Máximo San Román recordó la situación en la que estaba el país en 1992 y los pasos que había tomado el Congreso de aquella época para reflotar el país.
El recluido expresidente Alberto Fujimori justificó el autogolpe del 5 de abril de 1992 al considerarlo una medida necesaria para recuperar la gobernabilidad, superar la crisis económica del momento y, sobre todo, combatir de manera más efectiva el terrorismo. Sin embargo, ¿era necesario adoptar una medida tan radical?
En diálogo con RPP Noticias, Máximo San Román, senador y vicepresidente de la República al momento del autogolpe, reconoció que Fujimori recibió un país “quebrado” e “inviable” de parte de Alan García. Sin embargo, aclaró que desde que asumió el Gobierno, “hicimos todos los esfuerzos en democracia para poder reinsertarnos”.
“Habíamos puesto en piloto automático a la economía. Habíamos eliminado los obstáculos más importantes con más de 150 Decretos Legislativos por delegación de facultades de un Congreso democrático, de un Congreso patriótico. Con el respaldo del Fredemo, pudimos cambiar la imagen del país”, dijo desde Cusco el hoy asesor presidencial.
“Eliminamos una serie de obstáculos, entre ellos un tema muy delicado, como la estabilidad laboral. Firmamos los convenios más importantes para proteger la inversión privada, que antes no se respetaba. Dimos las leyes para combatir contra el terrorismo y el narcotráfico. Le dimos todas las herramientas al Ejecutivo”.
Sus razones. Pese a ello, según San Román, el presidente Fujimori tomó la decisión de disolver el Congreso “por recomendación de (su asesor Vladimiro) Montesinos”, pero también debido al escándalo de la ropa donada por el Gobierno japonés, denunciado por la entonces primera dama, Susana Higuchi.
Para San Román, el 5 de abril fue “un salto al vació lamentable, una frustración para todos los demócratas, pero lamentablemente respaldado por las encuestas por un número aceptable de peruanos que aceptaban la interrupción democrática”.
Hoy el propio Fujimori, a través de las redes sociales, justificó el 5 de abril, medida que “alguien tenía que hacer” y que “valió la pena”. Además, se llamó a sí mismo “el arquitecto de la democracia moderna”.
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