Por Elena Gonzáles
Pdta de la Asociación de Agencias de Turismo del Cusco. Gerente de Operaciones de Andean Explorers Cusco. Asesora y consultora para emprendimientos y Mypes rurales en el sector turismo y artesanía
Desde la elección de Machu Pichu como una de las 07 maravillas del Mundo Moderno en 2007, Cusco tuvo el potencial de convertirse en uno de los destinos turísticos más visitados de la región, sino del mundo. Sin embargo, esa realidad está lejos de ser la de hoy en día, no solo por el hecho de que Cusco recibe solo 1.5 millones de turistas al año en comparación a los 11 millones que recibe Cancún, sino porque la región no tiene posibilidad material ni infraestructura para pensar en convertirse en un hub turístico. Detrás de lo espectacular de nuestro patrimonio, se esconden limitaciones de gestión y un creciente problema alarmante: la informalidad que, como un cáncer, amenaza con erosionar los cimientos del ya alicaído turismo en la región.
El sector turismo en Cusco mantiene un obsoleto modelo de gestión turística que es condicionado en gran parte por la oferta del mercado informal. Se estima que de cada 10 soles producidos por servicios Turísticos en la región, 8 son informales. La falta de gobernanza sobre el sector se expresa en cada aspecto de la cadena de servicios, pero principalmente ha incrementado problemas en dos aspectos: la disminución en la calidad de la experiencia del turista y la falta de diversificación de la oferta.
Las mafias informales de venta de entradas a Machu Picchu
Uno de los ejemplos más evidentes del impacto de la informalidad en el sector es en torno a la venta de entradas a Machu Picchu. Durante años, mafias locales de agencias de viajes informales coludidas con funcionarios regionales de la Dirección Desconcentrada de Cultura (DDC) controlaron la reventa de boletos a Machu Picchu. La dinámica era simple, varias agencias compraban masivamente entradas con nombres falsos y generaban escasez para determinadas fechas. Posteriormente revendían esas mismas entradas a precios exorbitantes, luego ayudados de funcionarios de la DDC de Cusco y aprovechando la fragilidad del sistema del estado ingresaban al sistema para hacer el cambio de nombre, alteraban los registros y hasta generan boletos extras.
Así mismo, en 2023, se reportaron cerca de 80 mil ingresos fantasma a Machu Picchu, es decir turistas que no figuraban en los registros oficiales, pero que de alguna manera lograron ingresar a la ciudadela. Esta anomalía fue posible gracias a la falta de control: cámaras de seguridad que se apagaban durante minutos cruciales, la ausencia de torniquetes en ciertos accesos y la complicidad de los trabajadores encargados de la vigilancia que se coludían con los guías para dejar pasar a grupos de turistas.
Dicha mafia local movía grandes cantidades de dinero solo con la venta de entradas en el mercado negro. La venta ilegal de entradas equivale a más de 12 millones de soles anuales. Solo en noviembre del 2023, las mafias de boletos recaudaron más de 60 mil soles diarios. Es decir, hablamos de una bien posicionada, frecuente y rentable actividad. De ahí se explica por qué existen tantos reparos a la decisión del estado de que sea un privado quién se encargue de la venta y control de entradas al parque.
Turismo cautivo y colas interminables
Lejos de mejorar la situación, las decisiones políticas recientes han empeorado el problema. En 2021, la ex primera ministra Betsy Chávez autorizó la venta de mil entradas presenciales diarias en Aguas Calientes, lo que generó un caos aún mayor. Los turistas, desesperados por obtener un boleto, se veían obligados a hacer colas durante dos días en el pueblo de Machu Picchu a la espera de un cupo para ingresar, bajo condiciones deplorables. Este "turismo cautivo" no solo afectó gravemente los niveles de insatisfacción, sino que generó espacios para micro corrupción: desde vender espacios en la cola, hasta vender “gestiones” para asegurar una entrada a la ciudadela, lo que empeoró la percepción de los visitantes extranjeros. Las mafias informales, ven en el caos mercantilista del turismo una oportunidad para generar fuentes de ingresos.
La disputa por la Montaña de Siete Colores
Otro ejemplo de cómo la informalidad está dañando el turismo en Cusco es la situación en torno a la Montaña de Siete Colores, o Vinicunca. Este destino, alzado recientemente a la fama en las redes sociales por sus espectaculares montañas, ha sido escenario de violentos enfrentamientos entre comunidades locales, que disputan el control de los ingresos generados por el tránsito de turistas en lo que denominan son sus terrenos, enfrentamientos que han dejado un muerto y varios heridos
La falta de regulación en la administración del destino y la ausencia de un plan de gestión adecuado han convertido a la Montaña de siete Colores en escenario de batallas campales entre comuneros que disputan el cobro del ingreso a la montaña. A cambio, los servicios turísticos en la zona son paupérrimos y la experiencia del visitante se ve constantemente afectada por el desorden, la basura y la inseguridad. Sin la presencia del Estado que regule y fiscalice adecuadamente la actividad turística en la zona, la Montaña de los siete colores podría seguir el camino de destinos que fueron devorados por la presencia de grupos particulares que se apropiaron de la administración del recurso y terminaron controlando desde la informalidad la experiencia del turista.
El peligro del uso político de los recursos turísticos
El mayor riesgo que enfrenta el turismo en Cusco no es solo la pérdida de ingresos económicos o la mala experiencia del turista, sino la posibilidad de que los recursos turísticos generados por la informalidad se conviertan en herramientas de poder que perpetúen los beneficios políticos a estos grupos.
El sector informal ha buscado siempre financiar las campañas políticas de sus representantes y los dirigentes locales del sector informal suelen tener aspiraciones políticas claras. Algunos líderes de la protesta social ya han anunciado su intención de postular al Gobierno Regional, mientras que otros dirigentes radicales buscan llegar al Congreso. El control de los recursos generados por el turismo, particularmente en la venta de entradas, se ha convertido en una fuente vital de financiamiento para estos grupos. Si estos dirigentes logran mantener su control sobre la venta de entradas y otros servicios asociados al turismo, el problema de la informalidad no hará más que crecer.
Un futuro incierto
El turismo en Cusco está en una encrucijada. Por un lado, tiene el potencial de seguir siendo una fuente importante de ingresos para el país y un motor de desarrollo para la región. Por otro, la informalidad y la corrupción están minando su sostenibilidad a largo plazo. Si el Estado no toma medidas drásticas para erradicar las mafias que controlan la venta de entradas, fiscalizar el transporte turístico y regular adecuadamente destinos emergentes como la Montaña de los siete colores, el turismo en Cusco podría colapsar.
El problema no es solo económico; es también político. El control del turismo se ha convertido en una pieza clave en las luchas de poder local, y los grupos radicales están dispuestos a todo para mantener sus fuentes de financiamiento. El reto para el Estado es claro: poner fin a la informalidad antes de que sea demasiado tarde. Cusco, con toda su riqueza y patrimonio, se encuentra en la incertidumbre de garantizar un turismo sostenible y transparente, o uno en el que la informalidad terminé matando a la gallina de los huevos de oro.
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