Según un informe realizado por IPSOS en mayo, en el Perú, el 54% de las mujeres que contaban con trabajo antes de la crisis, han pasado a estar desempleadas durante la cuarentena, en comparación con un 48% de hombres.
En Perú, la pandemia ha impactado económicamente tanto a hombres como a mujeres. Sin embargo, la discriminación estructural que existe contra la mujer ha hecho que su participación laboral se concentre en actividades de baja remuneración y en roles que han limitado su progreso. Según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), al 2018, el 44% de la población económicamente activa estaba conformada por mujeres y de ellas, el 75% se encontraba en situación de informalidad.
En su mayoría, son las mujeres de sectores socioeconómicos más vulnerables quienes se desempeñan en los sectores de cuidados y servicios, sin contar en muchos casos con derechos laborales. Como consecuencia, de acuerdo con la Defensoría del Pueblo, durante la crisis han perdido su empleo, han sido obligadas a tomar sus vacaciones en algunos casos, y han sobrecargado su jornada con tareas domésticas y, hasta, se han contagiado de la COVID-19.
Por tal motivo, según la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM), es importante evaluar la pobreza nacional entendiendo los obstáculos que enfrentan hombres y mujeres para salir de ella, pues son de distinta naturaleza. Para ellas, la pobreza va más allá de la falta de ingresos; se expresa en otras dimensiones, tales como pobreza de oportunidades, de trabajo, de tiempo, de acceso a la tecnología, entre otras manifestaciones.
A continuación, te contamos cuáles son las desigualdades que dificultan el progreso de las mujeres hacia el mercado laboral formal, para comenzar a impulsar los cambios necesarios:
Deserción escolar temprana
Estudios del INEI, evidencian que la libertad de la mujer aumenta si cuenta con mayor nivel de instrucción, ya que al educarse obtienen las herramientas necesarias para desarrollarse. Cabe destacar que en Perú, durante los últimos años, se ha venido registrando una tendencia a la baja en cuanto a deserción escolar, pero debido a la crisis originada por la COVID-19 corre el riesgo de revertirse.
De igual forma, antes de la pandemia, ya existían factores que obligaban a niñas y adolescentes a abandonar su educación, siendo uno de ellos el embarazo adolescente. Según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar, a 2017, el 13.4% de las adolescentes entre 15 a 19 años estaban embarazadas o eran madres.
Por otro lado, también es necesario reflexionar sobre cómo el desarrollo de las capacidades de las niñas y adolescentes son limitadas por estereotipos que las coloca en los roles de maternidad, cuidado doméstico y servicio.
Antes de la pandemia, según el Ministerio de Educación, el 40% de niñas y adolescentes que vivían en ámbitos rurales abandonaban el colegio por motivos familiares. Actualmente, también son ellas las que han sufrido los impactos de la carga del hogar debido a la permanencia en casa y según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), evidencia de pandemias pasadas ha demostrado que las adolescentes se encuentran en particular riesgo de no retornar a la escuela cuando la crisis haya terminado.
Dificultad para delegar el cuidado del hogar y crianza
Nuestra sociedad está marcada por las desigualdades que son toleradas y reproducidas en la interacción dentro de las familias, sin embargo, en muchos hogares peruanos existe poca o ninguna posibilidad de delegar el trabajo doméstico no remunerado y la crianza de los menores a terceros.
Según el estudio ‘Impactos de la epidemia del coronavirus en el trabajo de las mujeres en el Perú’ realizado por GRADE, uno de los cambios más importantes en nuestra sociedad es la monoparentalidad, que en los datos más recientes alcanza cerca de 38% de los hogares del país y en su mayoría, son presididos por una mujer.
Es así como madres solteras asumen solas aquellas responsabilidades domésticas que limitan su autonomía y posibilidad de realizar trabajos formales, pues un 81% de ellas tiene a cargo niños pequeños menores de 6 años o personas dependientes (enfermedad, discapacidad o adultos mayores) que requieren especial cuidado. En consecuencia, acceden a ocupaciones con horarios más reducidos –empleos parciales, informales y autoempleo– que les permitan conciliar sus labores domésticas con las remuneradas, lo cual se refleja también en la reducción de sus ingresos.
Estereotipos al elegir un oficio
Las desigualdades también se manifiestan al momento de elegir el futuro profesional, al considerar que existen oficios específicamente para hombres y para mujeres. Según la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM), la persistencia de la segregación entre hombres y mujeres en el ámbito laboral, da lugar a que las mujeres se concentren desproporcionadamente en sectores como el comercio, alimentación, servicios, la industria manufacturera, textil, entre otros
Durante la pandemia, como parte de las medidas para prevenir la propagación de la COVID-19, estas áreas han sido las más afectadas. De acuerdo a IPSOS, el 54% de las mujeres que contaban con trabajo antes de la crisis, han pasado a estar desempleadas durante la cuarentena, en comparación con un 48% de hombres.
Lamentablemente, el reingreso de las mujeres al mercado laboral será más lenta, pues la reactivación económica se está dando primero en sectores que suelen emplear más a hombres, como la minería, la industria y la construcción.
Discriminación hacia mujeres indígenas, afrodescendientes y migrantes.
De acuerdo con la OIT, pese a que las mujeres indígenas y afrodescendientes representan un gran porcentaje de la población, son las que enfrentan menores posibilidades de lograr éxito laboral. De hecho, según el Institute for Women's Policy Research, las mujeres indígenas y afrodescendientes constituyen uno de los grupos más golpeados por las tasas de desempleo durante la pandemia.
En su cotidianeidad enfrentan una doble discriminación por su condición de mujeres y de indígenas o afrodescendientes, lo que acrecienta las barreras para superar la pobreza y desigualdad de oportunidades. Según el informe “Diagnóstico sobre la problemática de género y la situación de las mujeres afrodescendientes en el Perú”, elaborado por Mónica y Sofía Carrillo Zegarra, las mujeres afroperuanas en comparación a las mujeres blancas y mestizas tienen limitadas oportunidades para el acceso y permanencia en la educación básica y superior, lo que ocasiona un bajo nivel competitivo académico para la inserción en un mercado laboral.
Además, agregan que, el racismo y sexismo limitan sus posibilidades en las opciones laborales, pues estas responden a estereotipos que las encasillan en oficios relacionados al servicio doméstico, los grupos de danza, entre otros.
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