
¿Sabía usted paisana, paisano, que los tejidos peruanos tienen una tradición de miles de años, comparables solamente con las grandes tradiciones textiles del mundo? En tiempos de cambio del comercio internacional, conviene darle una mirada positiva a nuestra industria textil.
La historia avala esta afirmación, pues los tejidos Paracas tienen una calidad técnica sorprendente: mezcla de algodón y lana, con dibujos complejos y colores que duran más de dos mil años, compitiendo con las sedas chinas, los tejidos de Cachemira y los mantos de lino egipcios. Y también a nuestra textilería la avala la geografía, pues, como ocurre con la gastronomía, ella tiene manifestaciones variadas en todas nuestras regiones. La vemos en los colores vivos de la Sierra Sur, en los delicados bordados del Colca, los impresionantes tapices de San Pedro de Cajas, los finos diseños de las telas de los pueblos amazónicos y en los encajes de algodón pima, del Norte.

Y por eso no es casualidad que uno de los ejes más importantes del emprendedurismo peruano se da en el sector textil, con el ejemplo máximo del emporio de Gamarra en Lima, que da empleo a varias decenas de miles de personas. Emprendedurismo que se basa en el trabajo cuidadoso de nuestros obreros, que lleva a que muchas empresas den servicio de maquila, de confección, a marcas internacionales. Quizás ya alguna vez se sorprendió usted, paisana, cuando al comprar un polo de una marca carísima, “importada”, la del cocodrilo u otra, decía en la etiqueta “made in Perú”.
Es cierto que nuestra industria textil ha sufrido mucho por la competencia de productores asiáticos con precios mucho menores, a veces de dumping; es decir, por debajo de su costo real para ganar mercados, pero los tiempos cambian. Si se hiciera efectivo, por ejemplo, que el presidente Trump pusiera aranceles 4 veces mayores a los textiles chinos o vietnamitas que a los peruanos, se abriría nuevamente un gran mercado para nuestra industria. Hay que prepararse mejor para ello, con operaciones eficientes, tiempos exactos y calidades estandarizadas. Todo eso muy rápido, porque las oportunidades no se presentan siempre.
Por cierto, no debe olvidarse que nuestra industria también deberá prepararse para competir con esos productores baratos, que, a falta del gran mercado de los Estados Unidos, querrán colocar sus productos en nuestros países. Pero de eso hablaremos en otra ocasión. Mientras tanto ¿qué cree usted paisana, paisano, que nuestra industria textil debe hacer para aprovechar sus ventajas de variedad y calidad que tiene por su historia, su cultura y por la habilidad de sus trabajadores?
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