RPP Noticias conversó con guionistas para conocer su opinión sobre los motivos que hacen de ‘Yo soy Betty, la fea’ uno de los títulos favoritos de Netflix.
Ni sus 335 capítulos ahuyenta a quienes deciden verla: “Yo soy Betty, la fea”, la telenovela colombiana creada por Fernando Gaitán a fines de los años 90, se ha mantenido en la lista de las 10 producciones más vistas de Netflix. A veces, la ficción que narra el ascenso de una secretaria de presidencia en la compañía de Ecomoda desaparece del ranking, pero días después vuelve inevitablemente a su puesto, allí, entre las preferidas.
Ingresó a la plataforma en octubre de 2019 y ya quisiera “El juego del calamar” tener su buena estrella, incapaz de apagarse en más de dos años de presencia en el catálogo de ‘streaming’. Un éxito similar disfrutó cuando salió al aire, entre 1999 y 2001: rompió récords de sintonía, se emitió en más de 180 países, se dobló a 25 idiomas y tuvo alrededor de 30 adaptaciones en diversos países, desde la mexicana “La fea más bella” hasta la estadounidense “Betty en NY”.
Sin embargo, ni una de sus versiones alcanzó tanta popularidad como la original. ¿Cuál es el secreto? ¿Qué hace de “Yo soy Betty, la fea” un producto lo suficientemente atractivo como para conservarse invencible en Netflix? Al respecto, RPP Noticias conversó con Gigio Aranda, Eduardo Adrianzén y Ani Alva Helfer, tres guionistas nacionales, para saber sus opiniones sobre este fenómeno cuya vigencia parece inmune al peso de las detracciones, incluso en tiempos de la cultura de la cancelación.
Un cuento de hadas humorístico
Para Gigio Aranda, creador de “De vuelta al barrio”, el argumento explica uno de los puntos clave en el boom de “Yo soy Betty, la fea”. “Es la reivindicación del bulleado, de una minoría golpeada y oprimida. David contra Goliat, Cenicienta… siempre nos va a gustar ese cuento. Nos gusta que las posibilidades de tu protagonista siempre estén en contra. El viaje del héroe, la protagonista en este caso, se sigue. Puede haber fracasado, pero ahí está: perenne”, dijo.
En efecto, la ficción protagonizada por Ana María Orozco y Jorge Enrique Abello tiene en el centro de su historia al “underdog”: aquel personaje que parece tener pocas probabilidades de ser un ganador. Un “antihéroe”, en palabras de la guionista y cineasta Ani Alva Helfen (creadora de "Maricucha"), que está “estereotipada en lo que nosotros creemos o juzgamos como feo” y que “resulta en su momento como el arlequín, algo chistoso”. “Es el pez fuera del agua y genera empatía”, afirmó.
Precisamente, ese componente humorístico es el motor de la serie, matizó Aranda. “Pudo haber sido un dramón… Gaitán le da el giro y lo convierte en comedia, y convierte a Betty en alguien más inteligente que las personas que la ‘bulleaban’”, apuntó. Y la comicidad se despliega en diferentes niveles: desde la ironía con que Beatriz Pinzón Solano se mira a sí misma hasta en mostrar con soltura las diferencias de clases socioeconómicas de la Colombia de inicios de 2000.
Los televidentes, no obstante, no se ríen de lo mismo en la actualidad; sobre todo cuando, por ejemplo, Armando Mendoza, director de la compañía, jalonea el cabello de Patricia Fernández, la ‘Peliteñida’, con música cómica de fondo. Pero, para Aranda, una golondrina no hace un verano. “Hay chistes que van cambiando, pero el contenido es más grande que eso. ‘Yo soy Betty, la fea’ no trata solo sobre el maltrato a la ‘Peliteñida’; el argumento trasciende todo. Se le puede perdonar chistecitos malos, se puede ofender, por supuesto, pero la historia es buena”, sostuvo.
En el nombre de la nostalgia
De acuerdo con Eduardo Adrianzén, responsable de “El último bastión” y otras series peruanas, la telenovela de RCN Televisión es “un ejemplo para producción latinoamericana de cómo hacer un clásico con actores locales, con historia local, muy colombiana, sin recurrir a gran producción”. “No es una telenovela diseñada para ser un gran boom ni ser vendida. Es un ejemplo de cómo una dramaturgia local puede volverse universal y permanente”, opinó.
