Hacer que nuestras acciones cotidianas sean coherentes con estos valores, es mucho más difícil que aprender un discurso sobre los derechos y la ética de las personas.
Constantemente hablamos de la ética, referida en el trabajo, en las negociaciones, en las investigaciones, en las políticas públicas o en otros espacios. Todas estas están referidas a las personas adultas, pero ¿cómo enseñamos e inculcamos la ética en nuestras niñas, niños y jóvenes?
Antes de responder la pregunta, debemos precisar la importancia y función de la ética en las relaciones humanas. La ética se puede entender como el estudio de las ideas y creencias de las personas y/o grupo de personas, que permiten distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, y emitir juicios de valor y moral, mediando así las relaciones entre las personas.
Por tanto, la ética no sólo abarca una conducta, sino también las ideas, creencias y valores que mantienen, modifican o transforman las relaciones entre las personas. A continuación describiremos los valores que cimientan una buena práctica ética:
Respeto: identificar, valorar y apreciar las cualidades o carácterísticas, de nosotros mismos, así como de las demás personas.
Autonomía: reconocer la capacidad para tomar decisiones, en nosotros mismos, así como en las demás personas.
Dignidad: hacer valer como persona, sin humillarse ni degradarse, a nosotros mismo, así como a las demás personas.
Para fortalecer estos valores en nuestros niños, niñas y jóvenes, recomendamos seguir las siguientes pautas:
- Reconocer que deseamos inculcar en nuestros niños, niñas y jóvenes, así como en nosotros mismos, ya que no podemos ser incoherentes con lo que enseñamos.
- Reflexionar nuestras ideas antes de brindar una orientación o explicación sobre alguna situación de conflicto. Por ejemplo, debemos tener cuidado con mensajes despectivos contra las otras personas.
- Utilizar un lenguaje sencillo, acorde a la edad de nuestro niño, niña o joven. Puede ayudarse con ejemplos claros y concretos.
- Poner en práctica estos valores en todo momento, como miembro de la familia, como amigo del barrio o escuela, como estudiante; en este último, ayuda mucho en el proceso de enseñanza-aprendizaje porque fortalece la valía del niño, niña o joven; durante la practica de un deporte o juego, aprender a valorar nuestros triunfos y el de los demás.
Hacer que nuestras acciones cotidianas sean coherentes con estos valores, es mucho más difícil que aprender un discurso sobre los derechos y la ética de las personas.
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