La nueva etapa de Mario Vargas Llosa, por qué "Conversación en la catedral" es su mejor novela, la relación de un escritor con sus críticos, entre otros temas. RPP Noticias conversó sobre la obra del Nobel con Efraín Kristal, considerado como el que mejor conoce del tema en el mundo.
Efraín Kristal dejó el Perú a los 11 años ─hoy tiene 60─ para estudiar en Estados Unidos, pero vuelve al menos una vez al año. Ahora lo hizo como parte de los invitados a la Feria del Libro Lima 2019, dedicada a Mario Vargas Llosa, autor al que leía desde su infancia. No podía haber mejor ocasión para regresar a su tierra natal: un evento cultural en honor al Nobel peruano no podía estar completo sin él.
Con estudios de Literatura en la Universidad de California, Berkeley, en la Universidad de Stanford y en la Escuela Normal Superior de París, además de estudios de Filosofía Analítica en Estados Unidos, la publicación de La tentación de la palabra: la novela de Mario Vargas Llosa en 1998 (y sus reediciones) estableció a Kristal en el mundo literario como el principal estudioso de la obra del novelista peruano.
A propósito del homenaje a Mario Vargas Llosa, RPP Noticias conversó con Efraín Kristal sobre la obra del Nobel. Sobre sus etapas, sobre su relación con él, sobre los 50 años de Conversación en La Catedral y sobre cómo, mientras los detractores de Mario Vargas Llosa todavía le atribuyen resentimientos de tintes político o personales, el análisis de sus obras más recientes revela que el novelista vive hoy, de hecho, el momento más optimista y ─por qué no─ feliz de su larga carrera.
En el circuito literario, entre estudiosos, profesores, escritores y aulas universitarias, se habla de usted como el especialista que mejor conoce la obra de Mario Vargas Llosa. ¿Cómo toma esta consideración de sus propios colegas?
Bueno, si la gente dice eso, me conmueve porque su obra ha sido importantísima para mí. Cuando mi familia se traslada a Estados Unidos, fue la literatura la que me permitió reconectarme, pensar en lo que había sido el país de mi infancia. En casa teníamos todos los libros de José María Arguedas, de Mario Vargas Llosa y yo los leía a ellos y a otros con compasión, y con el tiempo he trabajado en las novelas de Vargas Llosa. Incluso recuerdo que, de niño, una vez mi padre llegó a la casa ─yo tenía 11 años─ con un paquete de ‘populibros’ y estaba La ciudad y los perros, que traté de empezar de leer en este momento. He leído casi todas sus novelasen la medida que salían, me he interesado en sus contextos literarios. Me conmueve que la gente piense que el trabajo que he hecho tenga cierto valor.
No quiero ser muy teórico con esta pregunta, pero... ¿cómo ve la relación entre el crítico como, digamos, actor dentro el mundo cultural, y el autor? Y esto a su vez me sirve para preguntarle: ¿Cómo es su relación a nivel personal con Vargas Llosa?
Tuve la suerte de conocer a Mario Vargas Llosa gracias a una gran figura de la cultura peruana, que fue mi maestro: José Durán. Cuando estudiaba Literatura Comparada en la Universidad de California en Berkeley, él lo invitó justo cuando estaba por publicarse La guerra del fin del mundo. Me tocó escucharlo en una conferencia maravillosa sobre La Guerra de Canudos y me tocó un poco servirle como taxista en ese viaje. Luego, a lo largo de los años, he tenido muchas ocasiones de conversar con él, de participar en eventos sobre su obra y agradezco esas oportunidades.
Ahora, lo interesante es que, como crítico literario, yo tengo una perspectiva sobre su obra que él no tiene el lujo de tener, y no lo digo solamente por mí, cualquier crítico literario [tiene esa perspectiva]. Él está viviendo su vida, está pasando por transformaciones intelectuales, políticas, estéticas, y yo como crítico lo puedo observar. Él siempre, además de tener un don de la palabra y una memoria privilegiada y una gran inteligencia, interpreta el mundo a partir del momento en que se encuentra; pero yo puedo tomar cierta distancia y puedo explicar la relación entre las lecturas que ha hecho y las novelas que está trabajando. También me doy cuenta cómo, a medida que pasa el tiempo, se dan estos cambios en su estética, se dan cambios en su visión sobre lo que es la literatura y se dan cambios en las tonalidades, en los procedimientos literarios en cada una de las novelas.
