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La razón por la que algunos insectos beben lágrimas

Una mariposa alimentándose de las lágrimas de una tortuga en Ecuador.
Una mariposa alimentándose de las lágrimas de una tortuga en Ecuador. | Fuente: Wikimedia Commons | Fotógrafo: Picasa

La ingesta de lágrimas se conoce como lacrifagia y es un comportamiento que manifiestan varias especies de artrópodos terrestres. Los lepidópteros (mariposas y polillas) y los dípteros (como las moscas) son los grupos donde más ejemplos se conocen.

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En un paseo por el campo, si se encuentra con un caballo o un bóvido, fíjese en si tienen insectos alrededor de los ojos. Muy probablemente estén intentando conseguir un alimento muy preciado: sus lágrimas.

Los bebedores de lágrimas

La ingesta de lágrimas se conoce como lacrifagia y es un comportamiento que manifiestan varias especies de artrópodos terrestres. Los lepidópteros (mariposas y polillas) y los dípteros (como las moscas) son los grupos donde más ejemplos se conocen. Habitualmente obtienen las lágrimas de mamíferos y reptiles de gran tamaño y de algunas aves.

La relación ecológica que establecen lacrífagos y hospedadores suele clasificarse dentro del comensalismo, esto es, cuando una de las partes (en este caso el insecto) obtiene beneficios mientras que la otra no sale ni beneficiada ni perjudicada. Sin embargo, en algunas ocasiones podría considerarse como un parasitismo, ya que los lacrífagos pueden provocar irritaciones oculares e, incluso, transmitir algunas enfermedades.

Por ejemplo, algunas especies de moscas lacrífagas de la subfamilia Steganinae pueden actuar como hospedadores intermediarios del nematodo Thelazia callipaeda, el causante de la telaziosis, una patología ocular que afecta a varios mamíferos, incluido el ser humano.

Una cucaracha bebiendo lágrimas de lagartija

Hasta hace poco se consideraba un comportamiento característico de insectos con probóscide, órgano bucal de forma tubular como el que poseen mariposas o moscas. Esta estructura permite acercarse al ojo del hospedador lo justo y necesario sin tener que incomodarlo ni suscitar una reacción agresiva. Sin embargo, algunos especímenes muy peculiares engrosan la lista de lacrífagos cada cierto tiempo.

Una de las últimas incorporaciones ha sido una cucaracha, que fue descubierta presuntamente bebiendo lágrimas de una lagartija (Anolis fuscoauratus) en la Amazonía ecuatoriana. Por descontado, este insecto carece de probóscide, por lo que debe arriesgarse a mantener un estrecho contacto con los ojos del hospedador.

Una cucaracha (posiblemente del género Amazonica sp. o Cariblata sp.) fue observada inmóvil durante varios minutos sobre el ojo de una lagartija de la especie Anolis fuscoauratus, presumiblemente consumiendo lágrimas. De van den Burg y González de Rueda

Otro dato muy llamativo es que los seres humanos también podemos ser hospedadores de insectos lacrífagos. Bien lo sabe el investigador Hans Bänziger, quien se convirtió en una fuente de lágrimas irresistible para varias abejas meliponinas (conocidas popularmente como abejas sin aguijón). Tal y como recoge en una investigación publicada en 2009 en el Journal of the Kansas Entomological Society, varias obreras aterrizaron imperceptiblemente sobre sus pestañas inferiores para darse un festín de lágrimas durante varios minutos.

Fuente rica en sodio y nitrógeno

La lacrifagia se define como una alimentación suplementaria encaminada a la adquisición de micronutrientes muy específicos. Por esto mismo, los especialistas relacionan este comportamiento con el puddling o “encharcamiento”, cuyo objetivo es también la recolección de nutrientes concretos a través de la ingesta de lodo, fluidos de cadáveres, excrementos o secreciones de vertebrados, incluyendo la sangre, el sudor o las lágrimas. Recuerde este concepto cuando vea un grupo de mariposas concentradas en un lodazal.

Moscas bebiendo lágrimas de equino. Rita_Kochmarjova/shutterstock

¿Qué nutrientes se obtienen de la lacrifagia (y otros tipos de puddling)? Se han sugerido el sodio (Na) y el nitrógeno (N) fundamentalmente. Las lágrimas son abundantes en sal (NaCl), que es de donde obtiene el sodio, pero también en proteínas, de donde extraen aminoácidos y nitrógeno aquellos insectos lacrífagos que poseen las enzimas digestivas adecuadas. Muy probablemente estos nutrientes acaben interviniendo en el funcionamiento y sustento de distintos procesos metabólicos y fisiológicos de los insectos que los consumen. Por ejemplo, el sodio es fundamental para la ósmosis celular y la actividad neuromuscular o la absorción de aminoácidos en el intestino. Sin embargo, la utilidad de la lacrifagia va mucho más allá.

Lágrimas y sexo: un regalo nupcial

Hay un par de datos que conectan la lacrifagia con la reproducción. Por un lado, en la mayoría de especies conocidas de insectos lacrífagos, son los machos quienes se alimentan de lágrimas. Además, es extremadamente raro que este comportamiento aparezca en las fases de desarrollo previas a la madurez sexual. En otras palabras, la lacrifagia (al igual que otros tipos de puddling) es característica generalmente de machos sexualmente maduros.

Las mejoras fisiológicas derivadas del consumo de lágrimas proporcionarían a los machos un acceso ventajoso a las hembras, lo que aumentaría sus probabilidades de tener descendencia. Sin embargo, existe otro camino para alcanzar el mismo resultado: donar los nutrientes a la hembra durante el apareamiento. Esta estrategia se conoce como “regalo nupcial”, una inversión paternal destinada a maximizar su progenie y la “calidad” de la misma. Las hembras podrían utilizar este nutritivo regalo para producir un mayor número de huevos o transferírselo a las larvas para aumentar sus probabilidades de supervivencia y que alcancen la etapa reproductiva para que los genes parentales se transfieran a las generaciones subsiguientes.

La lacrifagia es un buen ejemplo de que nada se desaprovecha en la naturaleza. Hasta una efímera lágrima puede servir a otros organismos para sobrevivir o perpetuarse en el tiempo.The Conversation

Alberto Romero Blanco, Investigador predoctoral. Invasiones biológicas y ecotoxicología. Programa de Ecología, Biodiversidad y Cambio Global, Universidad de Alcalá

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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