Aunque la Navidad debería ser una fiesta de amor, no siempre es así. Muchas parejas se dejan atrapar en luchas de poder que desvirtúan el sentido de estas fechas.
La Navidad debería ser una fiesta de amor, una fecha de recogimiento, tolerancia y solidaridad.
Decimos "debería" porque no siempre es así. Si bien se trata de una celebración familiar esta misma fecha puede ocasionar varios conflictos en casa.
La psicóloga clínica Lupe Maestre explica algunas situaciones que afectan el sentido real de esta Noche Buena:
- Parejas que discuten por querer pasar esta noche con sus respectivas familias parentales. Es decir, uno de los esposos recibe la Navidad con sus padres o con sus suegros. Con ello, siempre hay alguno que queda excluido.
- Los hijos del divorcio. Cuando los padres están divorciados los hijos sienten un verdadero conflicto de lealtad al tener que decidir dónde recibirán las doce.
- Familias en las que algunos miembros mayores, sean los abuelos o tíos, han ejercido un matriarcado o patriarcado y desean que las familias nuevas o mas jóvenes los acompañen en Navidad. En este escenario, nuevamente surgen conflictos y tensiones de lealtades donde las familias y las parejas no saben qué hacer.
"Quizá lo más importante sea no dejarse atrapar en luchas de poder. Querer demostrar si mi familia o la suya es más importante no aporta nada ni al matrimonio ni a la Navidad. Lo mismo sucede con los hijos que no saben bien cómo hacer esa noche. En realidad no se ama más a un papá o a una mamá por pasar las doce con ellos", señala Maestre.
Como manifiesta Lupe Maestre, toda familia que se jacte de celebrar la Navidad tiene que tener en cuenta que esta es una fiesta de amor. "Que en nuestras familias no se celebre la lucha de poder y la manipulación, sino el misterio del corazón abierto, de la posada abierta, es decir el mensaje que nos dejaron aquellas personas que en Belén decidieron abrir su establo a una familia", finaliza.
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