ha visto amenazada por el ascenso de nuevas grandes potencias, como China. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 provocaron que Washington organice y lidere una guerra internacional contra el terrorismo que refuerce su supremacía en el mundo. "Las muertes por terrorismo en el mundo se han multiplicado por ocho aproximadamente desde el 11 de septiembre", detalla el internacionalista Farid Kahhat.
- Problemas en Medio Oriente. El sociólogo Manuel Benza señala que las invasiones o intervenciones en Irak (2003), Libia (2011) y en Siria (2014) constituyen las causas del terrorismo yihadista actual. "No es posible explicar la lógica de las guerras, sin tomar en cuenta el interés económico sumado al de dominio geopolítico. La denominada lucha antiterrorista ha oscilado entre la mentira y el cálculo geopolítico. El movimiento terrorista del Estado Islámico nunca hubiese podido tomar territorios y declararse 'califato' sin armas sofisticadas, brindadas por Estados Unidos".
En el caso de la guerra de Irak, que costó alrededor de US$ 3 billones (monto que supera ampliamente los PBI de los países que integran la Alianza del Pacífico), el informe Chilcot concluye que Washington y Londres se pelearon por el control de los campos petrolíferos del país tras el derrocamiento de Sadam Hussein. "La intervención militar en Siria e Irak, en este momento, le cuesta a EE.UU. cerca de US$ 11 millones diarios. Eso es más que suficiente por sí solo para afrontar la crisis internacional de refugiados", dice Kahhat, profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).
Lo extraño es que mientras Estados Unidos desembolsó US$ 610, 000 millones para sus gastos militares en 2014, según Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, cerca de 47 millones de sus ciudadanos viven actualmente en la pobreza.
- Socio estratégico. La alianza ruso-china puede contribuir a equilibrar situaciones de preguerra y guerra en Medio Oriente, pero Washington no quiere en lo más mínimo perder su supremacía en la zona. En septiembre pasado, Estados Unidos e Israel firmaron un nuevo acuerdo de ayuda militar en el cual la primera potencia se compromete a entregar a las fuerzas armadas israelíes US$ 38,000 millones en los próximos 10 años. El objetivo: garantizar la ventaja militar israelí, que promueve y defiende los intereses norteamericanos en la región.
Según el internacionalista Farid Kahhat, Israel no enfrenta actualmente una amenaza real porque tiene acuerdos vigentes con Egipto y Jordania, dos de sus vecinos, y Siria está en medio de una guerra civil. "Israel no necesita esa ayuda; sin embargo, la recibe y la recibe con creces, lo cual prueba qué tan influyente es el lobby israelí en la política estadounidense".
¿Vivimos en un momento histórico? ¿Un nuevo orden mundial se está edificando? Lo cierto es que la arquitectura económica y la política exterior estadounidense han creado nuevos tipos de marginación y una gama de problemas sociales que socavan su democracia y su papel y fuerza en el mundo.
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