Tras la presentación de los nuevos Versa 3, Inspire 2 y Sense, la firma Fitbit compartió algunas precisiones sobre los datos obtenidos por los usuarios y establecer medidas eficaces para la detección de COVID-19 desde estos wearables.
Con la expansión de la COVID-19 hemos sido testigos de una aceleración tecnológica nunca vista, que busca maneras eficientes para analizar datos y desarrollar estrategias que ayuden a reducir el impacto de este virus en el mundo. Fitbit ha anunciado una nueva generación de dispositivos que, dentro de las funciones, buscan optimizar la manera en que establecemos una cultura de salud preventiva, y apuntan a obtener métricas consistentes que les permitan, en un futuro no tan lejano, detectar con estos implementos casos de COVID-19.
Como parte de la presentación, Eric Friedman ha salido a explicar, en su rol de CTO de la firma, los esfuerzos de la empresa por llevar a cabo esta investigación y definir los parámetros que analizarán para lograr la detección temprana de esta nueva cepa de coronavirus en su vasta base de usuarios.
“En enero de este año, se publicaron los resultados de un estudio que mostró cómo los datos de los dispositivos Fitbit mejoraron significativamente las predicciones de brotes de enfermedades similares”, señaló el ejecutivo. “Con el surgimiento de la COVID-19 solo unas semanas después, hemos acelerado nuestro trabajo sobre las enfermedades respiratorias y hemos pasado de analizar las enfermedades a nivel de población a centrarnos en la detección de enfermedades individuales”.
Parte de esta investigación requiere algunos colaboradores de experiencia. Fitbit ha logrado establecer alianzas con organizaciones a nivel global, como la Universidad de Sídney, el King College de Londres y la Universidad Tecnológica Nacional de Singapur “Nuestro objetivo es poder alertar a las personas de que pueden estar enfermas antes de que noten los síntomas, para que puedan aislarse y hacerse pruebas, y así ayudamos a detener la propagación del virus”, añade Friedman.
En concreto, el proyecto se enfrenta a dos condiciones claras: la primera, es la cantidad de días que pasan para que un caso dé positivo por COVID-19 luego de realizar las pruebas. La segunda es el costo de tomar una prueba permanentemente para analizar la evolución de la COVID-19 en millones de personas a diario.
Para el doctor Mike Snyder de la Universidad del Laboratorio de Innovación de Stanford, el tema pasa por el uso de los sensores de los relojes inteligentes: “Si tenemos un 60% de personas con smartphones, y cada una accede a un smartwatch, tendremos un medidor de salud para el 60% del planeta. Creemos que los dispositivos portátiles son realmente poderosos porque pueden realizar muchos tipos de mediciones: la frecuencia cardíaca en reposo, las variaciones en la frecuencia cardiaca y respiratoria, todo tipo de señales. Y todos estos son signos de su salud”
Para el investigador, la posibilidad de medir la actividad cardíaca en reposo es clave para determinar situaciones de riesgo ante cifras altas o bajas, que puedan notificar al usuario sobre complicaciones.
“En realidad, se está ejecutando un estudio de dos partes”, añade Snyder. “La primera parte es para ver si podemos detectar COVID-19 con un reloj inteligente, y nos estamos asociando con Fitbit para hacer esto. Lo siguiente es desarrollar algoritmos para calcular cuál es la condición normal del usuario, y luego buscamos anormalidades a partir de esa línea, medimos saltos que indiquen que una persona está enferma”.
Con este monitoreo, y añadiendo la información que recoge el GPS, se puede determinar si la persona está en casa y mantiene una cuarentena responsable con la que evita contagiar a compañeros de trabajo o estudios.
De momento, los voluntarios inscritos en este programa superan los 100 mil, y 900 ya han reportado ser casos confirmados de COVID-19. Los datos analizados se basan en rutinas pasivas y de reposo, que justamente mantienen una estabilidad mayor en la actividad cardíaca. Ante cualquier anomalía detectada en esas condiciones, el sistema puede detectar un caso temprano de COVID-19.
“Medimos algunas variables que consideramos fuertes” menciona Eric Friedman. “Primero, la frecuencia respiratoria, que obtenemos midiendo las respiraciones de las personas cuando duermen. Luego, medimos la frecuencia cardíaca en reposo, que es la frecuencia cardíaca registrada justo antes de despertar por la mañana. Por último, analizamos las variaciones cardíacas en reposo, que es la variación de los latidos del corazón mientras una persona duerme”.
En una muestra obtenida durante varios días, los algoritmos pueden determinar si la persona ha tenido alteraciones en estos valores y si estos pueden ser considerados parte de un prediagnóstico de COVID-19.
“Como pueden ver, nuestro cuerpo comienza a luchar contra la enfermedad antes de que aparezcan síntomas visibles, y creemos que podemos detectar de manera confiable estas señales, lo que nos brinda una oportunidad increíble para adelantarnos al virus y ayudar a alertar a las personas que podrían estar enfermas antes de que, sin saberlo, comiencen a contagiar a alguien más”, menciona Friedman.
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