Ari Caramanica
PhD y profesora de Administración de la Universidad del Pacífico
Soy una arqueóloga, y por eso, me interesan los orígenes. El origen de la disparidad de género es uno de los más complejos de nuestra historia y no comienza en los albores de la evolución humana, es una invención mucho más reciente y perniciosa. Porque hace apenas unos siglos, aquí en el Perú, las mujeres tenían un papel mucho más protagónico en la sociedad que hoy.
La cultura Moche de la costa norte del Perú (200-900 DC), presenta evidencia abrumadora de que las mujeres de élite ocupaban roles de autoridad: religiosos, políticos y posiblemente militares. Los etnohistoriadores han demostrado que la cosmovisión prehispánica consideraba que todas las mujeres tenían un vínculo con la Pachamama (la madre tierra) y la Mamacocha (la deidad del agua).
En los campos agrícolas, el trabajo masculino y femenino era interdependiente y complementario, mientras que los hombres araban la tierra, las mujeres colocaban las semillas por su especial relación con la tierra. Además, la chicha y los textiles, productos del trabajo femenino, eran los dos productos más importantes de la economía prehispánica: productos que cosificaban a la comunidad. El trabajo de las mujeres era imperativo para la reproducción ritual, social, económica y política de la sociedad.
La llegada de los españoles a la costa norte, y la implementación de un nuevo sistema de producción económico, desvalorizaron el trabajo femenino y sacó a las mujeres de los reinos del poder socioeconómico. Hoy estamos viviendo con el legado de ese cambio histórico. El proceso no fue instantáneo: hay casos en el registro histórico de mujeres cacicas en el período colonial, y en algunas áreas, las mujeres mantuvieron control sobre las finanzas de sus pueblos hasta la entrada del siglo XX.
Lo que significa ser mujer en Perú ha cambiado a través del tiempo, porque el género, como muchos aspectos de la cultura, depende en parte de las fuerzas históricas y el cambio político, económico y social. En el año 2020, las experiencias vividas por las mujeres todos los días, incluyen violencia de género, la desigualdad salarial, la regulación estatal de sus cuerpos y los innumerables desafíos que enfrentan en el aula, en los directorios (en realidad, en todo tipo de habitaciones) hace que hoy, al menos la mitad de la población no vivan como miembros de pleno derecho de la sociedad.
La disparidad de género es una creación de nuestra sociedad y lo que se acepta como normal. Lo bueno de eso, es que significa que está en nuestro poder recrear esa sociedad. Este día de las mujeres, les preguntaría a los hombres: ¿Qué están dispuestos a hacer para cambiar esta realidad? ¿Cómo, juntos hombres y mujeres actuando como aliados, podemos construir un nuevo origen de cara al bicentenario?
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