Orlando Macharé, licenciado de la San Marcos, cree que hay situaciones nuevas “inconcebibles” para los piuranos, quienes han “normalizado la desgracia”. “Hay costumbres que no cambian de la noche a la mañana”, dijo en entrevista con RPP.
Un video de vecinos saliendo a bailar a la calle en pleno domingo de inmovilización social en homenaje al Día de la Madre; entierros masivos sin considerar el alto riesgo de contagios; una fila larga de personas para comprar cerveza; miles de detenidos por incumplir el estado de emergencia y un sistema hospitalario que ha colapsado ante la pandemia del nuevo coronavirus. Esto pasa en la región Piura, pero en otros lugares del país, también. ¿Es relajo, irresponsabilidad, inconsciencia de algunos? ¿Todo junto? ¿Un patrón de conducta exclusivo del norte del Perú?
RPP Noticias conversó con el sociólogo talareño Orlando Macharé en busca de respuestas. Licenciado en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, fue analista en la Secretaría Nacional de la Juventud en 2017 y participó de la elaboración del Informe Nacional de las Juventudes en el Perú 2016-2017, entre otras labores. Aquí la entrevista.
¿Por qué en Piura hay un grupo de personas que no cumple con el aislamiento ni la distancia social?
Son personas que no logran percibir el peligro al cambio que ha supuesto esta pandemia, porque todavía no están siendo afectados directamente o no les importa este panorama, situación que podría cambiar si llegan a perder a familiares, amigos o personas del entorno cercano.
Por ejemplo, en un barrio ubicado en la provincia piurana de Talara, al principio de la pandemia, nadie acataba con seriedad la disposición del Estado. No fue sino hasta que en ese lugar fallecieron cinco personas por la COVID-19 que los pobladores cambiaron de actitud. Ahora nadie sale.
Hace poco hubo un entierro del alcalde del centro poblado de Casagrande (distrito La Arena, provincia de Piura) con gran cantidad de gente. ¿Tanto cuesta dejar de lado las creencias y costumbres, pese al peligro de contagio?
En Piura, los velorios son un motivo de reuniones masivas donde la gente recuerda, conversa. Luego del fallecimiento es una costumbre realizar misas de los 7 días, de 15 días, de los 30 días… Imagínate ahora enterrar a alguien y que solo participen dos personas. Si tu familiar murió en la mañana, enterrarlo en la tarde para evitar que esté expuesto. Eso es inconcebible para el piurano. Esta pandemia ha roto por completo toda la costumbre de la gente, todos los hábitos que uno aprende de décadas y eso cuesta muchísimo.
Pero hay también de los que salen por necesidad…
Tiene que ver con los ciudadanos que no quisieran salir, pero deben hacerlo para poder llevar un pan a su mesa. Son aquellos que viven del día a día y deben trabajar o los que salen a cobrar el bono solidario del Estado.
Ahí hay una disyuntiva entre el "me quedo en casa” esperando que pase la pandemia porque estar fuera significa “contagiarme" o "salir porque debo comer". Esta doble elección significa que la gente está en una constante presión.
¿Qué otros factores existen?
En los últimos 30 años, Piura ha sufrido los embates del Fenómeno de El Niño, lo cual ha hecho que el piurano normalice la desgracia. Esto se suma a la forma en cómo se han gestionado los recursos y cómo se han atendido las emergencias. Eso ha traído como consecuencia una desconfianza en las autoridades.
Según el boletín de gobernabilidad del INEI del 2018, en Piura, los niveles se desconfianza en los gobiernos son muy altos. La mayoría de las personas entrevistadas en Piura tienen una percepción de que el gobierno de nivel central, regional, provincial y distrital tienen una mala gestión.
Si se combinan estos factores y no se sienten afectados por la pandemia, los ciudadanos tomarán la postura de "no haré caso a las autoridades en las que no confío". Algunas autoridades se han ganado a pulso esta desconfianza por malversaciones, corrupción o actos que atentan contra la moral pública desde el punto de vista del ciudadano de a pie.
¿Qué tanto influye el liderazgo de las autoridades durante esta emergencia?
En sociología se identifica a las figuras de autoridad, es decir, presencia y respeto que imprimiría una persona o una institución como lo es el presidente Martín Vizcarra en Moquegua, su tierra; lo que él dice ahí es ley. O lo que harían, en algunos casos, con cierto abuso, las rondas campesinas de las zonas altoandinas como Ayacucho Apurímac e incluso Piura. No se trata de un cargo público, si no de a quién seguir.
Esta figura no se ve en Piura, no hay a quién seguir. Hay muy poca confianza en las autoridades y por ende, lo que dicen las autoridades no se lo toman en serio.
¿Cuál es el principal cambio en Piura a causa de la COVID-19 y por qué algunos no pueden asumir?
Uno de estos hábitos tiene que ver con la cercanía que significa el tejido social de la gente; es decir, las relaciones, la comunicación, el abrazo, el lenguaje corporal y que está íntimamente ligado con las costumbres. Es muy difícil que de la noche a la mañana te digan que no puedes ir a tal lugar porque antes lo que para ti significaba una exposición a la algarabía, festín, a la posibilidad de compartir ahora es un riesgo de contagio. Todo esto es materia de estudio.
Considerando estos patrones de conducta, ¿qué es lo que deben hacer las autoridades nacionales o cómo deberían mirar el caso piurano?
Se debe escuchar más a los piuranos, específicamente a los técnicos. Por ejemplo, durante la época del Fenómeno del Niño Costero, la Universidad Nacional de Piura y la Universidad de Piura propusieron una serie de medidas para el manejo del río pero no fueron escuchados por las autoridades en Lima. Eso también tiene que ver con esta predisposición a considerarse que parece que todo se soluciona desde Lima.
Y pues, la personalidad del piurano es de ser terco, pero también orgulloso. Y hay muchos técnicos que han ido a Lima donde desconocen la realidad, además, no tienen un trato muy adecuado con los piuranos.
¿Qué se puede hacer desde la misma gente?
Involucrar más a la población y a sus organizaciones sociales, juntas directivas, juntas vecinales, organizaciones barriales, las cooperativas, las comunidades campesinas. Piura tiene las dos comunidades campesinas más grandes a nivel nacional: Catacaos y Sechura, las que no han sido convocadas ni por el Ejecutivo ni por autoridades sanitarias. Y son instituciones que sí funcionan en época de desastre.
Las autoridades deben recuperar la confianza de los ciudadanos ...
Hay muchos aspectos que predisponen a algunos norteños a no acatar el aislamiento, pero hay que precisar que la región Piura no es la única donde hubo rebeldes. Situaciones parecidas se observaron en otras regiones del Perú.
Hay que hacer todo lo posible para devolver, desde los órganos de gobierno, la confianza en las autoridades. Si tú no confías en tus autoridades, no existe la posibilidad de acatar un Estado de Emergencia. Si no confías en el gobernador, si no confías en los alcaldes provinciales y distritales es muy difícil proponer medidas de contención de control en la población.
El hecho de que la población no confía en nadie finalmente revierte en una situación anómica en el sentido de desorden, cada uno hace lo que quiere.
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