Interpretando que el “rechazo de plano” de la cuestión de confianza constituye un “rehusamiento” de la confianza solicitada por Aníbal Torres, Castillo ha aceptado la renuncia del primer ministro y procederá a la renovación del gabinete.
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El primer ministro ha renunciado y el presidente Castillo ha aprovechado para pasar al ataque. Interpretando que el “rechazo de plano” de la cuestión de confianza constituye un “rehusamiento” de la confianza solicitada por Aníbal Torres, Castillo ha aceptado la renuncia del primer ministro y procederá a la renovación del gabinete.
Al optar por esa estrategia, Castillo fuerza la interpretación de las normas para avanzar, sin duda, hacia el objetivo que según él solicita el pueblo, disolver el Congreso. Castillo hubiera podido aprovechar la renuncia de Torres para formar un gabinete de moderación y consenso. Pero ha optado por lo contrario: escalar la confrontación y dar una respuesta demagógica a los graves cuestionamientos por corrupción que pesan sobre él.
Su breve discurso de anoche terminó con lo que ha venido repitiendo en busca de apoyo popular: la reducción de toda crítica contra su desempeño a la simple expresión de “intereses de élites y minorías”.
Torres dejará el recuerdo de un experimentado abogado que puso su retórica belicosa al servicio de un presidente que lucha por sobrevivir política y judicialmente. Se hubiera podido esperar de Torres que compensara las carencias de Pedro Castillo para moderar el populismo y la polarización.
Pero, lejos de eso, Torres optó por la lógica de la división y la diabolización del adversario, atizando las diferencias sociales, geográficas y étnicas. Su proclividad a los excesos lo llevó a defender al dictador nazi Adolf Hitler, lo que ninguna autoridad del Estado peruano había hecho desde los lejanos tiempos del fascismo criollo surgido del sanchezcerrismo.
Será recordado por sus diatribas contra la prensa independiente y sus ataques misóginos. Hubiera podido renunciar para dar paso a un sucesor con talante democrático y capacidad de gestión. Lo que deja es una democracia amenazada y un presidente Castillo capaz de arriesgar la paz social antes que reconocer su incapacidad.
Las cosas como son
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