Albina Ruiz ha convertido la recolección de residuos en una oportunidad de trabajo para más de 11,000 recicladores en el Perú. La mujer que no desperdicia nada en su vida cotidiana ha logrado transformar la basura de todos en una actividad productiva. Aquí su historia.
Por: Verónica Ramírez Muro
Fotos: Morgana Vargas Llosa
Albina Ruiz no desperdicia nada. Aprendió a reciclar de niña, sin saber que esa eficiencia en el consumo y en la reutilización de los residuos algún día sería el norte que definiría su destino. En su casa de la infancia, en Moyobamba, su madre lavaba los sacos de harina con ceniza para confeccionar prendas, bolsas, manteles, sábanas o secadores. Sus caballos se alimentaban con cáscaras de plátano, sus perros y chanchos con los restos de la cena y las gallinas con el maíz que no vendían. En la casa de la familia Ruiz Ríos, compuesta por 10 hijos, el fuego se avivaba con papel usado.
La primera vez que Albina entendió el significado de la palabra basura fue a los 16 años, cuando vino a Lima a estudiar Ingeniería y se estableció en casa de una tía, en un pasaje de El Agustino llamado La selva, donde lo único que se reproducía eran las montañas de basura y las nubes de moscas. Un día se le ocurrió ir a la municipalidad a preguntar por qué no recogían la basura. Así fue como descubrió que utilizaban camiones demasiado grandes que nunca podrían entrar a un pasaje o a un cerro. Albina creó un proyecto para optimizar las rutas, escribió una tesis y la municipalidad la contrató.
Hoy, cuando Albina, actual vice ministra de Gestión Ambiental, ve a un peatón tirar un papel al suelo, le hace señas y a continuación le pregunta:
“Se te ha caído. Porque no creo que lo hayas botando, ¿no?”.
A lo largo de su carrera ha recibido innumerables reconocimientos. En 1995 recibió una beca de la Fundación Ashoka, que apuesta por la innovación social a través de una red de más de 3,500 miembros en 90 países. A partir de entonces su carrera despegó. Ha recibido los premios más importantes del mundo en materia medio ambiental: el Energy Globe Award, el Global Development Network Award, el Premio Skoll al Emprendimiento Social y el Bravo Award, entre otros, además del Albert Medal, que en en el pasado también recibieron Louis Pasteur, Thomas Edison, Graham Bell o Stephen Hawking.
El punto de partida de todo ese futuro prometedor fue Ciudad Saludable, un emprendimiento que Albina creó en 2002 y que conjuga la recolección de residuos con una oportunidad de trabajo para los recicladores informales. El objetivo principal es promover el reciclaje como un medio de inclusión económica y social. Hasta el momento han organizado a más de 11,000 recicladores en el Perú y su modelo se ha replicado en 11 países de Latinoamérica, en India y Rumania.
“Ellos pasan de hacer competencia en la calle por una botella a trabajar de manera colectiva y eso es un cambio. Muchas veces han sido vejados, la gente los insulta o les dice groserías cuando su trabajo es el trabajo del siglo, están cuidando el planeta, están haciendo el bien: no a nosotros sino a todo el mundo. Su trabajo vale”, dice Albina.
Además del trabajo en Ciudad Saludable y en paralelo a las conferencias que dicta por todo el mundo - como en el World Economic Forum o el Clinton Global Initiative-, Albina realiza una labor de filigrana, un microactivismo, para generar un impacto en todos los lugares donde se encuentra, incluso si se trata de la cola del supermercado.
Por una ciudad saludable
En el centro de acopio Los Defensores del Medio Ambiente en Manchay, Gregorio Soto, reciclador de 58 años, muestra las máquinas con las que prensa el plástico que luego vende a una multinacional dedicada a las bebidas. “Yo empecé con un triciclo, recorriendo las calles de Manchay. Ahora recogemos papel mixto, papel llano, plástico PET, plástico duro y cartón. Por cada kilo de plástico entero ganamos 1.20 soles y 2.60 si es prensado”, dice. Al mes, cada miembro de la asociación puede llegar a ganar entre 1,000 y 1,500 soles.
A lo largo del día llegarán hasta la puerta de la asociación distintos recicladores y recicladoras informales con, sobre todo, botella de plástico para vender. Como es el producto que más consumimos, es el más fácil de identificar entre la basura. El plástico sintético, derivado de los petroquímicos, cuenta con una gran cantidad de ventajas para la industria, principalmente se convierte en envases, utensilios, bolsas de basura y un sinfín de productos resistentes, impermeables, económicos y ligeros. El problema es que el 90.5% de estos residuos plásticos nunca han sido reciclados, según la Royal Statistical Society. El 12% se ha incinerado y el 79% ha ido a parar a vertederos o a la naturaleza, a lugares como la llamada “sopa de plástico”, esa isla en el centro del oceáno Pacífico que acumula desechos en un radio de 1´400,000 km2. En el caso del Perú, solo en Lima y Callo, según el Ministerio del Medio Ambiente, se generan 886 toneladas de residuos plásticos al día.