Sea por coincidencia o por diseño, la Feria del Libro de este año coincide con los 50 años de Conversación en La Catedral. Tuve la oportunidad de estar en la mesa de homenaje y me pareció muy precisa su exposición y la de los profesores que estuvieron allí. ¿Qué lugar le concede usted a esta novela dentro de la bibliografía de Vargas Llosa?
Yo creo que es su obra maestra. La que compite, quizás, es La guerra del fin del mundo y hay otros lectores que creen que La fiesta del Chivo está a ese nivel. Las tres son novelas magníficas, pero yo creo que esa es su obra maestra porque, por un lado, tiene un tema absolutamente sencillo: dos jóvenes que han sufrido, que han fracasado en la vida, se encuentran y tratan de comprenderse. Tienen una conversación de cuatro horas y a raíz de esa conversación surgen muchas otras. Poco a poco se empieza a tejer la complejidad de lo que es todo un mundo y al final de la novela, uno siente que ha sido expuesto a una experiencia, no solamente estos dos jóvenes, que es interesantísima, sino que uno tiene acceso a todo un mundo, uno llega a comprender cómo una sociedad corrupta poco a poco afecta los pequeños encuentros, los grandes encuentros, la vida de toda una sociedad.
Usted dijo que si bien los temas políticos de Conversación en la Catedral han perdido actualidad y que es una ficción contenida, no hace falta conocer los pormenores de la historia peruana para disfrutar, para apreciar el genio de la obra y entenderla. ¿Tiene que ver esto con que uno puede identificar rápidamente qué es un ‘Cayo Bermúdez’ sin haber conocido la historia del Gobierno de Odría y Alejandro Esparza Zañartu (la inspiración del personaje 'Cayo Bermúdez'?
Exacto.
¿Tiene que ver la vigencia de Conversación en La Catedral con que las estructuras de la corrupción en la sociedad peruana y latinoamericana que se retrataron en esa época aún siguen vigentes? Los lectores de mi generación, por ejemplo, personas de entre 20 y 30 años, no vivieron la época de Odría y su ‘Cayo Bermúdez’, pero hacen rápidamente la asociación con Fujimori y Montesinos.
Lo que acaba de señalar me parece muy acertado. Hay resonancias con cierta manera de comprender la corrupción y también creo que lo que subyace al sentimiento que describe esas estructuras, es una actitud moral que también tiene vigencia hoy. Ese sentimiento de que las cosas no están bien, de que hay una gran injusticia en el mundo que nos ha tocado vivir. Ahora bien, creo que el tipo de novela que hacía Mario Vargas Llosa en esa época presenta un tipo de sociedad, si hablamos desde un punto de vista sintético y no de los detalles que tienen vigencia, que es un mundo tan corrupto, tan deshumanizante, tan terrible que todos los personajes de este mundo van a ser víctimas del sistema. Y eso corresponde a las convicciones políticas que tenía Vargas Llosa en esa época: la idea de que en realidad no hay reforma posible para ese mundo.
Eran ideas que tenía gente muy cercana a Vargas Llosa en esa época, como Sebastián Salazar Bondy, José María Arguedas y otros. Mientras que, digamos, en la segunda época de Mario Vargas Llosa se da como un tipo de inversión. En las novelas de los años ochenta es la sociedad la que puede ser víctima del fanatismo de ciertos individuos. Hubo una inversión: en la primera época, el sistema destroza a los individuos; en la segunda época, los individuos pueden desarticular la estabilidad de lo que es una vida social y una vida en una vida gregaria. La actitud que Vargas Llosa tiene para describir la corrupción cambia en cada una de sus épocas.
El sábado Vargas Llosa hablaba con Sergio Ramírez (escritor nicaragüense) sobre la relación que hay, para los novelistas al menos ─porque él dice que en la poesía no se da─, entre la novela en Latinoamérica y la corrupción, los malos gobiernos, la "barbarie". ¿Usted cree en esta relación entre sociedades caóticas y buenas novelas? ¿Latinoamérica tiene buenas novelas en parte porque ha sufrido bastante por los escenarios políticos, que de hecho se siguen sufriendo?
Bueno, desde luego que en Hispanoamérica hay un conjunto de novelas extraordinarias que se han nutrido de la corrupción, de las injusticias, eso es lo sentía uno incluso en las novelas de los años veinte y treinta. Las novelas regionales también trataban el tema la gente de la injusticia. Pero creo que también, si uno toma cierta distancia y ve los movimientos en los cuales hay una explosión de literatura narrativa de novela, digamos, en el mundo entero, suele ser cuando se está dejando atrás un tipo de vida rural y está estableciéndose un tipo de vida urbana, pero todavía no se ha dado el nuevo tipo de vida.
