El expresidente Alejandro Toledo ofreció ayer una entrevista, en la que intentó convencer de su inocencia y en consecuencia de su calidad de víctima.
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El expresidente Alejandro Toledo ofreció ayer una entrevista a la Agencia española de noticias EFE, en la que intentó convencer de su inocencia y en consecuencia de su calidad de víctima. La víspera, Toledo había afirmado que no introduciría más recursos para hacer retardar una extradición que ya había sido decidida por la Justicia y por el gobierno federal de Estados Unidos.
Y, sin embargo, horas después se conoció una “moción de emergencia” que su defensa presentó ante un tribunal de Columbia, es decir, a cuatro mil kilómetros de California. La “moción” fue rápidamente denegada por la Justicia, por lo que Toledo no tiene más alternativa que presentarse ante la sede judicial de San José, donde será internado hasta que sea entregado a funcionarios venidos del Perú.
Los documentos judiciales muestran una cierta irritación ante un justiciable que inicialmente recurrió al dinero público para contar con un defensor de oficio, antes de contratar los servicios de un muy cotizado estudio de abogados. Toledo dice que acepta la decisión de la Justicia de Estados Unidos, pero formuló serias críticas a la Justicia peruana: que está dominada por fujimoristas que no le perdonan “haber derrotado a la dictadura”, que tiene menos independencia que la de China, Sudán o Nigeria, que ha firmado un acuerdo indigno con la empresa Odebrecht, que vehiculiza los prejuicios raciales contra el primer presidente de origen indígena en la historia del Perú.
Según Toledo, el Perú ha vuelto a vivir bajo una dictadura en complicidad con el fujimorismo, las grandes empresas y el narcotráfico. Reconociendo el fracaso de sus maniobras judiciales, Toledo solo pide que no lo “maten en la cárcel” y alude a los “remanentes de un cáncer”, enfermedad que no figura en su declaración de salud del pasado mes de marzo. En suma, el expresidente permanece constante en su demagogia, en el victimismo y en su incapacidad de ponerse a la altura de la confianza que alguna vez le ofreció la mayoría de los peruanos.
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