¡Son adictivos como las drogas, generan comportamientos violentos, producen trastornos de atención y fomentan el aislamiento social! Muchas veces he escuchado este tipo de comentarios sobre los videojuegos, principalmente por parte de los padres. Sin embargo, aunque entiendo su preocupación, nada de esto es verdad. Por el contrario, más allá de entretener, los videojuegos ayudan a desarrollar habilidades y tienen el potencial de resolver problemas sociales.
Diferentes estudios demuestran que, a nivel personal, los videojuegos estimulan la creatividad y desarrollan la inteligencia espacial de niños y adolescentes, fomentan el trabajo en equipo, mejoran la memoria, la atención, la capacidad de respuesta, el liderazgo, el pensamiento estratégico, entre otras capacidades cognitivas. Mientras que, a nivel social, los videojuegos han empezado a utilizarse en educación, terapias, coaching, resolución de problemas y muchos otros campos.
Por ejemplo, existen escuelas e institutos que están utilizando el Minecraft para la formación en ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas e incluso historia. Además, varios expertos coinciden en que el impacto de este juego en los niños ha sido muy favorable, sobre todo en la comunicación y las relaciones interpersonales.
Por otro lado, también se están desarrollando videojuegos que exponen determinados problemas sociales e invitan a los jugadores a reflexionar al respecto y resolverlos. Por ejemplo, en la última edición del Game Jam: volver a empezar, nuestros estudiantes de Toulouse Lautrec crearon videojuegos para combatir la depresión y la ansiedad, problemas sociales que se agravaron desde que inició la pandemia. Esta misma estrategia podría replicarse para crear conciencia sobre el uso de residuos sólidos, la explotación sexual, la violencia de género, etc.
Considero que debemos acabar con los mitos que existen sobre los videojuegos y verlos como una oportunidad de desarrollo personal y social. Tengamos en cuenta que, según DFC Intelligence, más de 289 millones de personas consumen algún videojuego solo en Latinoamérica y casi 3.1 mil millones en todo el mundo (40% de la población global). Por lo tanto, si desde la academia fomentamos la creación de videojuegos con propósito social, podríamos ayudar a resolver problemas y mejorar el mundo en diferentes aspectos, a través del entretenimiento. Ese debería ser nuestro reto en una sociedad cada vez más tecnológica e hiperconectada.
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