Desde el inicio del Estado de Emergencia, 50 animales han muerto debido a la falta de comida y las restricciones de movilización de su cuidador.
Jorge Martínez Baca, de 32 años, tiene una pequeña granja en el distrito de Laredo, en Trujillo, en donde viven 600 patos que, desde que empezó la cuarentena por el COVID-19, sufren por falta de alimento y, en consecuencia, se picotean hasta morir, en algunos casos.
50 aves han perdido la vida desde que inició el Estado de Emergencia y Martínez no puede llevarles comida debido a las restricciones de movilización, ya que vive a más de 20 minutos del lugar, y debe pasar del distrito El Porvenir, donde queda su vivienda, hasta el distrito Laredo, en donde se ubica el terreno de la granja.
La Policía ya lo detuvo una vez y lo trasladó a la comisaría de su sector, terminando en el Complejo Policial San Andrés, pese a sus explicaciones.
RPP acompañó al humilde hombre a recolectar verduras en el mercado La Hermelinda, que le servirán para dos días de alimento de sus patos. Sin embargo, le preocupan los próximos días, pues no podrá acudir a verlos para dejarles la comida.
Por ello pide ayuda a las autoridades, para que le brinden apoyo con el alimento y un permiso especial para trasladarse, de lo contrario las aves podrían seguirán muriendo. El padre de familia vive con su esposa, sus dos hijas menores de edad y su madre, una adulta mayor.
La crianza de los patos son su única forma de vida desde hace un año que emigraron desde Sartimbamba, en la provincia andina de Sánchez Carrión. Los patos, que ahora tienen poca demanda, solían ser vendidos a los mercados La Victoria y Víctor Larco, en El Porvenir.
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