Por: Manuel Mayorga Espichán, director nacional de la Facultad de Salud UPN y médico especialista en cuidados intensivos. Una de las consecuencias negativas de la actual pandemia tiene que ver con la formación de recursos humanos en salud (RHS).
Por: Manuel Mayorga Espichán, director nacional de la Facultad de Salud UPN y médico especialista en cuidados intensivos.
Las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) nacen a mediados del siglo pasado durante la gran epidemia de polio europea. Miles de personas en un corto periodo de tiempo fueron afectadas por la forma bulbar que producía parálisis de los músculos respiratorios y la imposibilidad de respirar.
El problema se resolvió de manera ingeniosa insertando un tubo en la tráquea, que se conectada a una bolsa de goma para que los pacientes sean ventilados manualmente (el famoso Ambú danés).
Así empezó la ventilación mecánica a presión positiva y los pacientes fueron ubicados en áreas del hospital cercanas a la estación de enfermería para ser vigilados de manera estrecha y continua (las actuales UCI). Todas las escuelas de medicina fueron cerradas y sus estudiantes incorporados al ejército de “ventiladores manuales”, salvando miles de vidas.
Una de las consecuencias negativas de la actual pandemia tiene que ver con la formación de recursos humanos en salud (RHS). Miles de estudiantes de las diferentes carreras de salud están imposibilitados de continuar sus prácticas presenciales en los establecimientos de salud (EESS) en resguardo de su propia seguridad. El impacto es mayor en los estudiantes del último año, quienes no han podido completar sus prácticas preprofesionales (internado) y graduarse para ser incorporados a los servicios de salud en el momento que más los necesitamos.
En agosto del 2020 el gobierno emitió el DU 090-2020 que establece medidas excepcionales y temporales para el cierre de brechas de RHS para afrontar la pandemia por la COVID-19. Dentro de estas medidas se autoriza el reinicio del internado bajo algunos lineamientos establecidos en la RM 622-2020-MINSA, entre los cuales destacan la aceptación voluntaria de los estudiantes, que las prácticas se realicen en EESS No COVID del primer nivel de atención quienes serán responsables de suministrar los equipos de protección personal (EPP), la afiliación a EsSALUD y la asignación de una remuneración básica.
Debido a la situación de la pandemia, en ese momento con la primera ola en su acmé y el sistema sanitario totalmente colapsado, la gran mayoría de EESS públicos no aceptaron recibir internos porque estaban enfocados en la atención de pacientes COVID. En estas condiciones, muy pocos internos finalmente aceptaron reiniciar sus prácticas. Sin embargo, la posibilidad real de disponer de una vacuna cambia completamente el panorama al estar considerados en la Fase 1 del “Plan Nacional de Vacunación contra la COVID-19”.
Esta acertada medida no sólo permitirá completar la formación y contar con más profesionales esenciales en un momento crítico para nuestro país, sino que será fundamental para incorporarlos de manera inmediata al “ejército de combatientes por la salud” que vamos a necesitar para la gran cruzada nacional que será vacunar a millones de peruanos en un país con enormes barreras geográficas, culturales y RHS limitados.
Es imperativo que la Dirección de Fortalecimiento de Capacidades del Personal de la Salud del MINSA articule con las Universidades y el MINEDU la organización y programación calendarizada de la vacunación de estudiantes; así como la capacitación específica en las peculiaridades de la preservación de la cadena de frío, preparación y administración de las vacunas de Sinopharm y AZ-Oxford. Los formadores demandamos ese sentido de urgencia que hasta ahora no vemos en los servidores públicos del MINSA. En plena segunda ola el tiempo es vida y no debemos seguir cruzados de brazos cuando sabemos que podemos salvar a miles.
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