Las revoluciones industriales no son cancelatorias. Más bien, son acumulativas. Es decir, cada una de ellas se edificó sobre la anterior. La primera revolución incorporó el uso de las máquinas para la producción en masa, pero centrándose en la fuerza humana para su movilización. Esta se dio desde finales del siglo XVIII y en gran parte del siglo XIX. Al término de la centuria antepasada, con el uso extensivo de la electricidad y de los combustibles fósiles, se desarrollaron una serie de tecnologías que fueron utilizadas para desarrollar nuevos bienes de consumo. Simultáneamente, surgieron nuevas técnicas de producción que incorporaron el uso de esas novísimas fuentes energéticas. El resultado fue el crecimiento masivo de la producción industrial, que conjugó el trabajo humano con la fabricación técnico lineal. Esta segunda revolución industrial se inició en las primeras décadas del siglo XX y se prolongó hasta la mitad de la centuria anterior.
Las innovaciones científico-tecnológicas de la Segunda Guerra Mundial, la carrera militar y la carrera aeroespacial de los años sesenta y setenta, generó nuevos tipos de tecnologías, afincadas en la electrónica y en la miniaturización de los dispositivos de información. Como era previsible, algunas naciones salieron más fortalecidas de esta dinámica innovadora. Y en los años ochenta, se hizo masivo el uso de estos componentes en gran parte de la producción industrial. El desarrollo de la electrónica conllevó al fortalecimiento y florecimiento de la informática y, al mismo tiempo, de la biotecnología. Así, desde aquellos años, nos encontramos en la tercera revolución industrial.
La investigación científico-tecnológica se hizo más eficiente en la medida que se conocía de mejor manera qué acciones gubernamentales y corporativas podían acelerar el proceso de innovación. Así, se indagó en las potencialidades de la inteligencia artificial (IA), vinculándola a los nuevos sistemas de transmisión de información y de datos. Así, el uso de la IA se ido incorporando a una buena parte de los procesos productivos y a la vida cotidiana. Lo que nos introduce a los albores de una cuarta revolución industrial, iniciándose una era de dispositivos y componente autónomos, de diverso tamaño y uso, que se autoprograman y se conectan entre sí. De ahí la importancia de la 5G y la 6G y de las diversas “constelaciones satelitales” que se están formando. Muchos consideran, que la cuarta revolución industrial llegará a su cenit hacia la década del 2035-2045, cuando se alcance la “singularidad tecnológica”, el momento en el que la IA se autoprograme, de tal modo, que logre elaborar una línea evolutiva autónoma, paralela a la evolución natural. Los más entusiastas de este proceso, los “transhumanistas”, consideran desde hace varios años, que esta situación nos conducirá a una nueva condición de lo humano, con consecuencias aún desconocidas.
Desde hace algunos años, varios países están dando pasos para adaptarse a esta situación. Sobre todo, porque se sabe que cada revolución industrial ha generado consecuencias culturales, sociales, laborales y medioambientales. Algunas de las cuales han sido muy perniciosas y, otras, muy positivas. Por ejemplo, la primera revolución generó el problema de la explotación obrera y potenció colonialismo decimonónico, la segunda revolución creó las condiciones materiales para establecer los estados de bienestar y, la tercera, puso fin a la “guerra fría”. Por ello, en la cuarta revolución será fundamental para poder resolver una serie de problemas que enfrentaremos como humanidad, muchos de los cuales son derivados del aumento constante de la población humana y el estilo de vida de la misma. Cada vez somos más y ocasionamos una mayor presión sobre la naturaleza terrestre. De ahí que varias naciones y empresas estén dando pasos muy firmes para que, en algún momento, “terratransformar” Marte. Pero claro, ese escenario no es posible en las próximas décadas. Más allá de la coyuntura o del contexto actual de países como el Perú, ¿seremos conscientes de lo que se viene en un futuro no muy lejano? Esperemos que en este lustro se entienda la magnitud de los cambios que se avecinan.
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