Tras una separación, algunos padres pueden enfrentar restricciones para ver a sus hijos. Conocer en qué casos esto está justificado y qué medidas legales existen para recuperar el vínculo.
Una de las situaciones más difíciles tras una separación o divorcio es cuando uno de los padres impide al otro ver a sus hijos. Esta situación puede tener consecuencias legales y emocionales tanto para los adultos como, especialmente, para los menores. ¿Qué se puede hacer en estos casos? ¿Cuáles son los pasos adecuados a seguir? La abogada de familia Úrsula Bazán ofrece algunas claves importantes para entender este problema y saber cómo actuar.
En primer lugar, Bazán explicó en el programa Encendidos que el motivo más común -aunque no válido legalmente- por el que una expareja impide ver a los hijos suele estar relacionado con temas económicos. Sin embargo, la especialista aclara que el derecho de visitas no puede condicionarse al cumplimiento de una pensión alimenticia. También es habitual que, tras una separación conflictiva, uno de los progenitores vea al niño como un "trofeo" y no quiera permitir que el otro lo vea, bajo la creencia de que el menor estará mejor solo con él o ella. Esto genera restricciones injustificadas y perjudiciales para el niño.
No obstante, hay situaciones excepcionales en las que sí es válido restringir o suspender el contacto entre un padre o madre y su hijo. Según Bazán, esto ocurre cuando existen delitos graves que afectan directamente al menor, como abuso sexual, maltrato físico o violencia familiar. En estos casos, una orden judicial puede prohibir que el agresor se acerque al niño o niña. Sin embargo, es fundamental que estos hechos estén debidamente acreditados en un proceso legal, ya que se trata de medidas extremas que deben proteger al menor.
Cuando no existe ninguna razón grave que justifique la negativa, y aún así uno de los padres impide el contacto con los hijos, lo recomendable es intentar primero una solución pacífica. La conciliación debe ser el primer paso, según la abogada. Esta vía busca resolver el conflicto sin necesidad de llegar a juicio, ya que iniciar un proceso judicial implica que el niño deberá pasar por evaluaciones psicológicas y entrevistas con profesionales del sistema legal, en entornos que pueden ser intimidantes o incluso traumáticos para su edad.
Sin embargo, si la conciliación no da resultados y la negativa persiste, el padre o madre afectado puede presentar una demanda de régimen de visitas ante el juzgado. En este proceso, el juez analizará la situación y podrá ordenar una mediación, establecer un régimen de visitas formal o incluso definir un punto de encuentro supervisado donde se garanticen la seguridad y el bienestar del niño.