
La historia nos enseña que los países que fueron líderes mundiales lo lograron gracias a generar valor a sus atributos diferenciales, más que repitiendo lo que otros hicieron. Por eso, paisano, paisana, convendría darles una mirada positiva a nuestras propias capacidades, en vez de sólo pensar en copiar lo que llega de afuera.
En el siglo XVI España lideró el mundo bajo la guía de la religión, pues evangelizar fue el argumento, o el pretexto, para descubrir América y conquistar a México y Perú. ¿Quién financió a Colón? No fue solo la reina Isabel, fue Isabel la Católica, y Atahualpa fue ajusticiado por hereje, dice la historia. El imperio británico, que le siguió como potencia, rompió con el catolicismo que tan bien le había funcionado a España y, creando su propia iglesia, se desarrolló con una burocracia de nobles que mandaban y plebeyos que obedecían. Años después, los Estados Unidos de América rompieron las jerarquías de los ingleses y consideraron que todos eran iguales y que debían competir solos, creando la leyenda del cowboy o llanero, solitario. Luego el Japón, más bien, dijo que la nación era más importante que cada individuo, y haciendo que todos trabajaran juntos destronó a los Estados Unidos en su símbolo, que era la industria automotriz. Pero luego ese nacionalismo bueno para el Japón fue descartado por la comunidad europea donde, para desarrollar tecnología, se unieron países enemigos, como Alemania, Francia e Italia diciendo que la mano de obra barata era un lastre, que era la tecnología lo que valía. Y hoy vemos sorprendidos cómo China crece potenciando su más grande atributo: el chinito barato, ese trabajador barato al que tanto se despreciaba.

¿Y qué pasa con el Perú y con América latina? Aquí muchos gurús del desarrollo nos dicen que las materias primas son una maldición y que la mano de obra no aporta mucho. Otros exhortan a nuestros obreros deben hacer gimnasia en las mañanas, como los japoneses, y recomiendan que copiemos la manera de administrar de las grandes empresas del mundo. Eso, aunque quizás aquí, en vez de gimnasia, funcione mejor darles a los obreros un buen desayuno, y que la forma en que se gerencia una gran empresa no sirva para la versatilidad y adaptación que necesitan las pymes aquí.
¿No será que solo nos desarrollaremos de verdad cuando en vez de copiar potenciemos nuestras capacidades propias y poco reconocidas? Por ejemplo, la fuerza y creatividad de nuestros millones de empresarios informales; nuestras materias primas, esas que pocos poseen; las ventajas de la altura de nuestra sierra, que aprovecharon los incas y que hoy olvidamos. En fin, ¿qué capacidades cree usted, paisano, paisana, que, en lugar de ignorar, debiéramos aprovechar para ser verdaderos líderes mundiales?
Comparte esta noticia