Según la Organización Mundial de la Salud, un coeficiente intelectual superior a 130 convierte a una persona en genio. Sin embargo esto no es suficiente para detectar otras habilidades.
A corta edad, suman, restan, leen y hasta aprenden a usar aparatos electrónicos por ellos mismos. Los niños superdotados o genios son vistos con una madurez mental no acorde con su edad que muchas personas pueden envidiar.
Un fenómeno mediático de ello es la niña inglesa Heidi Hankins (4), cuyo caso ha dado la vuelta al mundo por su sorprendente 159 de coeficiente intelectual, un punto por debajo del genio científico Albert Einstein.
Sin ir al otro lado del mundo, niños peruanos, como Jemisson Coronel (12), han sorprendido a más de uno con sus habilidades para la matemática, la poesía, el ajedrez y la música. Talentos que le han dado más de una satisfacción.
A sus doce años y con un coeficiente intelectual de 138 Jemisson, natural de Huancayo, ha ingresado con puntajes elevados a dos de las universidades públicas más importantes del país: La Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Universidad del Callao.
Y es que según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un coeficiente intelectual superior a 130 convierte a un sujeto en superdotado o genio. Sin embargo para el educador León Trahtemberg esta medición no es suficiente para detectar otras habilidades.
"El coeficiente intelectual considera las capacidades verbales y numéricas, pero no detecta a un genio en el arte o en el deporte. Si yo le aplico la prueba de inteligencia a Messi, no creo que salga un genio, porque su fortaleza está en áreas que estas pruebas no miden", dijo Trahtemberg a RPP Noticias.
Según el educador, no todo es fácil para un niño genio, principalmente para los que tienen un talento especial, pues ellos pueden pensar que su identidad solo gira en torno a su habilidad.
"Si un niño tiene una gran capacidad atlética y le presto atención fundamentalmente a esa capacidad, haga lo que haga estoy desvalorizando las otras capacidades que tiene; eso lo va a distanciar de sus compañeros y corre el riesgo de alimentar su vanidad o pedantería" explicó.
¿Un niño genio, ¿nace o se hace?
Para Trahtemberg, todos nacemos con una cierta dotación intelectual genética y en la medida que la ponemos en acción frente al medio ambiente que nos estimula, esta interacción puede cultivar nuestro talento y podemos desarrollar en mayor o en menor medida nuestra genialidad.
Lo cierto es que todos los niños tienen dentro de sí el potencial necesario para convertirse en un genio. Sólo hace falta motivarlos de la manera adecuada para que lo desarrollen.
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