En estas circunstancias, hoy comienzan las inscripciones del año escolar 2021. No es difícil imaginar la inquietud de muchos padres de familia que se preguntan si la educación de sus hijos se volverá a ver perjudicada por la ausencia de clases presenciales.
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Las cifras se acumulan y cada día confirman que nos hallamos en una fase de alto riesgo y de recursos limitados para hacer frente a la COVID19. Lo que debemos evitar es que prospere la división en torno a muchas cosas que no sabemos sobre el virus, cuando lo que sabemos es más que suficiente para actuar con rapidez, unidad y determinación: mientras más infectados haya, se producirán más muertes. A falta de vacuna y sin camas UCI disponibles, nuestra única alternativa es redoblar el cuidado para evitar el contagio. Pese a los errores cometidos, todavía podemos mejorar la actitud preventiva a través de pruebas seguras y de cuidados en el primer nivel de atención, para evitar que la enfermedad llegue a sus fases avanzadas.
Incluso los países con más recursos y mejor calidad de gestión pública, tienen que rectificar caminos equivocados. El caso es particularmente agudo en Estados Unidos, donde el presidente Biden se ha fijado como objetivo vacunar un millón de personas diarias durante sus primeros cien días. Aunque algunos creen que el objetivo es modesto e insuficiente, hacerlo supone crear un verdadero dispositivo de guerra que sepa integrar los servicios públicos y la empresa privada, los hospitales, las cadenas de farmacias y la Fuerza Armada.
Del éxito de esta tarea urgente, dependerá que Biden se forje la imagen de un gobernante capaz de liderar y ejecutar. Israel sigue siendo el país que con más rapidez está aplicando la vacuna, puesto que lo ha hecho ya al 38% de su población. La misma cantidad de habitantes tiene Nueva York, que no llega ni a la tercera parte de ese porcentaje. La situación es todavía peor en algunos Estados del Sur, como Florida, donde las escenas de malestar y queja recuerdan la desorganización de países menos desarrollados. En el caso del Perú, en espera de la confirmación de contratos vinculantes con fabricantes de vacunas, urge prepararnos y superar fricciones. La más notoria de las fricciones la evidencian algunos gremios de médicos y trabajadores de la salud que han optado por la huelga. Es cierto que tenemos una diversidad de regímenes laborales y muchos contratos terminan en diciembre, pero no hay que esperar que los problemas estallen para actuar.
En estas circunstancias, hoy comienzan las inscripciones del año escolar 2021. No es difícil imaginar la inquietud de muchos padres de familia que se preguntan si la educación de sus hijos se volverá a ver perjudicada por la ausencia de clases presenciales. El desafío para el Estado es tanto mayor que numerosas familias han decidido retirar a sus hijos de colegios privados para ponerlos en escuelas públicas.
El historiador norteamericano Charles Walker publica en La República un artículo sobre el mariscal Agustín Gamarra. Desde el título, se percibe la ambigüedad de su punto de vista sobre Gamarra, quien fuera coronel quechua-hablante del ejército español y después general patriota, vencedor de Ayacucho, dos veces presidente de la República y destacado enemigo de la Confederación Perú Boliviana, contra la que combatió bajo órdenes del general chileno Manuel Bulnes. Patriota hasta su último aliento, pero no siempre, es el sibilino título del artículo de Walker quien se pregunta porqué el súbito cambio que lo llevó a presentarse ante San Martín, un día como ayer hace 200 años. “Pudo ser por pragmatismo”, contesta, ante el riesgo creciente de que los españoles fueran derrotados. Pero también “por cambio de mentalidad”, es decir el rechazo a que los españoles siguieran gobernando el Perú. Gamarra murió en el campo de batalla de Ingavi, en 1841. Su entierro dio lugar a un célebre discurso fúnebre de Bartolomé Herrera, que contribuyó a desarrollar el pensamiento conservador en el Perú.
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