Fiebre, dolores de cabeza, alucinaciones, cambios de carácter son algunos de los síntomas que manifestó el compositor antes de morir.
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Existen 160 diagnósticos médicos que intentan explicar la frágil salud del compositor austriaco, pero hasta el momento nadie ha podido dilucidar ese enigma. Hablamos de la muerte misteriosa de Wolfgang Amadeus Mozart, el genio que conquistó con su música a Europa cuando estaba vivo y al mundo cuando muerto.
Mozart nació en lo que se conoce como Austria el 27 de enero de 1756. Desde muy joven fue influenciado por la música, ya que su padre fue músico y también profesor de esta materia. Esto le permitió al niño recibir lecciones desde los 3 años.
“A los 5 años ya tocaba el piano, el violín y componía música. Su padre fue como su manager que lo paseó por Europa como niño prodigio y tocó frente a cortes reales e incluso el papa Clemente XIV”, resaltó en el programa La Rotativa del Aire, el Consejero Médico de RPP Noticias, Elmer Huerta.
La grandeza musical de Amadeus contrasta con sus características físicas y actitudinales. Era de talla baja, poseía una malformación congénita en la oreja izquierda. Su conducta llamaba la atención ya que era inquieto, hablador y pronunciaba muchas lisuras en lenguaje verbal y el escrito.
Si bien el compositor elaboró más de 600 obras sinfónicas, operáticas, corales, entre otras, que dejan en claro su gran legado en la música, su vida no estuvo exenta de contratiempos médicos.
Como aún no se habían sentado las bases de la medicina, es casi imposible saber a ciencia cierta qué fue lo que lo mató, sin embargo, gracias a la cantidad sustanciosa de cartas que enviaba Mozart a su familia, se tienen indicios de lo que padecía.
A los 11 años tuvo viruela y durante la adolescencia tuvo episodios de fiebre e hinchazón de las articulaciones, las cuales se repitieron los 31 y 32 años.
La enfermedad que lo mató se desarrolló en dos meses (octubre y noviembre de 1791). Entre los síntomas que presentaba están la fiebre, los dolores de cabeza, las alucinaciones, los cambios de carácter, las ideas de persecución paranoide, una visión borrosa y la pérdida de peso.
En las últimas tres semanas de su vida se le hinchó el cuerpo tanto que le resultó difícil moverse. Sin embargo, siempre estuvo lúcido hasta que entró en coma dos horas antes de morir en la ciudad de Viena a la una de la mañana del 5 de diciembre de 1791 a los 35 años.
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