El 31 de mayo de 1970 un terremoto de magnitud 7.9 remeció la región Áncash. La ciudad de Yungay fue prácticamente borrada del mapa por un alud de tierra y lodo.
El 31 de mayo de 1970, a las 3:23 p.m., se registró un devastador terremoto de magnitud 7.9 con epicentro en Áncash. El remezón provocó un aluvión que literalmente sepultó la ciudad de Yungay. Más de 50 mil personas murieron aquel día.
Traumaturgo Romero Adrián tenía seis años cuando ocurrió la tragedia. A sus cortos seis años, venció a la muerte ya que, según contó, fue arrastrado por más de un kilómetro por una masa de lodo y piedras.
“Estoy vivo de milagro. Aquel día decidí seguir a mi hermano Juan, quien iba a jugar fútbol motivado por el inicio del Mundial de México 70. Cuando el partido iba a dar inicio, todo empezó a temblar, los cerros se desmoronaban y eran cubiertos por un manto gris de barro y piedras que bajaba de lo alto del Huascarán”, recordó en diálogo con RPP Noticias.
Según su relato, mientras la tierra de movía, todos los jóvenes, entre ellos su hermano, se arrodillaron con las manos juntas para clamar a Dios por sus vidas. Muchos de ellos murieron. “Mi hermano corrió para salvarse. Él me cuenta que el barro era como una serpiente que lo seguía y quería alcanzarlo”, detalló.
El alud arrastró todo a su paso. árboles, animales, casas, carros y personas. Traumaturgo también fue arrastrado por la masa de lodo y piedras. Despertó, desorientado y sin fuerzas, varias horas después. Un vecino lo encontró y lo llevó a su casa, donde comprobó que su hermano y su madre también habían sobrevivido.
Otro relato
El docente Javier León León también fue un sobreviviente de la tragedia. Tenía 22 años cuando ocurrió el terremoto y fue testigo del desastre más grande que arrasó su querido Yungay.
“Estaba acompañado de un grupo de amigos. Vimos cómo una nube gris oscura caía sobre la ciudad, haciendo un ruido muy fuerte. Solo atinamos a subir a lo alto de una roca, cubrirnos la cabeza y esperar lo que suceda”, recordó.
Javier León resaltó que aquel día más de 40 escuelas de Yungay y pueblos aledaños quedaron bajo el barro. Unos 40 niños, entre 4 y 10 años, quedaron huérfanos en la tragedia. Según su relato, tras la tragedia, muchos menores fueron adoptados y viajaron a Lima o al extranjero.
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