En Nueva Zelanda se registró la última infección el 28 de agosto pasado y ya se han administrado unas dos millones de vacunas Pfizer entre sus más de 5 millones de habitantes.
Nueva Zelanda, uno de los países que con mayor éxito ha combatido la COVID-19 y vive una práctica normalidad desde hace meses, se mantiene ajena a la fiebre mundial por las vacunas, con el ritmo de inoculación más lento de las naciones desarrolladas.
Los datos de este jueves del Ministerio de Salud de Nueva Zelanda, país que registró su ultima infección comunitaria el 28 de agosto pasado, muestran que se han administrado unas dos millones de vacunas Pfizer entre sus más de 5 millones de habitantes, de los cuales más de 782 600 han recibido la pauta completa.
Estos números, con menos del 17 por ciento de su población elegible totalmente vacunada contra la COVID-19, colocan a Nueva Zelanda por debajo de Surinam, Trinidad y Tobago, Albania y Perú en lo que respecta a las dosis administradas por cada 100 habitantes, según una tabla comparativa del diario The New York Times.
La población, sin embargo, parece aceptarlo de buen grado, aunque el experto en leyes de la Universidad de Waikato, Alex Gillespie, matiza a Efe por correo electrónico que esta estrategia no sería tolerada del mismo modo sin el éxito en el control de la pandemia.
"Esperar con paciencia ha funcionado por la buena gestión de las fronteras. Si hubiera habido un brote y una gran parte de la población sin vacunar, habría sido un desastre para el Gobierno", añadió Gillespie.
A diferencia de otros países, Nueva Zelanda, que mantiene sus fronteras cerradas desde marzo de 2020 y aplica confinamientos rápidos y estrictos con los brotes, solo acumula 2 524 infecciones desde el inicio de la pandemia, entre ellos 26 muertos.
Las vecinas Australia y Fiyi, que habían conseguido mantener el virus bajo control durante buena parte de la pandemia, luchan a contrarreloj por inmunizar a sus poblaciones tras sendos brotes con la variante delta.
SIN PRISA, PERO SIN PAUSA
El Gobierno de Jacinda Ardern comenzó su campaña de vacunación el 20 de febrero pasado con la inyección de dosis de Pfizer a los trabajadores de los puestos fronterizos y desde el 28 de julio inmuniza a la población general mayor de 60 años como parte de un cronograma que culminará a fin de año con los adolescentes de 16 años.
Al diseñar su plan de vacunación, Nueva Zelanda tomó en cuenta la gran demanda mundial de las vacunas, que motivaron el año pasado bloqueos en sus exportaciones, por lo que calculó que la mayor cantidad de dosis llegarían a mitad del 2021, según explicaba Ardern a principios de año.
Además, "algunos países emitieron autorizaciones de emergencia antes de las evaluaciones clínicas que generalmente se realizan y los procesos de aprobación" porque "a diferencia de Nueva Zelanda afrontan transmisiones comunitarias generalizadas de COVID-19 y un incremento rápido de muertes", justificaba entonces la mandataria.
El plan también contemplaba que solo se den algunos pequeños brotes de COVID-19 en Nueva Zelanda así como el cierre de sus fronteras internacionales, desde marzo de 2020, según explicó a Efe un portavoz del Ministerio de Salud de ese país.
"No va a hacer una carrera de velocidad sino una maratón de un año", dijo el pasado 21 de julio el ministro neozelandés de la respuesta a la COVID-19, Chris Hipkins, al justificar este cronograma de vacunación, que fue anunciado a principios de año tras asegurarse los envíos de Pfizer y que se despliega de acuerdo a lo previsto.
EFE
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