Podemos evitar sobrepasar el consumo de azúcares agregados, dañinos para la salud. Los expertos nos explican cómo lograrlo.
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Azúcar
Científicos de la Universidad de California, en Estados Unidos, descubrieron que la industria del azúcar ocultó, durante alrededor de 50 años, estudios que sugerían los efectos negativos de la sacarosa mediante pruebas con animales, y no fueron difundidos los indicios que la relacionaban con el cáncer de vejiga, según publica la revista especializada PLOS Biology.
En documentos analizados previamente, el grupo de investigadores averiguó que en 1967 la Sugar Research Foundation (SRF) pagó por un artículo que desvirtuaba las pruebas que asociaban el consumo del azúcar con las enfermedades cardiovasculares.
“La industria del azúcar ocultó resultados y nunca los publicó, ha hecho que durante todos estos años no se explore más la relación científica entre el azúcar blanca y el aumento de triglicéridos, así como su relación con el cáncer de vejiga. Hay que estar bien informados, hay que analizar los estudios y quién los hace”, señala Elmer Huerta, asesor médico de RPP Noticias.
De esta manipulación de la industria, podemos extraer una reflexión: debemos limitar el exceso de dulce agregado en nuestro día a día por sus efectos dañinos a la salud. Pero, ¿cómo lo conseguimos?
"La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que puedes permitirte en tu dieta una cantidad pequeña de azucares agregados, por ejemplo, la miel que le puedes poner a un té o un poco de azúcar que le puedes poner al café o la leche. Entonces, el consumo puede ser hasta un 10 % del total de las calorías diarias, es decir, 10 cucharaditas", dice la nutricionista y dietista Sara Abu Sabbah.
La OMS advierte sobre el dulce añadido por obra del fabricante, de los cocineros o de los propios consumidores. Además, hay que agregar aquellos productos salados con azúcar extra ‘escondido’, como los embutidos, las galletas y algunas salsas.
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Se puede vivir sin endulzar
No es que vayamos a ser 'cero azúcar', porque los seres humanos tenemos necesidades nutricionales, entre ellas, los azúcares naturales.
"Los requerimientos de azucares simples (llámese glucosa, sacarosa, fructosa o galactosa) representan el 10 % del total de las fuentes de carbohidratos que el ser humano necesita, pero necesariamente debería ser a partir de azúcares naturales contenidos en el propio alimento, como en las frutas o las verduras", explica Abu Sabbah.
Los cuidados y restricciones van dirigidos a los azúcares añadidos, incluso si tienen origen natural, como la caña de azúcar, las frutas, la betarraga o la remolacha, porque "se comportan diferente en el cuerpo y si hay un exceso, generan obesidad".
El ser humano tuvo una vida libre de azucares añadidos, en el caso de América eso cambió con las grandes plantaciones. "Antes no había azúcar refinada, la gente sacaba el dulce de las frutas, de la fermentación, de la miel de abeja, de algunas flores. Se puede perfectamente vivir así, pero es una mala costumbre el condicionar a los niños a que el dulce es una especie de recompensa en la vida", comenta Huerta.
Por su parte, Abu Sabbah, comenta que el sabor dulce es el primero que identificamos al nacer, con la leche materna. Pero, dependiendo de los hábitos de consumo, esta predilección puede intensificarse. "La vida moderna incorpora alimentos altamente procesados, que han disparado el azúcar que consumimos sin darnos cuenta. Sabemos que esto ha incrementado las enfermedades crónicas no transmisibles que tienen como factor de riesgo a la obesidad. Hay más casos de diabetes, hipertensión arterial, males cardiovasculares y cáncer”.
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