Posar desnuda le costó la persecución del Gobierno iraní, pero mantener su libertad en Europa ha sido más complicado y la ha obligado a dormir en las calles de París.
Negzzia (nombre falso bajo el que esconde su identidad) tiene 29 años y llegó a Francia hace nueve meses pidiendo asilo. Ella es natural de Irán, pero en su país se enfrenta a una pena de cárcel y 148 latigazos por haber posado desnuda para una foto. Sin embargo, mantener su libertad en Europa ha sido más complicado y la ha obligado a dormir en las calles de París.
En Irán, donde trabajaba como modelo desde los 22 años, la detención de un fotógrafo que la había retratado desnuda supuso su sentencia. "Un amigo me dijo: despídete de tu cuerpo. Cuando me di cuenta que aquel tipo iba a delatarme cogí una mochila y huí a Turquía", cuenta Negzzia en una entrevista a EFE.
En Estambul pudo trabajar un año como modelo, pero el conservadurismo también se impuso. "Me teñí el pelo de rojo y la gente me gritaba por la calle; lo peor eran las mujeres. Una vez, una me mordió por la calle", cuenta. En Francia, donde esperaba poder disfrutar de su libertad, se ha encontrado con que exponer su cuerpo la convierte a ojos de muchos en un objeto sexual.
"Un tipo me dijo que me iba a ayudar. Llegó el visado y me llamó diciendo que todo estaba preparado. 'Ya están los billetes, pero la primera semana quiero alquilar una habitación preciosa enfrente de la Torre Eiffel. Tú y yo, pasando una semana maravillosa juntos'", recuerda.
Harta de las proposiciones indecentes que recibía por todas partes y debido a que sus únicos ahorros con los que llegó a París iban disminuyendo, se vio de la noche a la mañana viviendo en la calle. Sin trabajo, sin piso y con el dinero que había podido ahorrar durante su año en Turquía, viajó a Paris, pero sin los papeles en regla conseguir trabajo le fue imposible. Más aún en la moda.
El dinero para su alojamiento se le acabó después de un mes y los trámites para obtener el asilo avanzaban con demasiada lentitud. Se impuso la necesidad. Dice que ha intentado quitarse la vida tres veces. Al cabo de varios meses pasando de casa en casa (un hombre llegó a encerrarla una semana en una habitación y otro trató de ponerla a trabajar como 'stripper'), prefirió dormir en la calle.
“La primera noche en la calle fue muy dura, pero por dentro me sentí mucho mejor", señala. Aún a la espera de recibir el permiso de residencia, la joven persa va pasando de casting en casting con la esperanza de encontrar una puerta abierta y dejar de vivir de favores.
Su Instagram, donde acumula 127 mil seguidores, es su única tarjeta de presentación, la modelo iraní sigue luchando por conseguir su sueño. "Es mi cuerpo, sé quién soy y sé cómo vivo y haré con mi cuerpo lo que quiera hacer.
EFE
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