En momentos difíciles, surgen verdaderos héroes, no solo los ficticios que se conocen en las pantallas, sino personas reales que, a pesar del riesgo personal, eligen brindar ayuda solidaria. Estos valientes destacan la valentía y generosidad como virtudes genuinas en la vida real.
De la ficción a la realidad. Diversas situaciones ocurren a diario en las cuales, frente a circunstancias extremas, algunas personas se convierten en héroes para otras. Este acto de amor y solidaridad, que seguro ocurre a diario, aunque pocas veces es conocido, demuestra la bondad y solidaridad que puede existir en las personas.
Uno de esos casos es el de Armando, un joven de 28 años que se arrojó a la furia de un huaico para rescatar a un niño de casi dos años en la zona de Jicamarca, en San Juan de Lurigancho. Sin imaginarlo, Armando se convirtió en una luz de esperanza que surgió en medio de la adversidad.
Armando Ureta Yalico, natural de Huánuco, llegó a Pucusana a los 14 años con el anhelo de ser ingeniero. Sin embargo, la vida lo condujo hacia la pesca artesanal, convirtiéndola en su medio de subsistencia. A inicios del año 2023, tuvo que dejar dicha actividad debido a los oleajes anómalos que afectaron el litoral peruano.
En medio de esa situación, el 15 de marzo de este año, Armando decidió visitar a un amigo en San Juan de Lurigancho, sin imaginar que acabaría rescatando de las turbias aguas a un niño de casi 2 años. Fue una gran pesca para Armando mientras salía de las aguas turbias, cargando al pequeño Emir.
“Cuando gritaron ‘bebé’, al instante, sin dudarlo me lancé al agua, pues con el jean con el zapato. Y me fui adentro, me lancé al huaico. Creo que cuando una persona lo hace sin pensarlo, no piensa en que me puedo golpear, me puedo raspar. Al coger al bebé y ver que me estaba mirando, sentí como un alivio, algo parecido”, refirió.
Historias como la de Armando no son únicas. El 22 de marzo de 2023, el suboficial Jhoao Jolkeda descendió por una cuerda desde una escarpada ribera hacia las aguas del río Rímac, en San Martin de Porres. Su misión era rescatar a una mujer y a su hijo, que habían caído al río tras el colapso de parte de su vivienda. Era un acto de rutina: salvar vidas, como lo hace desde ocho años, cuando se integró la Unidad de Búsqueda y Rescate de la Policía.
Ese día, la misión de Jolkeda Loyola se interrumpió cuando un refrigerador, que pendía de los restos de la vivienda colapsada, le cayó encima, ocasionándole lesiones que lo obligaron a apartarse de sus funciones durante cinco meses. Luego de un proceso de recuperación, Johao Jolkeda retornó a sus labores de rescatista.
“Ya estoy trabajando. Ya estoy operativo, como decimos acá y sí, gracias a Dios, me he podido recuperar, al menos para salir a trabajar estoy bien. Yo considero que ha sido un milagro de Dios; porque no hay otra explicación. Otra cosa es que, de repente, me pudo haber quedado un hueso roto, pero no. La motivación siempre es que la gente pueda valorar el trabajo que nosotros hacemos, porque a veces las personas no valoran el trabajo de la Policía, y la motivación de volver a mi casa es mi familia. Esa es mi gran motivación”, manifestó.
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El psicoterapeuta Franco Granthon explica que la decisión de algunas personas de ayudar a otras, incluso arriesgando su integridad física, se debe a su formación en valores, temperamento y buenos hábitos. ¿Por qué es relevante para la sociedad tener ‘héroes sin capa’? El especialista ofrece una explicación:
“Por un lado, son modelos de aprendizaje, nos comparten este tipo de conductas, que son tan necesarias y saludables, para poder ayudarnos entre todos, para poder ser fraternos, para poder entender que no somos uno como individualismo; sino que, al mismo tiempo, somos un grupo, somos un conjunto de personas que buscamos un bien común. Nosotros podemos terminar aprendiendo por observación de estos héroes y nos puede terminar llenándonos de motivación para ayudar a los demás”.
Para algunas personas, la solidaridad hacia el prójimo se extiende a las mascotas, ya que las consideran parte integral de sus familias. Fue el caso de Sebastián Arias Tafur, un soldado colombiano en situación de retiro que superó su miedo a las alturas para rescatar, en junio del 2023, a 25 perros del incendio en un edificio de la zona comercial de Gamarra, en La Victoria.
Sebastián recuerda esa escena que generó la admiración entre vecinos y comerciantes de la zona:
“Empecé a sacar las cosas. (...) Sacaron una escalera y la vi ahí lanzada y vi un poco de perros arriba y monté la escalera en el primer piso y, de ahí para allá, me fui trepando. Mi motivación en subirme fue que pensé ‘Y si ese es mi perro’. Y si fuera mi perro, tampoco lo voy a dejar morir. Los perros también merecen vivir”.
Las experiencias de Armando, Sebastián y Jhoao no solo representan actos de solidaridad, valentía y amor por el prójimo, sino también evidencian la posibilidad de construir una sociedad menos individualista, más solidaria y compasiva.
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