“Cuando yo empecé a trabajar en esto”, cuenta Albina, “ni el PET se recuperaba. La primera asociación que conformamos fue en 1998. Ahora hemos identificado a los recicladores informales que abren bolsas y transportan la basura en carretilla, bicicleta o mochila; los que están en los botaderos, que cada día venden lo que pueden; los intermediarios, ya capacitados, constituidos legalmente, vacunados y con una relación con las munipalidades y, finalmente, los avanzados, que ya cuentan un centro de acopio como el de Manchay”.
Según Ciudad Saludable, que ha sido capaz de crear un diálogo entre distintos actores (ciudadanos, recicladores, autoridades y organizaciones no gubernamentales) existen cerca de 110,000 recicladores en el Perú, pero el 86% todavía vive con menos de 1.25 dólares al día.
Alejandro Soto, de 54 años, es el presidente de Los Defensores del Medio Ambiente. “Nosotros hemos pensado hacia arriba. Reciclar ha sido una oportunidad para salir de la extrema pobreza. Mi hijo ahora puede estudiar en la universidad”, dice mientras selecciona las cosas que más tarde vendrán a recoger los llamados cachineros, “los que recuperan lo recuperable”, desde juguetes hasta instrumentos músicales rotos, zapatos, ropa, lámparas. “Aquí nos traen de todo, pero difícilmente vas a encontrar una botella de plástico en Manchay porque aquí hay bastante necesidad. Si los recicladores informales ven una, inmediatamente la asocian con el dinero que van a recibir por ella”.
Albina, que fue la única mujer de su clase en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), destaca el lado de humano del reciclaje. “Aquí también le dan trabajo a las señoras de mayor edad, que son las encargadas de realizar una selección más fina. Todos reconocemos una igualdad de género en este trabajo”, dice y vuelve a su mente el recuerdo de la primera imagen que tuvo del reciclaje informal como medio de subsistencia. Una noche a finales de los años noventa vio a una anciana llamada Margarita acompañada de 3 niños. Los 4 escarbaban entre la basura.¿Por qué recogen cartones? ¿Dónde venden esas botellas?, se preguntó. Empezó a salir con ella para ayudarla y Margarita le enseñó. Así nació la primera asociación de recicladores.
“Cada reciclador informal que ustedes ven en la calle recoge hoy para vender hoy y comer hoy. En cambio, cuando se organizan pueden sacar un mejor precio”, dice. El trabajo del reciclador individual depende de un intermediario que suele llevarse la mayor cantidad de dinero. Las asociaciones de recicladores, en cambio, ya tienen convenios con municipalidades y grandes empresas comprometidas con el medio ambiente.
¿Qué hacemos con la basura?
La acumulación de basura desencadena graves problemas de salud y contaminación. La nueva ley de gestión integral de residuos sólidos (DL 1278, promulgado en 2017) plantea 3 puntos que han marcado una diferencia en los últimos años, como “reducir residuos como prioridad, eficiencia en el uso de los materiales y residuos vistos como recursos y no como amenaza”. Sin embargo, las cifras siguen siendo ingobernables. Por dar un ejemplo, los peruanos consumimos al año 3 mil millones de las bolsas de plástico que tardarán 400 años en degradarse.
Según datos del MINAM, generamos más de 19,000 toneladas diarias de residuos sólidos, de los cuales el 52% termina en rellenos sanitarios y el resto en botaderos informales.
Para Albina la solución es “la suma de todos”. En sus inicios, ella pensó que era capaz de enfrentar la mala gestión de la basura en la comunidad donde vivía, pero esta comunidad se fue ampliando hasta que entendió que se necesitaba una mejor política pública, además de la participación de socios estratégicos, desde médicos y profesores hasta líderes sociales, empresarios y, por supuesto, el Estado.
Las campañas de sensibilización de Ciudad Saludable crecen a la par que las asociaciones de recicladores. Para Albina, la labor más importante para el futuro empieza por casa. Y en la suya se recicla. Donde alguien ve una galonera, ella ve una futura maceta, donde más tarde crecerán las plantas que, a su vez, atraerán mariposas y picaflores. Además, camina todo lo que puede para no usar un vehículo que contamine, convierte las sobras de comida en compost para sus plantas, no usa plásticos, evita los envases. Si ve una botella tirada en la calle, no puede seguir de largo. Su marido lo sabe y ambos se detienen para que esa botella puede entrar a un nuevo ciclo y, así, se pueda también transformar en pan para una familia de recicladores.
“¿Quién es esta loca?, me han dicho alguna vez”. Pero, para ella, una mente siempre positiva y con una sonrisa plena, una puerta cerrada es la posibilidad de abrir una ventana y mirar de cara al sol.
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