Al momento de escribir esta columna faltan ocho semanas y media para que se lleven a cabo las elecciones en Estados Unidos. Como comentamos en anteriores entregas las elecciones primarias en el Partido Demócrata fueron el centro de atención, no solo del público electoral norteamericano sino de todo el mundo. ¿Es Joe Biden la apuesta segura del Partido Demócrata? ¿Será capaz de debatir contra un discurso de confrontación como el de Donald Trump?
Las campañas electorales iniciaron en medio de un contexto de pandemia, lo que implicó un cambio en las propuestas que dejó lejos del centro del debate las reformas que Estados Unidos necesita. Durante las últimas semanas hubo mucha expectativa alrededor del discurso del candidato Biden para esta elección. Su respuesta fue elegir a la senadora Kamala Harris como su complemento en la vicepresidencia, una figura política que ha desempeñado varios cargos públicos y que posee un pasado familiar interesante que refleja las oportunidades que muchos migrantes podrían desarrollar en ese país.
A todo esto, la respuesta republicana se mantiene como un bloque duro de romper: el binomio Trump – Pence. Este debe vencer una serie de obstáculos, los más llamativos son la conflictividad social a causa de eventos de índole discriminatorio o racial (en especial de autoridades o fuerzas del orden), los impactos negativos a nivel económico de la pandemia y, finalmente, los estragos de una crisis sanitaria. En medio de estos procesos el binomio ha perdido parte de su fuerza comunicadora y aliados del establishment mediático que le permitía reforzar su discurso en término de avances y resultados (un ejemplo reciente es la partida de Kelly Ann Conway, una de las voces oficiales de la Casa Blanca).
Al mismo tiempo el binomio y su proyecto de continuidad han generado una serie de rechazos. Desde movimientos como el Lincoln Project (en el que curiosamente participa activamente el esposo de Kelly Ann Conway), movimientos bajo el espíritu del #BlackLivesMatter y la misma ciudadanía responsable que es testigo de cómo está resquebrajándose el sistema económico y político de Estados Unidos. Esto es una clara respuesta a movimientos como el “Tea Party”, germinado dentro de las canteras republicanas. Asimismo, en muchos estados se ve que hay una respuesta social cohesionada por parte de las bases sociales que buscan defender al “trumpismo” (si cabe el termino). Esto se refleja no solo en la protesta, sino en el posterior conflicto y enfrentamiento, donde la sociedad norteamericana, incluso ve la necesidad de ejercer su segunda enmienda al nivel de portar armas y mostrarlas. Esto resume un claro esfuerzo que ha canalizado Trump en desarrollar su idea de patriotismo a niveles de exacerbación, algo que ya venía calibrando en discursos frente a las Naciones Unidas: “La grandeza solo será realizable por el deseo y devoción de patriotas”[1]
Entonces podemos decir que los candidatos a la reelección por parte del partido republicano tienen un camino trazado, saben contra quién articular su discurso, entienden la idea del contexto crispado y eso les puede jugar a favor o en contra. Esto dependerá mucho de los estados péndulo (Swing States), parte del sistema de votación en Estados Unidos.
Y quedando 8 semanas y media, ¿qué avances han tenido los demócratas? Pues parece que pocos. Parece (y esta es una mirada a la distancia) que hay una serie de encuestas que están anunciando sus pronósticos (aún tempranos) y la gran mayoría da una ventaja electoral a la plancha Biden – Harris. Sin embargo, no se ve una reacción clara de cómo van a enfrentar los obstáculos. ¿Cuáles son los grandes cambios que propone el Partido Demócrata? Aquí entra un problema en términos de qué ala (orientación) gobierna en dicha institución política, un ala liberal (como la de Bill Clinton), de centro (como la de Nancy Pelosi), o de izquierda (como Sanders, Ocasio y Warren). Esto es algo que no está claro, y hasta cierto punto pareciera que estas disputas internas dejan espacios abiertos que no son ocupados por otras figuras políticas. Esto puede pasarles la factura en términos de representatividad.
Como decíamos líneas arriba, el Partido Republicano parece estar mejor estructurado para ganar sus batallas (no sabemos si la guerra). En el cuadro demócrata, la batalla parece ser interna, esto todavía no se ha evidenciado en las encuestas. Si no se articula un discurso pronto, un mensaje claro ante lo que ofrece el “nuevo conservadurismo norteamericano”, es posible que en el plazo de ocho semanas y media los resultados cambien.
Finalmente, hay que recordar que el voto popular, algo con lo que ambos partidos saben jugar muy bien, no tiene una correlación directa con el voto de los colegios electorales, quienes son los que deciden hacia donde se dirigen todos los votos del Estado. Esto para el Partido Demócrata debería ser una lección aprendida luego de las elecciones del 2016.
Dado el contexto de la COVID-19, estas serán unas elecciones muy particulares donde incluso los procesos logísticos para hacer llegar el voto a las urnas serán complejos. Sin embargo, el sistema electoral y sus instituciones podrán resolver esto dentro de las ocho semanas y media. Mientras tanto la población de Estados Unidos tiene dudas más importantes que resolver en dicho plazo.
[1] Discurso del Presidente de los Estados Unidos en la Asamblea General de los Estados Miembros a las Naciones Unidas -2019.
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