El "Sindicato de Trabajadores Sexuales de Quito" reúne entre 300 y 400 hombres y a casi 50 trans que ejercen esa actividad en las calles y parques de la capital de Ecuador.
Transexuales y hombres dedicados al trabajo sexual se han asociado en Ecuador en torno a un sindicato pionero en la región, que busca visibilizar que esa actividad no es exclusiva de las mujeres y que requiere proteger sus derechos, ignorados por una sociedad a la que acusan de machista y homófoba.
El "Sindicato de Trabajadores Sexuales de Quito" reúne a mujeres, a un número entre 300 y 400 hombres y a casi 50 trans que ejercen esa actividad en las calles y parques de la capital ecuatoriana, sobre todo para evitar la invisibilización a la que son sometidos por la sociedad los dos últimos grupos ya que, en su opinión, este hecho genera una mayor violencia hacia ellos.
Incluir el trabajo sexual
En palabras del coordinador del sindicato, David González, existe la "necesidad" de incluir en el trabajo sexual a otros actores que aparecen ocultos a ojos de una sociedad a la que tachó de "doble moralista".
"La gente tergiversa la realidad y ello puede generar que se criminalice el trabajo sexual o que se le elimine por decreto, bajo el precepto de que todo trabajo sexual es trata de personas", afirmó.
También la gente tiene una concepción asistencialista al decir que se debe "sacar a la pobrecita trabajadora sexual que no tiene que comer y por eso se dedica a ello", explicó Gonzáles a Efe.
En el caso de los transexuales, el artículo 11 de la Constitución de Ecuador garantiza la no discriminación por cuestión de identidad de género, y además, el Código Orgánico Integral Penal no penaliza el ejercicio del trabajo sexual en el país.
No obstante, a estas tres identidades -mujeres, hombres y trans- les unen no solo su actividad, muchas veces forzada por las pocas oportunidades laborales, sino también la situación de segregación y marginalidad a las que son sometidas en su día a día.
Acceso a pensión
El colectivo también pretende que las trabajadoras trans puedan acceder a una pensión "por haber dejado su vida entera en las calles", apuntó la asesora de la Asociación de Trabajadoras Sexuales Trans de Quito (Aso TST UIO), Ana Almeida.
"Queremos también que los hombres ya no tengan tanta vergüenza en decir que son trabajadores sexuales y se agrupen, luchen por sus derechos, que accedan a la salud", agregó a Efe en la sede de la asociación mientras preparaba los carnés que lleva cada trabajadora sexual trans.
Cada año, la Aso TST UIO elabora unas tarjetas de identificación de cada miembro del colectivo que les sirve para identificarse ante la policía, para reconocer su "sindicación" y que recoge todo el régimen jurídico del trabajo sexual y de los derechos de los que gozan.
"Toda esa argumentación jurídica le da cuenta a la trabajadora sexual trans que tiene derechos", dijo Almeida, quien también reconoció que no fue fácil empoderar a las trabajadoras sexuales trans ya que en un principio "ellas pensaban que ni siquiera eran personas".
El objetivo final del colectivo no es otro que el de cambiar mentalidades, normas y políticas desde un punto de vista feminista e igualitario, en el que se ayudan de los espacios en blanco que deja la legislación para favorecer su causa.
"Esta es una lucha feminista, en la que buscamos igualdad. Es una lección a la gente que mujeres, hombres y personas en la diversidad sexogenérica existimos en la sociedad y no importa la orientación, la identidad, la ocupación o el estatus de salud de las personas para acceder a sus derechos", insistió Almeida.
Con información de EFE
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