Controlar la frontera es el objetivo más inmediato. Pero igualmente importante es reconstruir la ruta de las armas de guerra usadas en Ecuador, sobre todo si algunos testigos dicen haber visto en ellas emblemas de la Fuerza Armada del Perú.
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Los graves actos de violencia y criminalidad perpetrados ayer en Guayaquil constituyen una amenaza a la democracia ecuatoriana y una advertencia a todos los países de la región. En primer lugar porque ponen de manifiesto la capacidad organizativa de bandas criminales, que han podido tomar el control de una canal de televisión y sembrar el terror en todo el país. En segundo lugar porque muestran que el Estado ecuatoriano carece de la capacidad operativa y de los servicios de inteligencia capaces de hacer frente a los designios de una banda organizada. Y en tercer lugar, porque nada de lo sucedido hubiera sido posible sin contar con la complicidad de funcionarios, policías y militares entregados a la corrupción. Desde luego las tres afirmaciones valen para el hecho que precedió la negra jornada de ayer, es decir, la fuga de un criminal considerado el más peligroso del país. Adolfo Macías, alias Fito, logró salir de la cárcel para seguir ejerciendo su rol de líder de la banda de los llamados Choneros, dedicada al tráfico de drogas. Desde hace años sabíamos que Guayaquil se había convertido en una etapa del camino de la droga colombiana hacia puertos de Europa y Estados Unidos. Por supuesto que nuestro interés es el restablecimiento de la seguridad en un país vecino y amigo. Pero igualmente prioritario es impedir la entrada y el accionar en nuestro país de criminales que han dado pruebas de su crueldad y de su capacidad organizativa. Controlar la frontera es el objetivo más inmediato. Pero igualmente importante es reconstruir la ruta de las armas de guerra usadas en Ecuador, sobre todo si algunos testigos dicen haber visto en ellas emblemas de la Fuerza Armada del Perú. ¿De dónde proceden? La declaratoria del Estado de “conflicto armado interno” es un primer paso para reaccionar ante el impacto de la criminalidad. Pero lo que Ecuador y Perú necesitan es servicios de inteligencia modernos y profesionales. Sin ellos, la lucha contra la criminalidad seguirá siendo una inútil serie de golpes de ciego.
Las cosas como son
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