Constantemente hemos escuchado que Perú es un país de emprendedores. El ingenio peruano, la creatividad, el empuje de sacar un negocio adelante pese a la crisis es algo que caracteriza a los peruanos y peruanas. Y si antes, la tendencia para decidir emprender era por necesidad, ahora se están viendo más emprendimientos que surgen por oportunidad. Sin embargo, apostar por una idea y hacerla realidad resulta más difícil para las mujeres que para los hombres, y esto ocurre a nivel mundial.
“Las mayores motivaciones de las mujeres peruanas para emprender son mayor flexibilidad horaria y obtener mayores ingresos, mientras que para el caso de los hombres es desarrollo de producto o servicio”, detalla el reporte Brechas para el Emprendimiento en la Alianza del Pacífico. Por eso son tan importantes las iniciativas de capacitación para emprendedoras que las guíen al momento de iniciar su negocio propio.
Una de ellas es DreamBuilder Perú, un programa de aprendizaje en línea a nivel global que funciona en alianza con la escuela de negocios estadounidense ThunderBird School of Global Management y FreePort McMoran, y que trabaja con aquellas mujeres que desean iniciar o hacer crecer sus propias pequeñas empresas a nivel nacional.
“Tenemos alumnas que empezaron con cero soles, pero fueron creciendo poco a poco. Por eso el mensaje que les mandamos siempre es que no posterguen la idea hasta que ‘tengan plata’. No es necesario, pueden empezar de poco a poco”, explica Mariel Quiroz, directora de DreamBuilder Perú.
Parte de la enseñanza se realiza a través de una telenovela, donde el personaje ficticio de Doña Alma tiene una panadería y comparte sus experiencias y conocimientos sobre gestionar su propio negocio. De esta manera, las mujeres de ciudades como Arequipa, Moquegua, Cusco, entre otras, pueden aprender de manera didáctica y comenzar a realizar su plan de negocio.
Muchas de ellas se ‘escapaban’ de sus casas para llevar las clases o dejaban cocinando el almuerzo para ir a las charlas y luego regresaban corriendo, recuerda Mariel. Ahora que llegó la pandemia, las clases son completamente virtuales y, hasta agosto de este año, tenían más de 20 mil personas inscritas en todo el país.
“Tenemos alumnas desde los 15 años hasta mujeres adultas de 80 años, que ahora se desempeñan en diferentes rubros como artesanías, chocolatería, panadería, carpintería, bordados y hasta agencias de turismo”, detalla Mariel.
Una de las historias que más recuerda es la de la señora Hilda, de 50 años, que vive en Cerro Colorado, en Arequipa. Con sólo haber cursado hasta el 5to de secundaria, Hilda trabajaba vendiendo raspadillas de un tercero en la puerta de los colegios. Cuando conoció esta red de empoderamiento y emprendimiento se le ocurrió hacer y vender ella sus propias raspadillas, pero se percató de que le faltaba una licuadora. Entonces, una de las compañeras del programa le dijo ‘te puedo ayudar’ y alquilaron juntas un ambiente para hacer sus raspadillas. Ahora Hilda tiene tres puestos de raspadilla y le ha podido dar trabajo a sus dos sobrinas.
El empuje necesario
Desde enero hasta agosto del 2020 se han registrado más de 68 mil casos de violencia contra la mujer, según cifras del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP). Una de las maneras de revertir esta situación es mediante el empoderamiento económico de las mujeres, ya que les permite obtener medios para salir adelante y no depender del abusador. Pero para poder dejar un círculo de violencia es necesaria una red de soporte y de contención que no juzgue a la víctima y le garantice un espacio seguro.
“Qallariy”, que significa ‘comenzar de nuevo’ en quechua, es una asociación civil sin fines de lucro, que trabaja con mujeres víctimas de violencia de la comunidad Nievería en Huachipa y las acompañan en sus procesos de duelo, de deslegitimación de la violencia, de desarrollo y de fortalecimiento.
Paralelamente al apoyo psicológico que se les brinda a las mujeres, también se las apoya para que continúen educándose. “Yo les digo que tienen que terminar su carrera porque ese es uno de los puntos álgidos que permite que el abusador, abuse. Porque no tienen conciencia para leer o informarse de sus derechos y lo que necesitan”, cuenta Rosabel Maza, directora general y fundadora de Qallariy.
De esta manera, esta red de soporte trabaja con mujeres en pobreza extrema y las ayuda a que puedan emprender. La mayoría de ellas estudia cuidado de niños y niñas, costura, corte y confección. Otro grupo grande estudia repostería, cosmetología, serigrafía, entre otros oficios. De esta manera, pueden obtener los conocimientos y mejorar sus capacidades para tener un negocio propio.
“Las apoyamos cuando quieren abrir un negocio. Por ejemplo, si una necesita dinero para abrir su peluquería, lo gestionamos y las ayudamos a comprar los implementos con la idea de que, en el futuro, ella pueda devolver lo prestado para que sea utilizado con otras mujeres del centro”, cuenta Rosabel.
De mujeres para mujeres
Equilibrar el tiempo dedicado al hogar con el trabajo suele ser más difícil para las mujeres debido a la recarga en las tareas domésticas que tradicionalmente se les han asignado. Por ello es importante tener una red que permita el apoyo entre sus integrantes para empoderarse económicamente.
Una de estas redes es Mujeres Ecosolidarias, una asociación de recicladoras liderada por mujeres, que buscan hacer del reciclaje una actividad rentable, formal y replicable para generar oportunidades de trabajo a mujeres que lo necesiten. Actualmente tienen 25 socias y se encargan de recuperar residuos de la ciudad de Arequipa para reinsertarlos en la industria como materia prima, lo que también contribuye al cuidado del medio ambiente. Además, realizan productos 100% hechos con plástico reciclado como maceteros y posavasos.
El hecho de que esta asociación esté liderada por mujeres permite que conozcan y comprendan las dificultades que pueden atravesar sus socias. “Aquí podemos crear o adecuar nuestras reglas, de acuerdo a nuestras necesidades. La mayoría somos mamás y sabemos que organizándonos podemos salir adelante”, cuenta Libia Apaza, presidenta de Mujeres Ecosolidarias.
En esa línea, cuenta que, para el Día de la Madre, las mujeres de su asociación querían asistir a la actuación de sus hijos e hijas, y conscientes de ello, pudieron flexibilizar los horarios y completar algunas horas días antes para que todas tengan tiempo de ir a ver los espectáculos. “Esa es una gran ventaja porque nos permite ser solidarias con todas las socias”, agrega.
Mujeres Ecosolidarias realiza talleres y activaciones para difundir la labor y el trabajo que realizan. En el 2019 llegó a 16,000 mujeres promoviendo el cuidado del medio ambiente y el reciclaje de ‘basura’ que convierten en materia prima.
Este año la pandemia las golpeó duro, señala Libia. “Sobre todo porque tenemos señoras mayores dentro del grupo. Pero logramos gestionar apoyo de las empresas con las que trabajamos, recaudando fondos para ellas y que no se sientan abandonadas”, comenta.
“Ser mujer y trabajar es difícil, pero no imposible. El cambio está en cada una de nosotras, de cómo miramos y aspiramos a conseguir nuestras cosas”, afirma Libia. Y no hay nada más cierto, el cambio empieza por una, pero si tienes un grupo de mujeres fuertes y empoderadas que te ayudan a progresar, la mochila se hace menos pesada.
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