En Madre de Dios, dos defensores de la Amazonía recuperan los terrenos devastados por la minería ilegal e informal, la quema de los bosques, la tala y los monocultivos en un ambiente hostil y de difícil acceso.
Por: Verónica Ramírez Muro
Fotos: Morgana Vargas Llosa
En la ferretería Palmeras, en la localidad de Laberinto en Madre de Dios, un cartel anuncia la venta de tubos de 6 y 8 pulgadas, mangueras de succión, filtros, pernos, aceite, huaipe y “todo tipo de artículos para la minería”. El local vecino, Inversionistas RR, compra oro. La dupla comercial se reproduce con diferentes nombres en cada esquina de este pueblo de pistas de tierra, cuyas construcciones más grandes, sólidas y coloridas son las gasolineras.
De camino al puerto improvisado en la zona baja del río, un pequeño mercado central vende ropa, juguetes y alimentos. A lo largo de la calle principal, motociclistas con cascos amarillos se distinguen por ofrecer un servicio de taxi individual a los pasajeros solitarios que se alojan y comen en los hostales y menús al paso. Laberinto es el hogar de más de 5,000 habitantes pero, sobre todo, es un lugar de tránsito para los buscadores de oro.
France Cabanillas, coordinador del Programa de Reforestación y Restauración del Centro de Innovación Científica Amazónica (CINCIA), negocia el costo del transporte en el deslizador que nos conducirá a una concesión minera en proceso de formalización. El dueño, cuyo nombre no podemos saber, ha dejado de usar el mercurio que separa los metales pesados del oro. Quienes sí lo usan saben bien lo que pasará después: los restos de mercurio se impregnarán en los sedimentos que alimentan al pez pequeño, que a su vez será devorado por el pez grande cuyo destino final es, indefectiblemente, la mesa de los lugareños.
A lo largo del recorrido por el río se pueden ver puntos de extracción y hombres en plena faena con las bombas de succión y los equipos que adquieren en ferreterías como Palmeras. “Con ellas extraen el material de la orilla y fondo del río, el mismo que luego lavan en una alfombra, donde se separan las piedras y solo pasa el material más fino, el menos pesado se va. El oro queda atrapado en la alfombra por ser más pesado”, explica Cabanillas. “Así”, continúa, “cuando esta operación se realiza en el bosque desaparece la tierra donde antes podía crecer algo y, en su reemplazo, se crean unas montañas de cascajo, pozas artificiales y suelos desnudos”.
Plantar un bosque
De acuerdo al artículo 05 del Decreto Legislativo Nº 1100, la actividad minera está prohibida en todos los ríos y cursos de agua del Perú, pero hasta aquí, al río Madre de Dios -que discurre por varios parques y reservas naturales (Manu, Bahuaja-Sonene, Tambopata-Candamo y Manupiri-Heath, en Bolivia)- la ley no llega.
France Cabanillas no cree en los milagros, pero trabaja para conseguirlos. Él tiene a cargo el Programa de Reforestación y Restauración de áreas degradadas por la minería de CINCIA. En el último año han logrado reforestar casi 2.5 hectáreas, solo en una concesión minera, con especies de rápido crecimiento como la acacia, la lupuna, el pashaco o el shihuahuaco. El reto es descomunal. Se calcula que en los dos últimos años la minería aurífera ha deforestado 18,440 hectáreas, el equivalente a 25 mil campos de fútbol, según el Proyecto Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP).
France llegó a vivir a Puerto Maldonado en 2011 y cría a sus tres hijos en esta ciudad. Hoy pasea entre los delgados troncos recién sembrados en la concesión minera y celebra sus primeros brotes. De los jóvenes árboles cuelgan carteles que definen su especie. Crecen, pero tendrán que esperar 30, 40 o 50 años para lucir igual de robustos que los troncos arrancados por las maquinarias que ahora yacen en el suelo.
CINCIA cuenta con más de 42 hectáreas de parcelas de investigación en áreas degradadas por la minería, donde se estudian las plantas y animales afectados y se analizan las posibilidades de restauración más eficientes. De lo que se trata es de resucitar parches de bosques y promover un cierre de minas con esperanzas para el ecosistema.
“Veo el impacto que ha ocasionado la minería ilegal y duele ver todos los conflictos que ha traído consigo. Sin embargo, hay oportunidades y creo que en 10 años tendremos programas de reforestación a gran escala. No es un sueño”, dice Cabanillas.
Además de reforestar, CINCIA se dedica a evaluar la exposición al mercurio y a difundir el uso del biocarbón para mejorar el suelo. “La minería es una realidad y hay que buscar soluciones. Deberíamos ser un poco más proactivos”, dice France con energía, mientras camina por la bóveda verde de sonidos imposibles formada por los cientos de árboles y aves que todavía no fueron tocados por la minería.
