Los bautizos de los panes wawas simbolizan la estrecha relación que tiene la vida con la muerte, las mismas nacen para ser devoradas por los asistentes.
Cuando se acerca el 1 y 2 de noviembre, y uno observa que las familias se alistan para adquirir el pan wawa, preparar un lechón y visitar los cementerios, nos preguntamos cuál es la relación que tienen estos elementos con la vida y con la muerte.
Tratando de entender esta situación dialogué con el antropólogo Rossano Calvo Calvo, quien publicó en el 2010 el libro El Histórico Cementerio de la Almudena y la Percepción de la Cultura de la Muerte en el Cusco.
El pan wawa: su relación con la vida y la muerte
Calvo nos explica que “el hecho de colocar un pan wawa y comidas como ofrenda en un espacio social, en este caso, el cementerio, representa simbólicamente la relación estrecha que tiene la vida con la muerte para el hombre andino”.
“El pan wawa (bebe), simboliza el origen, el ser que nace y la degustación que se hace de la misma, en este instante, representa el declive”, agrega.
Indica que “no en vano se realizaba por estas fechas los famosos bautizos de las tantawawas, en medio de una parodia, donde los padres con autorización del personaje que hacía de cura, después de echarle el agua bendita a la nueva hija, se la devoraban”.
Hoy en día esta práctica se ha ido perdiendo en la ciudad.
¿Y el lechón?
“La preparación del lechón en estas fechas también es parte de una recreación social, significa la vinculación del inicio con el fin, la unión de la carne con el cebo; la grasa en el mundo andino, representa la esencia de la existencia", señala Calvo Calvo.
"Este elemento (cebo), no es ajeno en el imaginario popular como muchos pueden suponer, se utiliza para los despachos de pago a la Pachamama, también se le relaciona con los pistaqos y ñaqachus, hombres temidos por extraer la grasa humana. De ellos se dice que son los arrebatadores de la vida en las serranías", agrega.
"Cuando uno coloca los potajes que más le gustaba al ser querido en vida y nosotros a su lado, también degustamos el mismo plato u otros, implícitamente, estamos instalando una mesa para un banquete que será compartido por ambos en espacios o dimensiones diferentes. Se dice, por eso que las almas vienen hasta nosotros en forma de moscas y se posan en los alimentos” refiere.
Las crónicas en el siglo XIX dan cuenta de que para el día de los difuntos se preparaba una mazamorra denominada musuq haya, (renacer-morir), en el Cusco, los ingredientes se desconocen, ahora ya no existe.
Los cementerios
Cuando se construyen los cementerios por razones de salubridad, también se levantan nichos, para dejar resguardados los restos de nuestros muertos, esto en un sentido más metafísico, más psicológico nos evidencia que no aceptamos muy en el fondo, su partida y siempre buscaremos el modo de retenerlos juntos a nosotros, para eso creamos simbolismos”, comenta el antropólogo.
Por otra parte, el historiador Martin Romero nos dice que la ofrendas a los difuntos con los panes wawa y pan caballo tiene su origen, en las culturas egipcia, mesopotámica, la judía y la española y llegan al Perú, entre los años de 1570 y 1650, etapa en la que la religión católica impone sus bases doctrinarias sobre la religiosidad de la cultura andina, la incaica y otras.
Es parte de una sincretización, unión de elementos que tienen mayor fuerzas cuando se buscaba desterrar las idolatrías.
Los panes wawas en un nuevo contexto
Antes los panes wawas y caballos eran ofrecidos a los muertos; hoy en día son motivo de una interrelación social donde los padres y compadres regalan a los hijos, ahijados y amigos dichos productos, como una expresión de sincero afecto y amistad.
No olvidemos que en Cusco no solo se elaboran panes wawas, caballos, sino maicillos, suspiros, las rosquillas, tamales de maíz, que se sirven con los lechones y otras delicias que sólo nuestras matronas saben prepararlo al puro estilo regional.
Por: Adelayda Letona García
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