Cientos de venezolanos han sido deportados a El Salvador sin aviso previo. Sus familiares denuncian desapariciones forzadas y falta de registros oficiales en EE.UU.
Ricardo Prada Vásquez, un inmigrante venezolano de 32 años, apareció en el último lugar que su familia imaginaba: El Centro del Confinamiento del Terrorismo (Cecot) en El Salvador. Su nombre no figuraba en ningún registro oficial de ICE, ni en listas de deportados divulgadas por la prensa.
Sin embargo, fue identificado por conocidos, y confirmado por la activista Gris Vogt, como uno de los inmigrantes enviados desde EE.UU. al país centroamericano bajo acusaciones de vínculos criminales. "Desde el 14 de marzo, la familia no sabía nada de Ricardo, y tenían mucho miedo a hablar", declaró Vogt a El País. Prada no es el único desaparecido: Hay más casos de personas cuyo paradero fue desconocido durante semanas.
El caso de Prada genera preocupación sobre la opacidad del sistema de deportaciones implementado por el gobierno de Donald Trump. Según un comunicado del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), publicado tras una nota de The New York Times, Ricardo Prada fue considerado “una amenaza para la seguridad pública por ser miembro confirmado del TdA (Tren de Aragua)”. No obstante, organizaciones defensoras de derechos humanos cuestionan la falta de transparencia en los procesos.
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Expertos denuncian desapariciones forzadas y falta de información
Desde el 15 de marzo, al menos 252 inmigrantes venezolanos han sido deportados a El Salvador en vuelos gestionados desde Texas, sin notificación clara a sus familiares ni acceso a listados oficiales. “Esto constituye una desaparición forzada y una grave violación de derechos humanos”, declaró Juan Pappier, subdirector de la División de las Américas de Human Rights Watch. “Los familiares no tienen por qué estar dependiendo del trabajo de periodistas para descubrir dónde están sus seres queridos”, añadió.
Casos como el de Neiyerver Adrián León Rengel, barbero de 27 años detenido en Dallas, refuerzan la alarma. Su familia no supo de su paradero hasta nueve días después de su detención. Mientras tanto, continúan apareciendo inmigrantes en cárceles centroamericanas, identificados solo por sus tatuajes o características físicas. Según Pappier, “esto genera un sufrimiento brutal en los familiares” y pone en evidencia una alarmante falta de rendición de cuentas.
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