Así, “Yo soy Betty, la fea” no es un fruto de la casualidad, sino de una televisión con “una visión de futuro que tiene ganas de hacer éxitos” en vez de repetir “la misma fórmula un millón de veces”. “Los años 90 es una época interesante para la televisión en América Latina. Gaitán es un tipo que bebió de las fuentes de los años 70, un tiempo en el que las ideas entran en cuestionamiento. ‘Betty’ es la consecuencia de un autor brillante que recoge esas ideas”.
De ahí que hoy la telenovela colombiana posea cierta aura histórica. Aranda, por ejemplo, manifestó que gracias a “Yo soy Betty, la fea” se “inventó un horario” en la televisión peruana que acogió a otras producciones cómicas como "Mil oficios". “Cuando ‘Betty’ se emite, es un exitazo; luego termina y alguien dice: ‘Oye, funcionó una cosa graciosa y diaria a las 8 p.m.’ ‘Mil oficios’ estaba ahí, se convierte en una novela diaria por el éxito de ‘Yo soy Betty, la fea’”, sostuvo.
Ese carácter fundacional puede tener su peso al momento en que un usuario de Netflix toma su control y decide sintonizarla. Pues, como reflexionó Alva Helfer, la nostalgia sigue siendo un factor clave en los consumos actuales. “Todo lo que se venía trabajando hace un tiempo ha vuelto. Más allá de que sigan consumiendo los mismos temas, el público busca recurrir a aquello que funcionó en su momento. Volvió ‘Sex and the City’, ‘Fuller House’ tiene una segunda parte, regresó ‘Habacilar’… Hay una necesidad mundial de revivir éxitos pasados”, explicó.
El casting, un punto alto
Además del guion, Aranda y Adrianzén coincidieron en que "Yo soy Betty, la fea" tiene a su favor un elenco de primer nivel. "Está muy bien casteada, obviamente producida y dirigida, pero la serie es bien perfectita", dijo el primero. Y el segundo añadió: "Tiene personajes muy bien diseñados y un casting precioso".
Con un reparto encabezado por Orozco y Abello, no cabe duda de que Natalia Ramírez, Lorna Cepeda, Luis Mesa y Julián Arango, quienes interpretaron los roles antagónicos, jugaron un papel importante en el auge de esta producción. Como señaló Adrianzén: "Entiendo que tenga éxito y le hayan hecho tantas versiones, porque tiene ese encanto de que a todos los [personajes los] quieren, hasta a los malos".
"Es un concepto muy bien armado, un estilo de dirección preciso. Los actores y las actrices colombianas son muy buenos todos. Se nota un guion original, simpático… No era una novela donde nadie te desagrade. Era todo amable y tenía mucha simpatía. Esa simpatía, carisma, esa manera de dirigir y escribir siempre va a gustar. Y es algo que la gente siempre buscará para entretenerse", concluyó.
La sororidad, un tema pendiente
En "Yo soy Betty, la fea", Beatriz Pinzón no está sola frente al mundo. Tiene el apoyo de su familia, y también el de sus amigas en Ecomoda —reunidas en un grupo que lleva por apodo 'El cuartel de las feas'— y de su amigo Nicolás, un economista tan brillante como ella que sería su equivalente en el mundo masculino. Pero ni su entorno perdona a Betty su fealdad.
Un aspecto que Ani Alva consideró "algo antiguo", ya que en las producciones actuales se priorizan otros valores entre sus personajes, como la sororidad. "Lo que me parece a cambiar es la mirada entre nosotras mismas como mujeres. A mí no me gustaría retratar en las cosas que vengo trabajando ese discurso en el que nosotras nos desunimos", afirmó.
"Los personajes femeninos deberían apoyarse y no derrumbarse entre ellas mismas. Sin embargo, me parece atractivo que este personaje, al parecer carente de bellezas, resulte ser el mejor de la serie. Eso tiene un punto a favor, que habla de romper justamente con estos estereotipos y darte cuenta que la belleza va por otro lado", reflexionó.
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