Por eso yo creo que la novela inglesa, la novela francesa, son tipos de novela que también tratan temas de corrupción. El otro asunto es que uno tiene que encontrarle, para que se dé una explosión novelística, siempre tiene que haber un tipo de drama personal, de drama familiar, que es un microcosmos de un drama colectivo. Entonces, en esos momentos de transición es donde más se da: cuando uno está pasando de transición de un mundo rural a un mundo urbano. Por eso hay una explosión novelística primero en Inglaterra, luego en Francia. En la novela rusa también se da, Dostoievski,Tolstoi etc., también se da cuando se está dejando atrás un mundo rural en Rusia y se está estableciendo un mundo más urbano. Ese proceso se da en Hispanoamérica en los años cuarenta, cincuenta, y para mí también explica la explosión novelística. Esta transición, dejar un tipo de vida detrás y cuando todavía no se ha constituido el nuevo tipo de vida, permite la exploración de vidas privadas que reflejan estos cambios.
Usted ha hablado de ciclos en la obra de Mario Vargas Llosa y de que Conversación en La Catedral cierra el primero. ¿En qué etapa está actualmente?
Yo creo que en las últimas obras estamos en una época de transición. Creo que estamos ante las primeras novelas optimistas de Vargas Llosa. El héroe discreto (2013) y Cinco esquinas (2016) son sus primeras novelas en las cuales el ser humano tiene la capacidad para mejorar el mundo en que le tocó vivir. Eso nunca se veía antes en él. Todavía no sé a dónde va a llegar con eso, pero son novelas, para mí, equivalentes a La tía Julia y el escribidor y Pantaleón, de transición entre la primera etapa y la segunda tapa; o como Los cuadernos de don Rigoberto y Lituma en los Andes, de transición entre la segunda etapa y la tercera etapa. Creo que está de una etapa hacia otra.
¿Cree que todavía tiene una obra maestra por dar, a la altura de Conversación en La Catedral o La guerra del fin del mundo?
Sin duda que tiene la posibilidad de hacerlo y ojalá que lo haga.
¿Ganar el Nobel tuvo efecto en el proyecto narrativo de Vargas Llosa o sus cambios han sido más vinculados a un desarrollo personal? Si bien siempre hay que separar al autor real del autor de la obra, Vargas Llosa ha sido influenciado mucho por su biografía. ¿Qué motivos ve detrás de este nuevo proceso?
Bueno, desde que ganara el Premio Nobel, las únicas dos novelas que ha escrito han sido El héroe discreto y Cinco esquinas. Lo que se veía justo antes del premio Nobel es algo muy especial: para mí Travesuras de la niña mala (2006) y El sueño del celta (2010) son como dos novelas paralelas. En un caso, es una especie de comedia, en el otro es una especie de tragedia. Ambas representan una época de cierta actitud pesimista de Vargas Llosa sobre la condición humana. En ambos casos, uno tiene personajes que se reinventan constantemente y en el caso de ‘La niña mala’ hay como un atisbo de salvación al final, cuando está muriendo, porque descubre que existe el amor; mientras que el personaje literario de El sueño del celta es un personaje que también se reinventa: había sido diplomático, defensor de los derechos humanos, entusiasta de la liberación de Irlanda, en fin, y después de reinventarse tantas veces siente un sentimiento de como de desgaste y quiere morir. Pero la diferencia es que él ha fracasado en sus relaciones amorosas.
Lo que había en Vargas Llosa era una actitud pesimista sobre la condición humana y esa era una de las razones por las cuales se reconcilió con los personajes del pasado. El pesimismo le hacía comprender las deficiencias, las imperfecciones de la humanidad para luego reconciliarse con nuestros prójimos. Y lo que sucede en las últimas dos novelas es que, aunque reconoce que hay corrupción, que hay deficiencias en la vida humana, de repente es posible luchar contra los problemas, contra esta corrupción. En ambas novelas [El héroe discreto y Cinco esquinas] hay un optimismo y quizás eso tenga algo que ver con la felicidad que le pudo haber dado el haber recibido el premio Nobel. Pero me es difícil predecir por dónde va a ir.
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