Nuestro país tiene 77 áreas naturales protegidas. Eso significa que el 17% del territorio del Perú es intangible.
Desde los cien picos nevados que conforman el Parque Nacional Huascarán hasta la selva frondosa del Pacaya Samiria, donde hay 250 especies de peces y 800 de árboles. Desde la Reserva Nacional de Paracas donde los lobos de mar, “finos” y “chuscos” cantan a la vida, hasta el ecosistema del Titicaca, donde la rana toro, que mide medio metro, se hunde por ratos a 300 metros de profundidad. Todos estos ecosistemas caen en la categoría de Área Natural Protegida.
¿Y cuál es su importancia además claro de su extraordinaria fauna, flora, paisajes y potencialidad turística? Que estas áreas geográficas conservan un ecosistema que es vital para el desarrollo no sólo de nuestro país sino del planeta. Sin obviar, claro está, la importancia de las poblaciones asentadas allí y su cultura. Por eso, el Estado, según la ley, está obligado a protegerlas.
Ahora, es necesario incrementar en las Áreas Naturales Protegidas la investigación científica. ¿No cree que es posible que entre los 20 mil tipos de plantas que crecen en el Manu haya una –o más- con propiedades contra enfermedades que la ciencia aún no puede curar? ¿O que entre las once etnias amazónicas de la Cordillera Azul abunde conocimiento milenario que pueda sernos muy útil? No sólo proteger sino también investigar y aprovechar debe ser la divisa para con nuestras 182 Áreas Naturales Protegidas.
Lamentablemente, algunas ya han sido vulneradas. Así de claro.
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