Con 'El juego del calamar' y 'Parásitos' convertidos en fenómenos de masas, RPP conversó con especialistas para conocer las razones del auge de las producciones surcoreanas.
En los tiempos que corren, qué otro signo de popularidad que terminar convertido en un meme. Hay uno que no deja de circular en redes sociales y proviene de una escena de “Parasite”, la cinta de Bong Joon-ho que hizo historia en los Oscar 2019 al ganar la estatuilla a mejor película: el chofer Kim Ki-taek conduce un auto tras pasar una noche de pesadilla debido a una lluvia torrencial, mientras en el asiento trasero su jefa, Choi Yeon-gyo, se queja por teléfono de cómo ese suceso le arruinó el campamento familiar.
Abundan también en Facebook, Twitter e Instagram los memes que se inspiran en las escenas de aniquilación de "El juego del calamar”, la serie de Netflix que consiguió sobrepasar en visionado a series como “Bridgerton” y “Stranger Things”, y conquistó a millones de usuarios de TikTok, plataforma donde se simulan y parodian famosas secuencias de su trama. Viralizadas al punto de reconocer su título sin siquiera haberlas visto, estas producciones son apenas la punta del iceberg de un fenómeno de masas exportado por Corea del Sur que envuelve otras industrias.
En el caso del rubro audiovisual, el crítico Isaac León Frías escribió en su artículo “El nuevo cine coreano: ferocidad y lirismo” —publicado en la revista Ventana indiscreta de la Universidad de Lima— que en la década de 1960 “floreció una actividad muy rentable”, erigida sobre géneros como la comedia, el melodrama, entre otros, “con un alcance local y regional”. Su verdadero despegue, sin embargo, ocurrió en la década de 1990, según detalló a RPP Noticias. “Tiene que ver con el desarrollo económico, por un lado, y la estabilidad política”, señaló.
De la “Hallyu Wave” a la globalización
Fue tras la caída del régimen dictatorial que en Corea del Sur surgió la llamada Hallyu Wave (nueva ola coreana), producto también de los talentos que fueron sumándose en el terreno de la producción, como directores, técnicos, intérpretes, entre otros. “El cine coreano ha logrado algo que no es fácil: desarrollar de manera más o menos simultánea un cine de alcance popular, desde el melodrama, la comedia, la acción y el terror, y otro cine de autor, que bebe de los referentes genéricos; (…) esos puentes, están mucho más consolidados”, dijo León Frías.
Asimismo, contribuyó al auge la creación de entidades y jornadas dedicadas a brindar apoyo a la cinematografía surcoreana —como el Festival de Cine de Busan o la Korean Academy of Film— y “el establecimiento de cuotas de pantalla para el cine local desde fines de los noventa”. Así, ya en los 2000, una película como “Ebrio de mujeres y pintura” del director Im Kwon-taek conquistaba Cannes al llevarse el premio a mejor dirección; en 2004, “Oldboy”, del director Park Chan-wook, se ganaba en el mismo festival el gran premio del jurado.
Durante este mismo periodo, los productos televisivos de Corea del Sur aterrizan en países de Latinoamérica y consiguen que sus telenovelas (conocidas por su estilo melodramático como k-dramas) desplacen a los culebrones de México y Brasil, al punto de casi igualar a sus pares procedentes de Turquía, que encontraron en la pantalla chica peruana una buena acogida.
Instaladas ya en la globalización, algo curioso ocurre con las producciones surcoreanas. Para León Frías, pese a las amenazas que supone este proceso mundial al “uniformar y reducir las diferencias” en las películas, la identidad se mantiene en los títulos del país asiático. “Tienen una producción propia, con características personales, una identidad diferenciada, incluso asimilando elementos de género de larga tradición en Occidente, pero mirándolos con elementos idiosincráticos, propios de Corea”, reflexionó.
Las diferencias sociales, un rasgo distintivo
Aunque sea caprichoso encasillar las producciones surcoreanas bajo una sola perspectiva, sin duda hay rasgos dominantes que pueden rastrearse en sus diversos títulos. Uno de ellos, destacó el crítico José Carlos Cabrejo, es la tendencia a poseer una "preocupación social", presente en muchas películas y series. "En 'Parasite' es evidente cómo a través de recursos cómicos, y a la vez muy trágicos, se exponen estas diferencias sociales que Bong Joon-ho trata en la contraposición de los espacios”, sostuvo.
Esta constante se puede apreciar también en “Estación Zombie”, película de Yeon Sang-ho disponible en Netflix, donde “se ven estos tránsitos entre vagones” que redondean “una idea del tren como radiografía de las diferencias sociales y cómo los poderosos actúan sobre los que no tienen poder”, ensayó el docente de la Universidad de Lima. “El juego del calamar” tampoco es ajeno al correlato entre desigualdades y ambientes, pues allí “la problemática de las deudas pasa por un asunto espacial que establece estas divisiones”.
“Estas distinciones espaciales revelan relaciones de poder. Hay un carácter universal en el que las preocupaciones son muy fáciles de identificar en nuestra propia realidad. Es una realidad muy surcoreana que se puede ver replicada en otros lugares como el caso del Perú”, recalcó Cabrejo. Una peculiaridad que, según escribió el comunicador Rafael Gutiérrez en su artículo para Ventana indiscreta, explica la estupenda acogida del meme de “Parasite” en nuestro país.
Los géneros, el castigo corporal y la poesía
Otra cualidad notoria en las producciones surcoreanas es “el castigo corporal”, mencionó Isaac León Frías, aunque esté presente en otras cinematografías asiáticas, como “parte de toda una tradición histórica con un cierto culto a la muerte en las sociedades orientales”. Asimismo, resaltó “el lirismo, la poesía que tiene que ver con los afectos amorosos, la relación con la naturaleza y la mirada al mundo un poco panteísta”. “No es un cine que se pueda reducir”, precisó, pues “tiene una escala de matices que van de lo más terrible a lo más humilde”.
José Carlos Cabrejo, por su lado, enfatizó la diversidad de géneros que pueden introducir en sus ficciones. “No diría en todas, pero sí en muchas hay un juego con lo cómico. En ‘Parasite’ es singular, porque parece un ‘gag’ de dibujo animado. Hay estas cuestiones de cruces genéricos. Y también este lado lacrimógeno en muchas producciones de terror. No voy a decir en todos los directores, pero sí en muchos existe un tambaleo de géneros”, indicó.
En esa línea, “El juego del calamar”, según León Frías, confirma “la habilidad genérica que manejan los coreanos” para sostener series y películas de gran atractivo comercial. “Es una prueba más de que tienen una capacidad de poder acertar en términos de comunicación y con una historia en la que los elementos de violencia y crueldad son casi protagonistas”, concluyó.
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