Detección temprana del pediatra y tratamiento precoz del especialista aseguran completa recuperación del niño, según traumatólogo Gino Molfino.
Antiguamente era más difícil detectar la displasia y sobre todo la luxación congénita de cadera en el bebé. Todo iba bien hasta que el niño comenzaba a caminar y lo hacía como pato. Ahora se busca diagnosticar el problema lo antes posible e iniciar el tratamiento. Así lo señaló el médico traumatólogo Gino Molfino.
La displasia es una alteración de la forma de la cadera que no genera dolor ni molestias en el niño, pero puede producir desgaste de cadera o artrosis en edad adulta. La luxación congénita de cadera, cuando los huesos están fuera de lugar, suele presentarse cuando el bebé no se encaja en el último trimestre de gestación.
“La mala posición fetal en el último trimestre del embarazo o antecedentes familiares aumentan veinte veces en promedio la incidencia de displasias o luxaciones de cadera”, advirtió Molfino, quien dijo que ambas complicaciones tienen altas posibilidades de éxito si son tratadas precozmente.
Lo ideal es detectar el problema en los primeros meses. “Una luxación que se trata dentro del primer año las posibilidades de éxito son de más del 90%. A partir de los seis meses el niño puede someterse a una cirugía, pero después de los tres años son tres o más cirugías. La cadera se mejora, pero no llega a ser normal”, explicó.
De otro lado, Molfino dijo que la incidencia de la luxación congénita de cadera es mucho menor que la displasia, pues se presenta uno en cada mil a mil 500 personas y reiteró la importancia de la detección rápida de cualquiera de estos problemas.
Según el experto, el pediatra es quien primero puede identificar displasias o luxaciones con maniobras de rutina después del parto o durante las primeras semanas de vida. También puede sospechar de displasia si el bebé presenta asimetría de pliegues. Ante cualquier sospecha, debe derivarlo al especialista.
Tratamiento: arnés, férula o cirugía
Para normalizar una displasia en un menor basta “el uso diario de un arnés o férula durante tres o cuatro meses”, aseguró Molifno, quien explicó que con estos soportes, ya sean dinámicos o estáticos, se busca “mantener al niño con las piernas abiertas, como si estuviera sentado en un caballo”.
En el caso de una luxación congénita de cadera, “el tratamiento suele durar la edad del niño más uno, es decir, si se diagnostica el problema a los tres meses de vida son cuatro a cinco meses de tratamiento con un método incruento (que no requiere cirugía) que contenga la posición de la cadera”, señaló.
“Si son niños más grandes, se utiliza un tratamiento de contención mayor y si este es quirúrgico son nueve meses más de cambios de posición de yeso”, explicó Molfino, tras reiterar la importancia del diagnóstico precoz, pues “mientras más grande es el niño, más agresivo será el tratamiento que necesite”.
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