Adam Smith se encuentra dentro de dos selectos grupos de intelectuales. El primero, de los fundadores de ciencias modernas, como lo fueron Maquiavelo y Hobbes en el caso de la ciencia política o Galileo y Newton en las ciencias físicas. Smith, por su parte, fue uno de los que forjaron la ciencia económica. El segundo grupo, autores cuyas obras tuvieron amplias repercusiones sociales y políticas, como es el caso de Rousseau, Comte o Marx. Desde esos horizontes, ya se podría ubicar a Adam Smith como uno de los más importantes intelectuales de la historia, más allá del juicio que podamos tener sobre sus escritos.
El filósofo escocés nació en Kirkcaldy el 5 de junio de 1723 y falleció en Edimburgo el 19 de julio de 1790. Fue profesor de lógica y de filosofía moral en la universidad de Glasgow, de la cual llegó a ser rector honorífico en 1787. En aquel claustro fue discípulo de Francis Hutcheson, y entabló amistad con el gran filósofo David Hume, quien ejerció una notable influencia sobre su obra. Después de una primera experiencia universitaria en Glasgow, Smith fue tutor por tres años (1763-1766) del tercer duque de Buccleuch, a quien acompañó en sus viajes de formación a Francia y a Suiza. Durante este periplo conoció a varios de los pensadores más importantes de la ilustración como Voltaire, Diderot, D'Alembert, entre otros. Asimismo, tomó conocimiento de las obras de los fisiócratas como Turgot y Quesnay, quienes ejercieron una notable influencia en el giro de su filosofía. Luego retornó al Reino Unido y empezó un periplo en el que intercaló el ejercicio intelectual y labor burocrática, volviendo plenamente a la vida universitaria hacia 1784, en Glasgow.
Poseedor de varios intereses intelectuales, que fueron desde la astronomía, el lenguaje y la música, en la obra de Smith encontramos dos textos fundamentales: La teoría de los sentimientos morales (1959) y Una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones (1776). El primero de los libros es una detallada reflexión moral desde una orientación empirista (como la de amigo y mentor, Hume). Para Smith, la “simpatía” es lo que condiciona la conciencia moral de los sujetos, de tal manera que se establecen vínculos efectivos desde los sentimientos de moralidad compartida, lo cual generan hábitos prácticos de convivencia.
El segundo de los libros fundamentales de Adam Smith, La riqueza de las naciones, es una de las obras fundamentales de todos los tiempos. Este texto, de dimensiones poliédricas, posee una teoría económica, una teoría del estado y una epistemología de ciencias. Para Smith, las riquezas de las naciones surgen de la conjunción de varios elementos que colaboran entre sí: una creciente división del trabajo, la presencia de una moralidad utilitaria de corte individualista, la limitada participación del estado y a la formación de instituciones producto de la experiencia consuetudinaria, ajenas a la planificación a priori. Una parte importante de las posiciones y descubrimientos de Adam Smith fueron fundamentales para el desarrollo de la filosofía política liberal, el conocimiento del libre mercado y para sentar las bases de una teoría social que explique el progreso de determinadas naciones.
Aplaudida por unos y denostada por otros, conocer el pensamiento de Adam Smith es una tarea obligatoria de todo aquel que quiere conocer la evolución de las ideas en los últimos siglos. Asimismo, para identificar a una de las primeras defensas del ejercicio de la libertad política y económica. Este tricentenario que se avecina es una excelente oportunidad de repensar su obra a luz de las nuevas circunstancias.
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