El caso de las madres que asumen el rol de padre y madre, una realidad cada vez más común en entornos urbanos, refleja una transformación profunda en el concepto de familia y plantea preguntas sobre el valor, la carga y los límites de esta "nueva paternidad".
En muchos hogares del Perú se repite una escena cotidiana: una madre sola que despierta temprano, prepara el desayuno, lleva a los hijos al colegio, trabaja todo el día, regresa a casa y aún le queda energía para revisar tareas y preparar la cena. Lo hace sola y sin apoyo, porque, como dicen muchas: “Alguien tiene que hacerse cargo”.
Este fenómeno, cada vez más común, ha dado pie a una figura que rompe con los moldes tradicionales: la mujer que no solo es madre, sino también padre. Pero, ¿qué implica realmente ocupar ambos roles? ¿Qué efectos tiene esta transformación en la estructura familiar, en los hijos y en la visión que tenemos de la paternidad?
La mujer que cumple dos roles
El psicólogo social Jorge Yamamoto señala que existen estudios que respaldan una tendencia cada vez más visible en el Perú: muchas mujeres, sobre todo en contextos urbanos, asumen el rol de madre y padre a la vez. Lo hacen, muchas veces, como respuesta a la decepción frente a figuras masculinas ausentes o poco comprometidas.
Pero este modelo, aunque fuerte y admirable, también tiene un lado menos visible. La carga emocional, física y económica que implica ser “todo en uno” no es menor. Muchas de estas madres confiesan sentirse agotadas y solas. Aunque han aprendido a salir adelante sin pareja, admiten que ese nivel de exigencia tiene un alto costo personal.
Ahora bien, que una mujer asuma ambos roles no significa que pueda reemplazar del todo la figura paterna. La presencia activa y afectiva de un padre comprometido sigue siendo fundamental. Estudios confirman que los niños con padres presentes suelen mostrar mayor seguridad, equilibrio emocional y habilidades para relacionarse.
Sin embargo, crecer sin padre no condena a nadie. Como señala Yamamoto, no tener una figura paterna no implica que se repita la historia. De hecho, muchos hombres que crecieron sin un padre responsable se convierten en padres ejemplares. Algunos incluso se convierten en “misioneros de la responsabilidad masculina”.
Complementarios, no enemigos
Un punto importante es que hombres y mujeres no están diseñados para competir, sino para complementarse. Yamamoto recuerda que el cerebro masculino y femenino funcionan de manera distinta: los hombres suelen tener un pensamiento más práctico y resolutivo; las mujeres, una mayor sensibilidad emocional y capacidad de intuición.
“No es que uno sea mejor que el otro, sino que se necesitan mutuamente”, afirma. Cuando una relación se rompe, es importante que no se destruya también la imagen del otro frente a los hijos. Muchas veces, en medio del dolor y el resentimiento, se suele hablar mal del padre (o de la madre), devaluando su figura frente a los niños.
Estos actos solo generan confusión y una visión distorsionada de lo que significa ser hombre o mujer. "Fracasar como pareja no significa fracasar como padres”, recuerda Yamamoto. Y aunque a veces haya personajes indefendibles, es mejor que los hijos se formen su propio juicio a través de la experiencia, no del veneno de los adultos.
Una paternidad que necesita reconstruirse
Hoy en día, muchas mujeres en el Perú están demostrando que sí se puede sacar una familia adelante solas. Sin embargo, eso no significa que así deba ser. La paternidad (la verdadera) no es prescindible, solo está debilitada. Y una sociedad sana no debería depender del sacrificio de una sola parte, sino del compromiso de ambos.
Reconstruir la figura paterna, recuperar el valor del complemento y fomentar una crianza compartida, aunque sea desde hogares separados, es el camino hacia una nueva forma de ser familia en el país. No se trata de reemplazar al padre, sino de devolverle su lugar. Un lugar que se gana con presencia, afecto y responsabilidad.
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