La bacteria Deinococcus radiodurans sobrevivió en el Estación Espacial Internacional por más de un año y se adaptó a este inhóspito ambiente.
La vida puede ser muy compleja, como la del ser humano, pero también puede ser muy simple y diminuta como la de una bacteria. Y son estas últimas de las que mayores probabilidades hay que existan en otros planetas. Pero, ¿pueden sobrevivir a este ambiente “inhóspito”?
Una investigación realizada por científicos de la Universidad de Viena (y publicada en la revista Microbiome) ha mostrado como la Deinococcus radiodurans ha logrado sobrevivir a un viaje hasta la Estación Espacial Internacional (ISS) y ha logrado vivir allí durante un año.
Esta misión denominada Tanpopo ya había revelado que las colonias de estos microorganismos eran capaces de esta hazaña, pero ahora han mostrado cómo es que es posible.
Las investigaciones encontraron que D. radiodurans escapó del daño morfológico ocasionado por la radiación solar ultravioleta y cósmica galáctica, vacío extremo, fluctuaciones de temperatura, desecación, congelación y microgravedad, y produjo numerosas vesículas de la membrana externa. Se inició una proteína multifacética y respuestas genómicas para aliviar el estrés celular, ayudando a las bacterias a reparar el daño del ADN y defenderse de las especies reactivas del oxígeno.
Asimismo, estos cambios hicieron que su transporte y su estado energético se modifique para adaptarse a su nuevo ambiente espacial.
"Estas investigaciones nos ayudan a comprender los mecanismos y procesos a través de los cuales la vida puede existir más allá de la Tierra, ampliando nuestro conocimiento sobre cómo sobrevivir y adaptarse en el entorno hostil del espacio exterior. Los resultados sugieren que la supervivencia de D. radiodurans en LEO durante un período más largo es posible debido a su eficiente sistema de respuesta molecular e indican que se pueden lograr viajes aún más largos y lejanos para organismos con tales capacidades", dice Tetyana Milojevic, jefa del grupo de Bioquímica Espacial de la Universidad de Viena y autora correspondiente del estudio.
Averiguar cómo un extremófilo como Deinococcus radiodurans sobrevive en el espacio da credibilidad a la idea de que la vida microbiana puede haber viajado hacia o desde la Tierra, sembrando la biología en el cosmos.
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