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Mate burilado: Así se forjó el arte milenario que practican con maestría en Cochas Grande

En el mate burilado se unen tradiciones artísticas del Ande y el Virreinato del Perú.
En el mate burilado se unen tradiciones artísticas del Ande y el Virreinato del Perú. | Fuente: Aucca Cruz | Fotógrafo: Aucca Cruz

RPP Noticias conversó con especialistas dedicados al mate burilado para conocer sus orígenes, su desarrollo, sus técnicas de realización y la importancia del pintor José Sabogal en su revalorización.

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“La figura del mono / está admirablemente inscrita / en toda la redondez del calabazo silvestre”, escribió el poeta José Watanabe al inicio de un poema titulado “Mate burilado”. Son tres versos que describen la representación, el trabajo y el material sobre el cual se elabora este arte milenario, cuyos orígenes se remontan a la época precolombina del Perú.

“El mate es un material ubicado en la arqueología desde Huaca Prieta”, dijo la historiadora María Eugenia Yllia a RPP Noticias en referencia al sitio arqueológico, ubicado en la región La Libertad, donde el arqueólogo estadounidense Julius Bird encontró fragmentos de mate, con una edad aproximada de 1950 años a.C.

La palabra “mate” proviene, etimológicamente, del quechua “matí”, que significa calabaza. Por ello, que haya restos de mate en la zona norte del Perú y, además, se hable de la herencia andina en esta expresión artística responde al hecho de que el mate burilado, tal y como lo conocemos ahora, “está asociado a varias tradiciones culturales”, como precisó Yllia.

Ciertamente, existen manifestaciones del mate burilado en el norte del país, pero durante la etapa colonial fue en la sierra donde, según apuntaron los investigadores Claude y Geneviève Auroi en su artículo “Arte popular en el Perú”, “el arte del mate se ha desarrollado” de manera especial, “particularmente en Ayacucho, Mayocc (Huancavelica) y el Valle del Mantaro”.

Las historias grabadas en los mates burilados se leen de abajo hacia arriba, según el matero Florencio Sanabria.
Las historias grabadas en los mates burilados se leen de abajo hacia arriba, según el matero Florencio Sanabria. | Fuente: Cristian Alfaro Núñez

“En la época colonial se le da un uso distinto al mate y también hay una serie de técnicas que se le incorporan, entre ellos el uso del buril”, dijo María Eugenia Yllia. Con este instrumento —fabricado de manera artesanal y cuya punta posee una forma triangular— que sirve para grabar imágenes sobre la superficie de la calabaza, se forjan nuevas representaciones en el Virreinato: desde personajes hasta figuras vinculadas a procesiones religiosas.

De modo que, en su tránsito hacia la época republicana, el mate burilado ya une “tradiciones diversas, entre ellas la andina y la virreinal, con todos los elementos ornamentales que forman parte de este nuevo lenguaje”, sostuvo la especialista. “Por su naturaleza y forma, [el mate burilado] va a ser depositario de diseños y usos diversos”, añadió.

Cochas Grande, la “cuna del mate burilado”

Si bien el arco geográfico en el que se desarrolló el mate burilado es amplio, a lo largo del siglo XIX esta tradición artística cobró un fuerte arraigo en Ayacucho y Huancavelica, donde los llamados “materos” iban de pueblo en pueblo para diseñar sus piezas por encargo. Actualmente, el centro poblado Cochas Grande, situado en la región Junín, es considerado como la “cuna del mate burilado” debido a la presencia de familias enteras dedicadas a este arte tradicional.

Es el caso, por ejemplo, de Florencio Sanabria, quien aseguró a RPP Noticias haber nacido “encima de los mates”. Con 67 años, el artista continúa trabajando el arte que heredó de sus padres. “Primero se hacían figuras grandes, no eran pequeñitas. El mate era con tapa, círculos encima y debajo. Cada artesano tenía que mejorar su trabajo. Yo empecé a hacer figuras más pequeñas, intercalando. Y de ahí hice este fondo negro, trabajo fino”, detalló.

“Trabajo fino” es una de las dos técnicas que se utilizan para grabar mates —la otra suele ser llamada como “trabajo rústico” o “trabajo comercial”— y consiste en tallar figuras pequeñas sobre la superficie. Un trabajo de dedicada ejecución. “En todo el pueblo [Cochas Grande], de todos habrá solo diez familias que hacen trabajos finitos, bien elaborados”, contó, por su parte, Cristian Alfaro Núñez, cuyo maestro en el mate burilado fue su hermano mayor, Ángel.

