No todo es terapéutico y, en la misma línea, no todo es psicoterapéutico. Inicio la columna con esta afirmación, porque he observado que algunas psicólogas y algunos psicólogos comparten tips para disminuir la potencia trágica de algunas emociones intensas (como la ansiedad o la tristeza cuando ya penetran en lo más hondo), pero los convierten mágicamente en actos terapéuticos y sanadores. Advierto, en sus redes sociales y, principalmente, en su contenido, que abundan las estrategias para abordar manifiestos síntomas de trastornos o dolencias psicológicas como si se tratasen de pautas psicoterapéuticas que van a conseguir el alivio permanente. Este tipo información me resulta en extremo preocupante, puesto que, en la sociedad de la inmediatez de la que somos simples moradores, ya no solo personas ajenas al campo de la psicología, sino los mismos profesionales se esfuerzan en brindar maniobras para eludir el proceso de la psicoterapia bajo el pretexto o la etiqueta de «estrategia terapéutica». A tenor con esta propuesta new age, podemos encontrar sugerencias del siguiente tipo: «bailar es terapéutico», «escribir es terapéutico», «pintar es terapéutico», «hablar es terapéutico» y, así, ad infinitum.
¿Cuál es el verdadero problema con estas frases que suenan tan provocativas y aliviadoras? Pues el mismo problema que con la frase «tomar anís es terapéutico». Si bien el anís puede generar algún tipo de alivio ante problemas de tipo estomacal, ¿realmente puede ser «terapéutico»? La dura respuesta es que no. Esta característica solo se le puede adjudicar a aquellas intervenciones que generan un impacto positivo y duradero en el tratamiento de una dolencia y que, además, presentan comprobación fáctica de esa eficacia, es decir, evidencia. Por ello, frente a una infección bacteriana que ataca al sistema digestivo, lo realmente terapéutico sería la ingesta de antibióticos recetados por una o un especialista —porque, por obvias razones, antes de suministrar un medicamento, se requiere de forma indefectible de un correcto diagnóstico y eso, por más que quisiéramos, no lo podemos realizar nosotros—.
Este mismo ejemplo lo podemos extrapolar al ámbito de la psicología y la psicoterapia. Bailar, pintar, escribir y hablar, probablemente, nos hagan sentir mejor y alivianen nuestra existencia en momentos críticos. De hecho, científicamente hablando, hay evidencia de reducción de la intensidad emocional cuando se llevan a cabo estas actividades. Pero, ¿basta con que se reduzca el malestar temporalmente para hablar de «estrategias terapéuticas»? Nuevamente, y a riesgo de sonar aguafiestas, la respuesta es un rotundo no. Este tipo de tácticas fungen como curitas o apósitos para lo que verdaderamente se está gestando en nuestra psique. Es decir, nos van a hacer sentir mejor momentáneamente, pero no van a producir un efecto a largo plazo, puesto que, una vez que se gaste por la fricción o el paso del tiempo, va a caer sobre nosotras y nosotros todo el peso de nuestra pesadumbre.
Lo que realmente es terapéutico o psicoterapéutico, en directa relación con el tema médico, es un proceso psicológico guiado por una o un especialista con base en lo que se ha comprobado que es eficaz y que disminuye o erradica la sintomatología y genera, en consecuencia, una curación. Luego de un diagnóstico oportuno, sostenido en conocimientos férreos y en una técnica a todas luces refinada, el psicoterapeuta pondrá en práctica su mejor manejo terapéutico —aquí sí se permite esta palabra, en tanto sí va a suscitar una mejoría sostenida—, el cual podría incluir, incluso, el baile, la escritura, la pintura y la conversación. La clave está en que estas estrategias se usan para asistir la exploración de lo que no podemos ver dentro de nosotros en un espacio y un escenario completamente cuidado y diseñado para cumplir esta función.
Entonces, ¿podemos poner en práctica elementos terapéuticos o psicoterapéuticos por nuestra cuenta? Como hemos visto, no. Lo máximo que vamos a conseguir es aliviar provisionalmente nuestros síntomas con una infusión de anís para el alma —en el sentido griego de la palabra psique—.
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