La obra de François Hartog (Francia, 1946) es fundamental para la historiografía contemporánea, ya que ofrece un marco teórico que permite entender cómo las sociedades perciben y estructuran el tiempo. En este sentido, Hartog introdujo en uno de sus textos más celebrados el concepto de "regímenes de historicidad" (2002), noción que posibilita interpretar cómo las sociedades articulan y experimentan el tiempo. Según el pensador francés, cada época tiene su propio régimen que determina cómo se perciben y se relacionan estos tiempos. Esto implica que las experiencias del tiempo no son universales, sino que varían según el contexto cultural e histórico. Tal como Karl Mannheim, George Gurvitch y Reinhart Koselleck, plantearon en su momento desde diferentes horizontes teóricos.
Casi veinte años después de la publicación de su obra más célebre- Los regímenes de historicidad-, Hartog nos entregó, Cronos: cómo occidente ha pensado el tiempo (2020), texto en el que profundiza una de las ideas más sugerentes desarrolladas en los regímenes de historicidad: el presentismo. Hartog define el presentismo como un régimen específico que se centra en la inmediatez del presente, en contraposición a las visiones más tradicionales que consideran el pasado y el futuro como elementos igualmente relevantes para la comprensión histórica. Este enfoque implica que el presente se convierte en el único tiempo significativo, erosionando las conexiones con el pasado y proyectando un futuro incierto.
Según Hartog, el régimen presentista se caracteriza, entre otras cosas, por desestimar el pasado. Esta depreciación es impulsada por factores contemporáneos como el consumismo y la rápida innovación tecnológica, donde la búsqueda de gratificación inmediata y beneficios instantáneos lleva a una falta de atención hacia las lecciones históricas. Así, el presentismo contemporáneo se muestra como una "crisis del futuro", donde las expectativas sobre lo que vendrá se ven comprometidas por la obsesión con el ahora. Esto genera un entorno en el que las decisiones se toman sin una consideración adecuada de sus implicaciones a largo plazo.
El intelectual francés señala que, en la era actual, la economía mediática contribuye a convertir el presente en un pasado contiguo, lo que refuerza la idea de que solo lo inmediato tiene valor. Esto afecta no solo la memoria colectiva, sino también cómo los historiadores -y en general una buena parte de los científicos sociales-, interpretan y escriben sobre el pasado. En ese contexto, la memoria se transforma en un instrumento del presentismo, donde se busca preservar todo lo que es relevante para el presente sin una reflexión crítica sobre su significado histórico. Esto puede llevar a una "historización inmediata" del presente, donde los eventos contemporáneos son rápidamente convertidos en “historia” sin la asimilación crítica que se necesita para comprender lo acontecido.
Dominados por el presente, vivimos en una era de la desconexión temporal. En efecto, Hartog estima que, desde la década de 1980, las sociedades han experimentado un "tiempo desorientado", donde la relación entre pasado, presente y futuro se ha vuelto problemática. Este fenómeno se caracteriza por una creciente incapacidad para proyectar un futuro claro y deseable, lo que resulta en una obsesión con el presente inmediato. Este tiempo desorientado evidencia la crisis del futuro, donde las expectativas optimistas sobre lo que está por venir han sido reemplazadas por incertidumbre y ansiedad. ¿Cómo se relacionan la amnesia colectiva con el tiempo desorientado?
La amnesia colectiva contribuye al tiempo desorientado al crear un vacío en la memoria histórica que impide a las sociedades entender su trayectoria temporal. Sin recuerdos compartidos y significativos, el presente se siente aislado y desconectado del pasado. El olvido y la desorientación nos conducen a la ausencia de la relevancia histórica, donde la falta de reconocimiento de eventos pasados importantes puede llevar a una repetición de traumas históricos, perpetuando así tanto la amnesia como la desorientación temporal. Por ello, no es de extrañar que la enorme crisis de moral que estamos padeciendo en el Perú, tenga como una de sus causas, la desorientación histórica proveniente de haber pulverizado las relaciones con la memoria colectiva. No puede haber justicia reparadora ni verdad objetiva desde la amnesia generalizada.
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