Florencio Sanabria, maestro matero, lleva más de 60 años dedicado a tallar mates burilados en Cochas Grandes (Junín).
Florencio Sanabria, maestro matero, lleva más de 60 años dedicado a tallar mates burilados en Cochas Grandes (Junín). | Fuente: Ministerio de Cultura

De acuerdo con la investigación de Claude y Geneviève Auroi, hay tres estilos para decorar las calabazas: el primero es el fondo negro, en el que “las partes grabadas son frotadas con ceniza negra”; el segundo, el quemado o pirograbado, donde “las superficies son trabajadas con tizones” a fin de resaltar el efecto del dibujo y obtener una “gama variada de tonalidades”; y el tercero, el teñido, en el que con “agua y anilinas” se tiñe el mate para después frotar los dibujos grabados “con talco y cal”.

“En el mate puedes trabajar incluso en la sombra, donde quieras, debajo de un árbol, irte a una sala, a tu habitación. Puedes escuchar la música que quieres”, indicó Alfaro Núñez, quien se instaló en Cochas Grande luego de que su hermano le sugiriera, hace 15 años, que deje los trabajos pesados que venía desempeñando en otras regiones para convertirse en burilador desde el epicentro de esta manifestación artística.

La importancia de José Sabogal

Así como la artista Alicia Bustamante contribuyó a la revalorización de los cajones de San Marcos que más tarde se transformarían en los conocidos retablos ayacuchanos, el pintor José Sabogal, líder del movimiento indigenista, realizó una tarea similar con el mate burilado después de que, en 1923, visitara la famosa feria dominical de Huancayo donde apreció estas expresiones artísticas.

Como recoge María Eugenia Yllia en su artículo “El mate mestizo de José Sabogal”, el pintor cajamarquino proyectó en su “obra xilográfica y escrita”, publicada en la revista Amauta, sus preferencias por el mate burilado, aunque ya José Carlos Mariátegui, director de la publicación, había celebrado en sus páginas “la maestría de la labor de los buriladores”.

Entregado a resaltar el “carácter autóctono y original” de las narraciones plásticas que por entonces grababan las poblaciones indígenas, José Sabogal fue uno de los primeros en reconocer “el valor iconográfico de los mates y la representación espontánea que en ellos plasmaron” los indios, según apuntó la historiadora.

Por ejemplo, en 1932, el pintor indigenista, que ocupaba por entonces el cargo de director del Instituto Libre del Arte Peruano, publicó una crónica en la que “dio noticia del fallecimiento de Mariano Flores, uno de los últimos buriladores del Bajo Mantaro”. Un texto que, describió Yllia, “constituye el primer reconocimiento público a un artista popular”, sobre todo porque fue redactado por una autoridad.

Cristian Alfaro Núñez aprendió el arte del mate burilado de su hermano mayor, Ángel.
Cristian Alfaro Núñez aprendió el arte del mate burilado de su hermano mayor, Ángel. | Fuente: Cristian Alfaro Núñez

Las historias del mate burilado

“El mate es una de las piezas utilizadas para representar narrativas históricas. Hay piezas que hablan, por ejemplo, de la Punición Parra, un levantamiento en Ayacucho, y son crónicas del mundo rural. Y también hay otras que hablan de una élite regional, que contienen mensajes de amor y amistad, y eran utilizados para obsequiar a personajes e incluso se otorgaban a huéspedes ilustres”, detalló Yllia.

Este componente narrativo sigue presente en los mates burilados que se realizan actualmente en Cochas Grande y otros lugares del país. Así, según el maestro Florencio Sanabria, se graban historias que pueden ser “leídas de abajo hacia arriba” y reflejan “costumbres del hombre campesino, cómo vive, cómo trabaja, cómo se alimenta”. Distintas historias que Cristian Alfaro Núñez resumió como “vivencias en el campo, fiestas costumbristas”.

Testimonio del mundo rural, trazos de nuestros paisajes, poesía del pensamiento andino… todo eso y más está admirablemente inscrito en la redondez de un calabazo silvestre que, hasta ahora, gira y gira en nuestra cultura.

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Marco Zanelli

Marco Zanelli Redactor

Bachiller en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de San Martín de Porres (USMP). Interesado en literatura, música, teatro, cine, series y arte.

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