Esta semana hemos superado el récord de muertos y el de contagiados, sin que por ahora podamos prever cuándo comenzará a bajar la curva epidemiológica.
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Además del impacto moral producido por el uso irregular de las vacunas adicionales de Sinopharm, las revelaciones de los últimos días nos hacen correr el riesgo de desviar el intererés y la energía política de los objetivos impuestos por la pandemia: acoger a los infectados, vacunar lo más rápidamente posible y aliviar las consecuencias económicas de las restricciones sanitarias. Esta semana hemos superado el record de muertos y el de contagiados, sin que por ahora podamos prever cuándo comenzará a bajar la curva epidemiológica. La fiscalía, la contraloría, la comisión del Ejecutivo y la del Congreso deben investigar hasta las últimas consecuencias, pero, pese a la indignación, a la clase política le corresponde garantizar la eficacia respecto de tres puntos: el mantenimiento de las negociacioens con China y los otros países productores de vacunas, la distribución de bonos y el acceso al oxígeno. En caso contrario, los que, a falta de empleo esperan ayuda se convertirían en víctimas indirectas de la irresponsabilidad de algunos y la pasividad de otros. La distribución del bono de 600 soles es una prioridad de la que dependen millones de familias que no deberían verse obligadas a hacer colas para cobrarlo.
Respecto del oxígeno, resulta escandoloso que el Estado no se haya preparado después de la experiencia traumática que vivimos durante la primera ola. No disponemos de una explicación convincente sobre las causas de una grave carencia que era previsible, pero el periodista Jaime de Althaus sostiene en el portal digital Lampadia que la verdadera causa de la lentitud con la que procede la Dirección general de medicamentos, insumos y drogas, DIGEMID, es el papel atribuido a los químicos farmaceúticos. La ley obliga a que las empresas que quieran importar “concentradores” de oxígeno contraten a profesionales de ese gremio, aunque se trate de un aparato para uso doméstico. Se han conocido casos de empresas que han traído al pais concentradores para sus trabajadores, pero que se han visto obligadas a verlos permanecer durante meses en depósitos del aeropuerto, en espera de una enésima aprobación. Althaus sostiene que la DIGEMID se ha convertido “en la práctica en una agencia de empleo de químicos farmacéuticos. Esa entidad ha sido capturada por ese gremio, que la usa como si fuera su propiedad… Neo patrimonialismo puro”, concluye.
Pese a la dureza del momento que estamos viviendo, resulta conveniente estimular a los niños y adolescentes a aprovechar el tiempo que pasan frente a pantallas y redes sociales. Algunos museos peruanos organizan visitas guiadas a sus instalaciones, pero también los grandes museos del mundo como el Louvre de París, el Británico de Londres, el Metropolitano de Nueva York, el Prado de Madrid, el Egipcio de El Cairo. Por su parte, la industria editorial peruana viene resistiendo, con una oferta dirigida a todos los públicos, incluyendo publicaciones especializadas para niños. Entre los libros de reciente aparición, podemos destacar un libro de ensayos que lleva el bello título de Los rostros del perdón. Se trata de 16 contribuciones leídas en un coloquio internacional organizado en Lima por la Confederación mundial de instituciones universitarias católicas de filosofía, COMIUCAP. Editado por los filósofos Salomón Lerner Febres y Miguel Giusti, el libro da la palabra a juristas, historiadores, psicoanalistas, filósofos y teólogos para abordar el tema del perdon, que según los editores “es una experiencia humana honda y compleja que exhibe diferentes rostros conceptuales o metafóricos”. Un momento central del coloquio parece haber sido el diálogo entre los presidentes de las comisiones de la verdad del Perú y de Colombia. El colombiano De Roux se refirió a “la crisis espiritual de una nación”, es decir “el profundo deterioro de la actitud ética de la sociedad que acarreó una prolongada espiral de muerte y crueldad sobre la bases de pretextos ideológicos…”.
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