Mientras tanto, en el corredor de Tambopata…
Todos los árboles de las 40 hectáreas que conforman el refugio K´erenda Homet en el corredor de Tambopata fueron sembradas por el mismo hombre: Víctor Zambrano, marino retirado, nombrado “héroe” durante el congreso mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en 2016 y premio National Geographic de Liderazgo en Conservación el mismo año.
Hacia 1986, cuando regresó al lugar donde nació después de 24 años entre Lima y el resto del mundo, encontró que el bosque de su infancia había desaparecido. Donde antes habitaban animales silvestres y árboles centenarios solo quedaba un pasto seco utilizado para alimentar al ganado.
“Yo tenía que convertir un desierto en un bosque. Era un reto. En ese entonces no teníamos ningún medio para hacerlo. Consultaba a los campesinos mayores para encontrar un modelo que replicar, una forma de imitar el bosque y encontrar una pauta para recomponer”, dice Zambrano.
Para poblar su propio paraíso terrenal extrajo semillas de los bosques primarios vecinos, construyó viveros y sembró de manera progresiva. “El esfuerzo máximo que hicimos fue poner todos los elementos necesarios para que la fauna silvestre se acerque”, dice.
Hijo de migrantes arequipeños, Víctor nació cerca del puerto y mantuvo una estrecha relación con los nativos ese´ejjas. Por eso a su hija menor, la heredera de todo esto, le puso K´erenda, que significa brillo, luminosidad, resplandor y, para Víctor, una esperanza de continuidad.
“Aquí vienen todos los colegios de Puerto Maldonado dos veces a la semana. Al año recibimos a un promedio de 1,200 alumnos y alumnas que aprenden a valorar la biodiversidad de Madre de Dios”, dice.
En su Área de Conservación Privada (ACP), donde tiene un hospedaje para turistas y recibe a voluntarios de distintas partes del mundo, Zambrano ha sembrado un promedio de 20,000 árboles de 120 especies distintas (60% frutales y 40% maderables y medicinales) que se han convertido en el hogar de huanganas, osos perezosos, monos cotos, un sinfín de aves y hasta de pumas.
“Este lugar es una alternativa para revertir el impacto de actividades como la tala o la minería ilegal, que tiene otros componentes como la trata de personas y de menores. Nosotros no estamos en contra de actividades que están especificadas en la ley, pero es necesario que se formalicen”, dice Zambrano, con la voz inflexible del instructor de comandos de infantería de la Marina que fue en el pasado.
“A mí me decían que estaba mal de la cabeza”, recuerda Zambrano y se detiene en las plantas aromáticas con las que cocina. “Esta albahaca no existe en otro lugar”, dice, y luego señala sus plantas medicinales preferidas: Santa María para desinflamar, Pampa orégano para el dolor de estómago, Rabo de coto para la tos de los niños. “Nunca una flor te va a deprimir. Al contrario, te levanta el espíritu”, dice antes de conducirnos a un espectáculo en fucsia o la cuarta floración de uno de sus árboles más queridos: la pomarrosa.
Cuando crezcan los bosques
Los 4,200 árboles sembrados por France Cabanillas y el equipo de CINCIA en esta concesión minera viajaron en bote en bolsas de medio kilo hasta llegar aquí. El uso de drones ayudó a definir las áreas más castigadas y calcular cuántos árboles necesitaban para empezar a revertir el daño. “Los mineros tienen que abrir las puertas a los investigadores. Poco a poco ganamos confianza. El objetivo del proyecto es investigar cómo se puede restaurar posteriormente. Es una labor titánica. Hemos estado en lugares donde tardamos días para acceder”, cuenta France.
La Operación Mercurio 2019 realizó una aplastante primera intervención contra la minería ilegal de La Pampa en febrero pasado. En teoría, las Fuerzas Armadas y la Policía pretenden mantener su presencia en la zona hasta 2021 e instaurar bases para la protección de la Amazonía. En un mundo ideal esto podría despejar el camino para CINCIA, que trabaja únicamente con concesionarios mineros y agricultores que se encuentren dentro de un marco legal o en vías de formalización.
Sembrar árboles en la Amazonía podría parecer tan innecesario como verter vasos de agua en el mar, pero esa es una cuestión que ni Zambrano ni Cabanillas ponen en duda. Ellos siembran un árbol en medio de la destrucción y trabajan para que los bosques renazcan. En la selva, donde todo nace y muere al mismo tiempo, han encontrado una misión mayor: ayudar al ecosistema a regenerar lo que nosotros mismos hemos dañado.
Comparte esta noticia