A menudo, las malas decisiones amorosas se justifican como fruto de la "mala suerte". Sin embargo, ¿es realmente esa la causa de los tropiezos en el amor, o hay algo más profundo que influye en estos resultados?
Es común escuchar a alguien decir que siempre le va mal en el amor, que le sucede lo mismo una y otra vez o que siempre atrae un solo tipo de personas. A menudo, estas personas concluyen que tienen "mala suerte" en las relaciones sentimentales y que eso será algo constante en su vida. Sin embargo, ¿nuestra vida amorosa está determinada por la suerte o hay algo más?
Según la psicóloga Sandy Garcés, muchas personas tienden a enmascarar sus malas decisiones amorosas bajo la excusa de la "mala suerte", desviando así la atención de su propia responsabilidad en el proceso. Este enfoque les impide darse cuenta de que, en realidad, el buen funcionamiento de las relaciones amorosas depende, en primer lugar, del autoconocimiento. Solo al entendernos a nosotros mismos, nuestras necesidades, deseos y limitaciones, podemos establecer vínculos más saludables y auténticos.
Cuando no trabajamos en el autoconocimiento, es posible que sigamos atrayendo a personas con problemas similares a los nuestros o con características con las que, a lo largo del tiempo, nos hemos acostumbrado a lidiar.
Como explica la psicóloga Garcés, si, por ejemplo, crecimos con una figura materna o paterna ausente, que no nos brindó cariño, afecto, validación o un apego seguro, es probable que, en la adultez, nos encontremos con parejas que presenten conductas semejantes a las que experimentamos en nuestra niñez. Este patrón se repite porque no hemos sanado o comprendido las dinámicas pasadas que afectan nuestras relaciones presentes.
Lo que aprendemos en casa, a través de las relaciones con nuestros padres, influye profundamente en cómo nos vinculamos con los demás. Aunque lo que aprendemos de ellos no siempre es lo más saludable, como están asociados a la figura de seguridad y bienestar que nos ofrecen, tendemos a replicar esos patrones en nuestra vida adulta. Esto ocurre porque, aunque esos comportamientos amorosos no sean los más ideales, al estar tan anclados a la figura parental, nos generan una sensación falsa de bienestar, como si esas dinámicas fueran familiares y seguras, aunque en realidad no lo sean.
En ese sentido, "no es que la vida es mala contigo, sino que probablemente no te estás dando cuenta de tus patrones y estás eligiendo mal" a tu pareja, indica la psicóloga Sandy Garcés.
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